Clubes y cursos proliferan en Ucrania para ayudar a abandonar la lengua rusa
Leópolis (Ucrania), 13 mar (EFE).- Los rusohablantes en Ucrania parecen estar pasándose a la lengua ucraniana como reacción a las atrocidades cometidas por los invasores rusos y para facilitar esa transición detectada en las encuestas se celebran clubes de conversación y cursos por todo el país.
Aunque su intención pudiera ser la de «proteger» a los rusohablantes, el presidente ruso, Vladímir Putin, puede haber provocado ese giro hacia la lengua ucraniana por parte de los habitantes que solían comunicarse en ruso en el día a día.
Los datos de diciembre del Instituto de Sociología Internacional de Kiev indican que el número de quienes hablan preferentemente ruso en su vida diaria es ahora mayor en todas las regiones, incluidas las del sur y este, predominantemente rusófonas.
El 29 % de la población de esas zonas usa mayoritatiamente el ucraniano y el 27 % el ruso, el resto emplea en la misma proporción las dos lenguas, que pertenecen al mismo grupo de lenguas eslavas.
En el conjunto de Ucrania, el porcentaje de quienes hablan mayoritariamente ruso cayó desde el 26 % en 2017 al 15 %, mientras que el 58 % de los ucranianos hablan solo o sobre todo en ucraniano y el 24 % dicen que usan las dos lenguas en la misma proporción.
Para muchos, sin embargo, el cambio requiere un esfuerzo.
«Hoy redacté mis deberes yo sola, mi hija no me ayudó», dice una de las asistentes a un club de conversación en una biblioteca municipal de Leópolis (oeste) mientras abre su cuaderno. Los habituales papeles educativos han cambiado para los alumnos, en su mayoría mujeres entre los 40 y los 70 años, obligadas a abandonar sus hogares del sur y este de Ucrania por la invasión rusa.
Sus hijos pudieron aprender ucraniano en la escuela o en las universidades de la Ucrania indepeniente, pero la mayoría de las mujeres no lo tenían como asignatura en el sistema educativo soviético, que se basaba en la supremacía del ruso.
La generación de más edad tiene por lo tanto un grado variable de conocimiento del ucraniano y necesita ayuda tanto de sus hijos como de voluntarios para poder empezar a hablarlo de manera fluida.
«Entiendo el ucraniano bien pero nunca tuve la necesidad de aprender a hablarlo correctamente porque casi todo el mundo en mi ciudad hablaba ruso», dice Natalia, una ciudadana de etnia rusa de Zaporiyia, una ciudad de unos 750.000 habitantes situada a unos 40 kilómetros del frente.
«Algunos pueden leer y escribir muy bien pero sienten como una especie de barrera que necesitan levantar antes de hablarlo de manera fluida», explica otra Natalia, una mujer de etnia ucraniana de Mykolaiv, una ciudad del sur que padeció el incesante ataque ruso durante la mayor parte de 2022.
«Solíamos hablar ruso en la vida diaria pero eso está cambiando rápidamente porque mucha gente elige hablar ruso en Jersón», afirma Olga, cuya ciudad en esa región sigue bajo ocupación rusa.
Olga y otras alumnas antiguas rusohablantes tienen pocas dudas de que el futuro en Ucrania le pertenece a la lengua ucraniana. «El idioma ucraniano nos marca como una nación distinta», aseguran. También les resulta raro hablar ruso después de «todo el sufrimiento que los rusos trajeron aquí».
«En los últimos meses han asistido al club unas 55 personas», afirma Oksana Lutchyn, unas de los voluntarios de la red nacional «Enseña ucraniano», que gestiona clubes similaraes en ciudades como Odesa, Dnipro y Balakliya en Járkiv.
Solo en la región de Leópolis hay unos ochenta cursos y clubes de varios organizadores que han surgido como espacios para practicar el ucraniano y compartir la penosa experiencia de vivir bajo la ocupación o tener que huir de sus hogares bajo los ataques.
El cambio al ucraniano sin embargo está lejos de ser universal. Olga recuerda cómo escuchó recientemente a soldados ucranianos hablando ruso en voz alta en una calle de Leópolis.
«Eso no me provocaría una reacción especial antes de la invasión pero esta vez se me erizó la piel», dice Olga, que ahora asocia la lengua rusa con la de los soldados que ocuparon su hogar.
Natalia, de Mykolaiv, cree que la influencia de gente como ella lo pondrá más fácil a otros compatriotas que hablan ruso para cambiar al ucraniano. «Aprenderán de nuestro ejemplo», concluyó.
Por Rostyslav Averchuk