Debería preocuparnos que Elon Musk vaya tras las bóvedas de semillas

Por Iago Hale y Michael Kantar

The New York Times

Hale es profesor de mejora de cultivos especializados en la Universidad de New Hampshire. Kantar es profesor adjunto de genética vegetal en la Universidad de Hawái, Manoa.

En un búnker de clima controlado situado en un edificio ordinario de la localidad rural de Aberdeen, Idaho, hay interminables estantes de cajas de semillas meticulosamente etiquetadas. Esta bóveda alberga muchas de las más de 62.000 líneas de trigo genéticamente únicas, propiedad de Estados Unidos, recolectadas de todo el mundo a lo largo de los últimos 127 años.

Aunque por ahora inactivas, estas semillas están vivas. Pero si no se les da un cuidado continuo y se les replanta cada tanto, las líneas morirán, junto con los milenios de historia evolutiva que representan.

Desde su creación en 1898, el Sistema Nacional de Germoplasma Vegetal (NPGS por su sigla en inglés) del Departamento de Agricultura de Estados Unidos y los científicos que lo apoyan han reunido y mantenido de manera sistemática las especies de plantas agrícolas que sustentan nuestro sistema alimentario en vastas colecciones como la de Aberdeen. Estas colecciones representan un enorme logro de previsión de que la seguridad alimentaria depende de la disponibilidad de diversos recursos fitogenéticos.

A mediados de febrero, los funcionarios del gobierno de Trump en el que se ha denominado el Departamento de Eficiencia Gubernamental despidieron a algunas de las personas altamente cualificadas que realizan esta labor. Una orden judicial los recontrató, pero no está claro cuándo se les permitirá reanudar su trabajo. Mientras tanto, reina la incertidumbre en torno a la dotación de personal adicional y los recortes presupuestarios, así como sobre el futuro de las propias colecciones.

Esto debería inquietar a todos los estadounidenses que comen. Nuestro sistema alimentario solo es tan seguro como nuestra capacidad para responder a la próxima enfermedad vegetal u otra amenaza emergente, y un NPGS robusto es fundamental para nuestros preparativos.

En sus 22 estaciones en todo el país, unos 300 científicos del NPGS mantienen más de 600.000 líneas genéticas de más de 200 especies de cultivos. Las colecciones de algunos cultivos, como el trigo, están en forma de semillas. Pero otras, como las manzanas (2664 líneas), deben mantenerse como plantas vivas en campo abierto. Los científicos que las cuidan deben seguir requisitos estrictos para mantener la pureza genética, de modo que puedan proporcionar semillas o plantas sanas y viables a las decenas de miles de investigadores y otras personas que las solicitan cada año.

Pero ¿no es exagerado mantener más de 62.000 variedades distintas de trigo? La cuestión es que la colección de diversidad fitogenética del NPGS no es solo una imagen de lo que se cultiva hoy en día para satisfacer la demanda actual. Es más bien un depósito de supervivencia: la salvaguarda de nuestra nación frente a todos los retos futuros para cultivar los alimentos que necesitamos.

Por ejemplo, cuando una nueva forma evolucionada de la roya del tallo (una devastadora enfermedad fúngica que infecta al trigo) apareció en los campos de África Oriental en 1999, un grupo internacional de obtentores vegetales acudió a la colección del NPGS en busca de ayuda. Allí, entre las decenas de miles de líneas mantenidas pacientemente, descubrieron fuentes genéticas de resistencia a la enfermedad que hasta entonces eran desconocidas. Esos genes ahora protegen a variedades de trigo en todo el mundo, silenciando por el momento la alarma de una temida pandemia mundial. (Al igual que las enfermedades humanas, las enfermedades de las plantas no respetan fronteras).

Estas historias son frecuentes. En la década de 1980, los científicos de un banco de genes en Ginebra, Nueva York, ayudaron a identificar los rasgos genéticos que hacían a las manzanas resistentes a varias enfermedades destructivas, entre ellas el mortífero fuego bacteriano. Desde entonces, esos rasgos se han desplegado en los portainjertos de más de 100 millones de manzanos en todo el mundo, lo cual no solo ha generado más de 91 millones de dólares anuales en ventas de árboles, sino que también ha apoyado directamente a la industria estadounidense de la manzana, cuyo valor es de casi 23.000 millones de dólares.

Así es como el sistema está diseñado para funcionar. Sea cual sea tu dieta, desde nuggets de pollo hasta tofu orgánico, los alimentos que consumes son el resultado del trabajo de generaciones de científicos agrícolas y obtentores vegetales para satisfacer las necesidades en constante cambio de los agricultores y consumidores. Este trabajo solo es posible gracias a la disponibilidad de las extensas colecciones de recursos fitogenéticos del NPGS. Estas colecciones son la materia prima del oficio de los obtentores vegetales y, por tanto, de la propia agricultura. Existen gracias a un apoyo federal que se remonta a generaciones.

Sin duda, el futuro traerá nuevas enfermedades y plagas que afectarán a los cultivos, así como mayores tensiones ambientales sobre nuestros cultivos a causa del calor, la sequía y las inundaciones. Ante tal incertidumbre, es prudente reunir y mantener tanta diversidad genética como sea posible, de modo que dispongamos de los recursos necesarios para mantener el sistema alimentario que la mayoría de nosotros damos por sentado.

Incluso en las mejores épocas, el presupuesto del NPGS es muy reducido y su plantilla mínima, dada la magnitud de su mandato. Sin embargo, con una ínfima inversión del 0,000008 por ciento del presupuesto federal, sin atraer la atención, los científicos del NPGS habilitan y salvaguardan nuestro sistema alimentario, cuyo valor ronda los 1,5 billones de dólares. Eso sí que es hacer rendir una inversión.

Moverse rápido y romper cosas quizá funciona en algunos sectores. Pero las alteraciones actuales amenazan con pérdidas irreversibles de diversidad genética de los cultivos. Tales pérdidas socavan directamente la capacidad de Estados Unidos para garantizar una seguridad alimentaria y una diversidad dietética continuas en medio de los desafíos que enfrentan nuestros sistemas agrícolas.

Por el bien de todos los estadounidenses, denunciamos cualquier intento de debilitar al NPGS. Las generaciones que nos precedieron comprendían que la función mínima de un gobierno responsable es invertir en la capacidad a largo plazo de alimentar a sus ciudadanos.

The New York Times

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