Declive del bipartidismo dominicano y la concentración del poder

Rosario Espinal

En lo que va de siglo XXI, el sistema partidario dominicano perdió competitividad electoral. Del 2004 al 2020, gobernó consecutivamente el PLD ante las divisiones del PRSC y del PRD. A partir del 2020 ha gobernado el PRM en un contexto de división del peledeísmo.

Eso significa que durante este siglo ha prevalecido un sistema de partido dominante, distinto a la competitividad bipartidista. El partido ganador gobierna con una gran concentración de poder.

El “Estudio de las Leyes No. 33-18 de Partidos, Movimientos y Agrupaciones Políticas y la Ley Orgánica de Régimen Electoral No.20-23”, que publicó recientemente Participación Ciudadana, muestra con datos el sesgo en la representación parlamentaria a favor del partido gobernante que resultó de las elecciones del 2024.

En la Cámara de Diputados, el PRM y aliados obtuvieron 60.1% de los votos, pero lograron 76.8% de los escaños. La Fuerza del Pueblo y aliados obtuvieron 17% de los votos y 15.2% de los escaños, mientras el PLD con 16.3% de los votos solo obtuvo 6.8% de los escaños.

Estos datos muestran no solo que el PRM se sobre benefició de su posición de partido dominante, sino también que el PLD, al quedar en tercer lugar, con apenas 1.5% menos de votos que la FP, recibió menos de la mitad del porcentaje de escaños que la FP.

Vale señalar que en la representación política en la Cámara de Diputados impacta no solo el predominio electoral de un partido político y la dispersión de la oposición (de no haberse dividido, el peledeísmo hubiera ganado más escaños), sino también el método D’Hondt (fórmula que se utiliza para la asignación de escaños y favorece los dos partidos más votados), así como la prevalencia de circunscripciones pequeñas.

El referido estudio indica que, en las elecciones de 2024, del total de 45 circunscripciones para la selección de diputaciones en el país, 31 (68.8%) son circunscripciones pequeñas (con menos de cinco escaños), 13 son medianas (de cinco a nueve escaños) y solamente una es grande.

Las circunscripciones pequeñas, unido al método D’Hondt, favorecen al partido dominante, y al segundo si acaso. El tercer partido tiene pocas posibilidades. Por eso, la fragmentación del voto peledeísta entre la FP y el PLD dificultaba mucho que la oposición obtuviera una significativa representación parlamentaria. La diferencia entre 60.1% de votos del PRM y 17% de la FP era muy grande.

En el Senado, donde las circunscripciones son uninominales y se gana por mayoría simple, la existencia de un partido dominante y la fragmentación de los partidos opositores ha provocado durante este siglo XXI una escasa representación política de la oposición.

Como resultado, el PLD gobernó a sus anchas 16 años consecutivos con un Congreso mayoritario, y ahora lo hace el PRM con un Congreso de súper mayoría.

El sistema electoral dominicano está diseñado para el bipartidismo, propio del sistema presidencial. El declive del bipartidismo tiene consecuencias, entre ellas, la escasa representación de la oposición a nivel parlamentario, y, por ende, la concentración del poder que se extiende al nivel municipal y la justicia.

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