Desigualdades repudiables

Ruddy L. González

 El artículo 39 de la Constitución, sobre los derechos civiles y polí­ticos de los dominicanos es claro y tajante: “todas las personas na­cen libres e iguales ante la ley, re­ciben la misma protección y trato de las institu­ciones, autoridades y demás personas y gozan de los mismos derechos, libertades y oportuni­dades, sin ninguna discriminación por razones de género, color, edad, discapacidad, naciona­lidad, vínculos familiares, lengua, religión, opi­nión política o filosófica, condición social o per­sonal”. Y remata: “La República condena todo privilegio y situación que tienda a quebrantar la igualdad de las dominicanas y los dominica­nos, entre quienes no deben existir otras dife­rencias que las que resulten de sus talentos o de sus virtudes”. La simple lectura de este artículo de la Constitución debe bastar para romper los estadios de discriminación que ejercen sectores de poder, principalmente económico de la na­ción, que con acciones cotidianas van dividien­do la sociedad entre los ‘que tienen y los que no tienen’, entre ‘banquitos y negritos’, entre ‘popis y tigueres’. En discotecas, restaurantes y bares los casos son recurrentes. Pero como nadie ha­ce ‘nada’ se dan casos como el de la semana pa­sada con la joven que quería celebrar su cum­pleaños en un restaurant de ‘nombre’ de la zona residencial más alta de la capital, pero fue impe­dida de entrar porque peinaba trenzas. La divi­sión de clases de la sociedad no sólo prohibida por nuestra Constitución, sino que constituye un peligroso concepto que puede cobrar situa­ciones difíciles si ello fomenta el odio, el despre­cio, la retaliación. Un peligroso camino que en este siglo es inconcebible que debe ser denun­ciado y erradic

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