Contrarreforma: republicanos y el fundamentalismo religioso

Por ROSARIO ESPINAL 

El año 1959 inició dos décadas de avance de los movimientos reivindicativos en Estados Unidos y el año 1980 inició lo que lleva más de cuatro décadas de ofensiva de contrarreforma.

La prosperidad económica de la pos Segunda Guerra Mundial permitió la articulación de nuevas demandas sociales, proceso que en Estados Unidos se inició con el movimiento por los derechos civiles de los negros por acceso igualitario a la educación, al trabajo y al voto.

Ese movimiento tuvo como pilar las iglesias evangélicas negras, uno de los pocos espacios donde los negros podían congregarse y los pastores contaban con autoridad y carisma para movilizar las masas de negros discriminados. He ahí el reverendo Martin Luther King.

Bajo presión social, el Estado tuvo que garantizar mayores derechos a esa población y en la Presidencia estaban John F. Kennedy y Lyndon Johnson, ambos del Partido Demócrata. Así se sedimentó el apoyo político-electoral de los negros a ese partido (alrededor del 95% vota demócrata).

Al movimiento de derechos civiles le siguió el movimiento de mujeres y el movimiento gay. También el Partido Demócrata fue el abanderado de sus reclamos.

En 1974, el Partido Republicano se descalabró con la renuncia de Richard Nixon por el escándalo Watergate. Necesitaba urgentemente articular una nueva base social de apoyo para ser electoralmente competitivo.

En ese contexto comenzó a forjarse la alianza entre el Partido Republicano y la llamada Mayoría Moral, un movimiento religioso fundamentalista, encabezado por líderes evangélicos blancos, cuyo propósito era detener la supuesta degradación moral de la sociedad norteamericana por la interracialidad, el aborto, la homosexualidad y el secularismo.

Este movimiento se expandió rápidamente por el sur del país, cuya población blanca guardaba un resentimiento con el Partido Demócrata por haber favorecido las reformas a favor de los negros en la década de 1960.

Ese resentimiento encontró entonces una articulación político-religiosa. El llamado tele evangelismo prosperó, así como las mega iglesias evangélicas donde comenzaron a levantarse las consignas antiaborto y antigay. A ese movimiento se unió un segmento católico.

Desde entonces, el Partido Republicano ha contado con una base electoral segura que conforman blancos fundamentalistas religiosos, muchos sin educación universitaria. Este segmento social aumentó numéricamente en tanto las medidas económicas neoliberales, que impulsaron inicialmente los mismos republicanos, trajo mayor precarizaron del trabajo obrero.

A partir de 1980, el Partido Republicano promovió la desregulación de las empresas y propinó un golpe mortal al sindicalismo, que desde la década de 1930 había sido soporte político-electoral del Partido Demócrata.

En la medida que los sindicatos perdieron poder y los obreros perdieron sus trabajos por la relocalización de las industrias a México, China y el Caribe, el Partido Republicano encontró más ex obreros blancos empobrecidos y resentidos para aglutinar electoralmente contra los negros, los inmigrantes, los gais y el aborto.

Ahora, con una mayoría conservadora en la Suprema Corte de Justicia, parecería que los conservadores tienen la oportunidad de revertir derechos adquiridos por esos grupos en los últimos 50 años. Esto augura una agudización de la llamada guerra cultural que lleva ya más de cuatro décadas

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