Ultimátum como modelo de diplomacia

Miguel Guerrero

La capacidad del presidente Luis Abinader para hacer de un minúsculo problema una crisis de dimensión bilateral ha quedado nuevamente demostrada con el manejo del Gobierno en el caso de la construcción de un canal en Haití para el uso de las aguas del río Masacre.

Apenas dos años y algo más de tres meses atrás, a finales de mayo de 2021, la Cancillería dominicana suscribió una declaración con su par haitiana en la que se reconocía al Estado vecino el derecho de uso de aguas de esa fuente hídrica para fines agrícolas, lo que hoy niega y desconoce sin hacer mención alguna de ese documento, de amplia circulación en las redes y mencionado por algunos diarios nacionales.

En reacción al silencio oficial haitiano al ultimátum de 48 horas dado el lunes al gobierno vecino para detener la construcción de un canal desde el río, Abinader anunció el cierre marítimo, aéreo y terrestre de la frontera, la suspensión de los tradicionales intercambios comerciales a este lado de la línea fronteriza y de la expedición de visados, ejecutando así las acciones incluidas en su emplazamiento.

Para todos los fines, el Gobierno ha puesto los vínculos bilaterales en el congelador, actitud que no ayuda en la situación actual a la búsqueda de solución mutua dentro del marco de la diplomacia, un escollo adicional a la falta de interlocutores confiables en el lado opuesto de la frontera.

El tratamiento de un tema tan delicado como los derechos de estado del curso de agua, empeora el clima político en la isla, en la vecindad de la llegada de una fuerza multinacional para pacificar a Haití y a poco más de ocho meses de las elecciones presidenciales dominicanas.

Si el caso llegara a dilucidarse en el ámbito internacional, el país apenas mostraría la incoherencia de su diplomacia y su falta de habilidad de negociación.

El Caribe

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