Siempre habrá un Judas

Federico A. Jovine Rijo

La tradición refiere que en la noche de un día como hoy, un tal Judas, llamado Iscariote, traicionó a Jesús en Getsemaní dándole un beso en la mejilla, señal previamente acordada con quienes le pagaron 30 monedas de plata para que les entregara al Maestro. Epítome de traición, Judas ha sido odiado desde entonces por una feligresía que desde la narración simple ve en su actuación la causa de la crucifixión de Jesús, desconociendo que el Mesías tenía necesariamente que morir para poder vencer la muerte, porque si Cristo no hubiera resucitado, vana sería nuestra fe.

En el drama cósmico del jueves de cuaresma confluyen todas las pasiones: el amor, el odio, el miedo, la ira, la alegría, el temor, la envidia y, sobre todas, la traición; esa felonía cometida por quien pertenecía al círculo íntimo del Rabí, aquel que merecía tanta confianza que manejaba los recursos del grupo y disponía de su manejo con la aprobación y visto bueno del Maestro. Por eso Judas siempre será un incomprendido, porque desde el punto de vista teológico su traición era necesaria e imprescindible para poder consumar el libreto supremo y que la profecía se cumpliera, pero desde la mirada de los hombres, constituye un acto aborrecible y despreciable, porque esencialmente, toda traición lo es.

Desde la lógica procesal, la búsqueda de la justicia, en tanto institución humana que procura nivelar, compensar y resarcir los perjuicios generados dentro de una sociedad por acciones u omisiones (intencionales o no) de individuos que interactúan entre sí, la traición puede ser transmutada a “declaración de colaboración” sobre la base de un “principio de oportunidad”; pero antes de la justicia y las instituciones sociales existían unos “valores” “intrínsecos” a la naturaleza humana que anteceden a la civilización misma y que se pierden en la noche de los tiempos, y entre esos, la lealtad es uno de ellos. Como ciudadano ignorante del derecho procesal penal, aplaudo el afán de justicia que motiva al ministerio público en los casos de persecución de presunta corrupción administrativa en perjuicio del Estado, aunque con reservas y suspicacias observo como se invierten los roles y, quienes en su momento fueron actores en la supuesta comisión de esos crímenes, hoy son perdonados, enaltecidos y aplaudidos. La traición siempre será traición sin importar bajo cuales términos se pacte. Que sirvan estas historias para lo que sirven todas las historias: para aleccionar sobre la importancia de hacer el bien, actuar con honradez y transparencia… pero, sobre todo, que sirvan también para recordar a quienes hoy se sienten intocables, que en cada grupo siempre habrá un Judas y a menudo es quien más aplaude..

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