Cuando pase la pandemia

César Pérez

Son muchas las investigaciones y estudios que, desde diversas ramas científicas y del conocimiento se han realizado en todo el mundo para medir el impacto de la presente pandemia en las diferentes esferas de la vida social, económica y política.

Pero, falta la validación de muchas de las verdades que hasta ahora se han podido establecer, incrementando la incertidumbre sobre el presente y el futuro. En términos políticos, la pandemia puso freno, no fin, a las acciones de una pluralidad de actores que demandan inclusión social, de servicios fundamentales, la inserción laboral, al tiempo de condenar diversas actitudes y comportamiento de la clase política. No obstante, una vez pasada la pandemia, esas acciones volverán en todo el mundo.

Este flagelo, ha acentuado y puesto en evidencia la lucha descarnada entre los sectores más musculosos de capitalismo que han visto multiplicarse sus ganancias exponencialmente en las esferas de sus actividades productivas, extractivas y comerciales De esa manera, ponen de manifiesto la capacidad de recomposición y regeneración del capitalismo y de producir riqueza sin que con ello disminuya la pobreza de vastos sectores de la población, ni que sigan acentuándose las exclusiones y dificultades de sectores medios, libres profesionales y de egresados de los centros educativos, sobre todo de las universidades. A esa circunstancia, los sectores alternativos no han podido dar una respuesta teórica y práctica, tan consistente como viable.

Esta última situación era la misma que existía antes de la Covi-19, pero no fue óbice para que se produjeran las más variadas formas de protestas, de condena a la clase política y la incapacidad de los regímenes de ponerle freno a la voracidad de los poderosos. Por consiguiente, es de esperarse una reactivación de las protestas porque la crisis sistémica y de civilización del mundo actual, lejos de atenuarse se ha profundizado, también la crisis de alternativa. En ese tenor, el caso particular de nuestro país, vivimos una coyuntura que, mirándola en la perspectiva del final de la pandemia, tanto sus dificultades como sus potencialidades no las hemos sabido calibrar en su justa dimensión.

Son inaceptables la permanencia, preeminencia y la inagotable voracidad de determinados poderes, pero el enfrentamiento a esta circunstancia no puede descansar en la emotividad. Aquí, como en otros países, la reactivación post pandemia de las luchas por la democratización serán inevitables, pero resultarían inconducentes si estas descansan sólo en un imperativo moral y no en una justa valoración política del estado de situación de las fuerzas alternativas.

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