Debemos retomar el conuco

J.C. Malone

[email protected] York

Todos queremos que la Guerra de Ucrania ter­mine pronto, pero seamos rea­listas, admitamos lo obvio: na­die sabe cuándo estallará la paz. Tras un lustro sin nuevas guerras, cua­tro años de Donald Trump y el primero de Joe Biden, la industria armamentista “sufrió” mucho, ahora “se recupera”.

Ellos utilizarán todo su poder para exten­der el conflicto, definitivamente entramos a una nueva era de la incertidumbre.

Para los fabricantes y traficantes de armas Ucrania es un regalo del cielo, el gasto militar se disparará.

Contrario a incertidumbres anteriores, co­mo la llamada Guerra Fría y la Guerra Contra el Terrorismo, esta trastornará los mercados, pro­ducirá desabastecimientos, hambruna e infla­ción a nivel mundial.

Rusia y Ucrania son grandes productores alimenticios, esta guerra se reflejará negati­vamente en las cocinas y mesas del mundo. Vienen grandes confusiones e incertidumbre monetaria mundial.

Rusia amarró su moneda, el Rublo, al oro, y demanda que le paguen su gas natural en Rublos. Europa no tiene opciones, debe bus­car Rublos porque no puede vivir sin el gas na­tural ruso. Eso hará que el dólar pierda valor y, con él, todas las reservas naciones dolarizadas del mundo se desplomarán.

A la incertidumbre actual la posible hambru­na y escasez alimenticia le añadirá inestabilidad política, muchos gobiernos pueden colapsar.

La globalización puede degenerar en es­peculación con la escasez. Una herencia de la pandemia fue dislocar los canales de suminis­tro provocando escasez y carestía de muchos productos.

Rusia y Ucrania están entre los principales productores de trigo, soya, fertilizantes, y aceite de girasol, esperemos escasez y carestía de esos productos, también sus derivados.

La escasez alimenticia destruirá todos los mo­delos económicos basados en la importación y nos empujará a desarrollar la producción local.

La sustitución de importaciones será un impe­rativo de sobrevivencia.

Retornaremos al conuco, los huertos escola­res, comunitarios y familiares.

Esa guerra nos moverá del petróleo a la energía renovable, y de la importación a la producción alimenticia.

La verdadera “seguridad alimenticia” la dis­frutarán sólo quiénes tengan parte de sus necesi­dades alimentarias sembradas en su patio.

El Gobierno Dominicano, por ejemplo, no es responsable de esta guerra ni sus con­secuencias, pero debe garantizar la alimen­tación de su población, promoviendo la pro­ducción alimenticia nacional.

Debemos volver al conuco sin demoras.

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