Economía dominicana va directo al estancamiento con inflación

Felipe Ciprián

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Santo Domingo, RD

La economía do­minicana va di­recto y sin pér­dida de rumbo hacia una si­tuación de estancamiento de su crecimiento, precios más elevados y pérdida creciente de empleos.

Es lo que los académicos llaman estanflación y que el pueblo trabajador vive como una caída brusca de sus niveles de ingresos, me­nor capacidad de compra, bajón en las oportunidades de trabajo o negocios y una creciente pérdida de la ca­lidad de vida en todas sus manifestaciones.

El país está llegando a esa peligrosa situación, que pone en peligro la estabili­dad macroeconómica y la paz social, por una combi­nación de factores exter­nos adversos y una visión errática de cómo sacudir la economía dominicana en medio de la pandemia de Covid-19 y la guerra que hoy tiene como epicentro a Ucrania.

Los factores externos

Cuando Rusia exigía a Esta­dos Unidos y a Europa ga­rantías de que las tropas del pacto militar OTAN no se si­tuaran en sus fronteras te­rrestres y marítimas como se habían comprometido a la caída de la Unión Soviéti­ca, estaba tratando de evitar una confrontación peligrosa y un descalabro mayor del comercio del mundo, que ya había provocado la pande­mia del Covid-19.

Pero la arrogancia de los gobernantes de Estados Uni­dos y la Unión Europea los cegó de tal manera que en lugar de dar garantías vincu­lantes y por escrito de que la OTAN no avanzaría más ha­cia el este de Europa, lo que hicieron fue armar a una Ucrania dominada por la ideología nazi y por un cre­ciente sentimiento anti-ru­so, y apoyar de toda forma el exterminio de la pobla­ción de Donbass, burlándo­se de los acuerdos diplomá­ticos de Minsk, que sellaban un camino de paz median­te negociaciones, no por la fuerza militar.

Entre diciembre y el 15 de febrero pasado, las peti­ciones formales de Rusia de que se les otorgasen esas ga­rantías, fueron ignoradas y en cambio, tanto Estados Unidos como la OTAN se comprometieron a combatir al ejército ruso en el caso de que atacara a Ucrania.

El 24 de febrero, el presi­dente Vladimir Putin orde­nó al ejército ejecutar una operación especial con dos propósitos claros y limita­dos: proteger a la población de la región del Donbass que había optado por unirse a la Federación Rusa, y des­armar al ejército ucraniano, destruir sus batallones de criminales nazis y conseguir que el territorio de Ucrania no se constituyera en una base para agredir a Rusia.

Ante las primeras accio­nes del ejército ruso, Esta­dos Unidos y Europa res­pondieron –no con tropas como habían prometido- si­no entregando una desco­munal asistencia crediticia y de equipo militar a Ucra­nia que ya se acerca a los 100,000 millones de dóla­res, y un carrusel de sancio­nes económicas, financieras y diplomáticas contra Rusia para destruir su producción, su comercio y su relación con el mundo.

Hasta ahora, el resulta­do ha sido alarmante: Ru­sia tiene ya el control de to­da la ribera del Mar Negro que corresponde a Ucra­nia, mientras que el puer­to de Odessa, más al oeste, fue minado por los militares ucranianos y los silos de ce­reales y fertilizantes no salen porque los barcos no pue­den zarpar.

Naturalmente, al frente está la Armada rusa en gue­rra que tampoco los va a de­jar hacerse mar afuera sin que antes Estados Unidos y la Unión Europea levanten las sanciones contra las ex­portaciones rusas y desblo­queen los fondos embarga­dos en sus países.

Las sanciones estado­unidenses y europeas con­tra Rusia se extendieron al petróleo y el gas que com­praban, y dispusieron la prohibición de vuelos de ae­ronaves rusas en el cielo de esos países.

El balance es muy cla­ro: después de las sancio­nes, Europa compra com­bustibles mucho más caros en Asia –en ocasiones re­vendidos de exportaciones rusas- y en Estados Unidos, llevando la inflación a las economías más importan­tes de esa región y exportán­dola al mundo en forma de mercancías y servicios.

Al responder prohibien­do que aerolíneas europeas y estadounidenses vuelen sobre el inmenso territorio ruso, los viajes de Europa a Asia se han tornado mucho más costosos y largos.

Guerra sin reservas
Ahora resulta que nadie en el mundo disponía de reser­vas de alimentos, fertilizan­tes y combustibles para pres­cindir de las exportaciones de Rusia, Bielorrusia y Ucra­nia, y con esta guerra se es­casean en los mercados y por tanto se encarecen más de lo que había provocado la pandemia.

Ese cuadro es lo que lleva a Jamie Dimon, director eje­cutivo de JPMorgan Chase, a decir el pasado martes que para la economía mundial hay un huracán a la vista y las cosas van mal.

Y para él van mal porque Europa no tiene cómo solu­cionar su abastecimiento de combustibles y alimentos sin las exportaciones ruso-ucra­nianas y a eso se agrega el aumento de las tasas por la Reserva Federal que enca­recerá los financiamientos y disminuirá los negocios.

Y aquí improvisando
Mientras la perspectiva en el mundo es que se encarezcan los combustibles y los ali­mentos, en el país, que está obligada a importar carbu­rantes porque no los tiene, se quiebra una agropecua­ria capaz de producir to­do lo que se necesita para la mesa: arroz, habichuela, plátano, yuca, batata, papa, yautía, ñame, auyama, ajo, cebolla, frutas, criar pollos, pavos, patos, guineas, cer­dos, chivos, ovejos, bece­rros, para hacer florecer las importaciones de todo eso con el dinero del gobierno y sin pagar arancel.

Por eso el crecimiento de la agropecuaria entre ene­ro y agosto de 2020 fue su­perior al 4.8%, pero este año no alcanzará ni siquiera a 2%, porque sembrando en los medios de comunicación mientras se les entrega el di­nero público a los importa­dores, no se revierte esa caí­da de la producción.

Con una inflación ron­dando el 10%, según ad­miten las autoridades que establecen las políticas mo­netarias y también sirven las estadísticas, el Banco Cen­tral aumenta la tasa de polí­tica monetaria para llevarla, por ahora, al 6.5%.

Como escribí el 4 de fe­brero pasado, esa decisión favorece el ahorro interno para evitar que los pesos sal­gan a buscar dólares y estos se vayan para mercados más ventajosos en el exterior, pero encarecen el financia­miento productivo y los em­presarios serán más cautos para nuevos negocios con­tratando dinero más caro y un entorno internacional muy inflacionario.

El resultado neto de la combinación de carestía de combustibles y alimentos, ta­sas de interés más altas y una guerra en expansión que ha­rá que estos factores se pro­longuen en el tiempo, no puede ser otro que estanca­miento del crecimiento, in­flación y pérdida de puestos de trabajo (estanflación).

En el plano político inter­no, el país tendrá una de sus peores dificultades, porque el gobierno tiene muy po­co que enseñar a los electo­res y la oposición no dispone hoy de una figura capaz de aglutinarla y presentar una opción pulcra y encantado­ra para superar el momento gris y amargo que atravesa­remos en los próximos me­ses, pero sobre todo, duran­te el preelectoral año 2023.

Un consejo gratuito a ries­go de ganar ingratitud: estos serios problemas del país no se resuelven haciendo pasa­relas, repartiendo el patrimo­nio entre oligarcas, forzando presencia en los medios para crear la percepción de que es­tamos en la mejor época de la historia, pero mucho menos tratando de imponer morda­zas administrativas y legislati­vas al derecho de expresión y la libertad de prensa.

La historia ha mostrado que en este país quienes más han pisoteado a la prensa para crear culturas de falsa realidad, luego no han con­tado con esos medios para defenderse en los tribunales y “probar” su inocencia. ¿Es así Jean Alain?

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