El cambio climático: un desafío existencial
El cambio climático: un desafío existencial
Juan Temístocles Montás
Desde el domingo, 31 de octubre del presente año, se está celebrando en Glasgow, Escocia, la llamada COP26, la cumbre internacional sobre el cambio climático, que durará hasta el12 de noviembre
COP son las siglas en ingles de Conferencia de las Partes, que constituye una reunión, por lo general anual, de los países que forman parte de la Convención Marco de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático, CMNUCC. Esta convención fue adoptada en 1992 y bajo su amparo se aprobó en 1997 el Protocolo de Kioto y, en 2015, se adoptó el Acuerdo de Paris mediante el cual todos los países que se sumen a dicho pacto se comprometen a reducir sus emisiones de gases de efecto invernadero con el propósito de que el aumento de la temperatura media del planeta no supere los dos grados centígrados respecto a los niveles preindustriales y, en la medida de lo posible, que no rebase los 1.5 grados. De acuerdo con la NASA, en 2020 la temperatura global ya se había incrementado en 1.18 grados centígrados con relación al año 1880.
La COP26 es considerada como la ultima oportunidad para conservar el objetivo de mantener el calentamiento global en no más de 1.5 grados centígrados por encima de los niveles preindustriales. Esto representa posiblemente el desafío más grande a que tiene que hacer frente la humanidad en los próximos años porque para lograr ese objetivo será necesario transformar la matriz del actual sistema energético que ha sido el sustento del desarrollo económico logrado durante todo el siglo XX y lo que va del siglo XXI.
La principal fuente de emisión de gases de efecto invernadero es la combustión de combustibles fósiles (petróleo, carbón y gas natural), ampliamente utilizados en la generación de electricidad, en el transporte y en las actividades industriales. A partir de ahí se genera el dióxido de carbono, principal componente de los gases de efecto invernadero, cuya concentración en la atmosfera ha venido creciendo de manera importante. Mientras en 1880, la concentración de dióxido de carbono fue de 285 parte por millón, en 2020 ascendió a 414 parte por millón, en correspondencia con el incremento de la demanda de energía que en los últimos 50 años se ha multiplicado casi por 3.
Cuando expresamos que el desafío climático es posiblemente el mas grande que la humanidad tiene por delante, partimos del siguiente hecho. A pesar de que durante los últimos años se ha planteado la urgencia de hacer frente al problema del calentamiento global, a fin de evitar daños ambientales irreversibles e incrementos de la intensidad y frecuencia de los fenómenos meteorológicos extremos, no se han producido avances, por el contrario, la situación ha empeorado y esto tiene que ver con el hecho de que la matriz energética mundial se ha mantenido prácticamente inalterada en los últimos años. Al observar el gráfico que se muestra a continuación se aprecia que el petróleo, el carbón y el gas natural, que son los principales responsables de las emisiones de dióxido de carbono a la atmosfera, representaron en 2019 el 80% de la demanda total de energía primaria, y que esa proporción era prácticamente la misma 10 años atrás (un punto porcentual menos en 2019.
El gran desafío que tiene la humanidad de cara a los próximos 30 años es como reducir a su mínima expresión esa proporción de combustibles fósiles en la matriz energética global. Esto no será fácil ya que muchos países y sectores económicos dependen del petróleo, el carbón y el gas natural para su desarrollo económico. Solo el reconocimiento de que persistir en esa situación nos está conduciendo al desastre climático, obliga a poner en marcha desde ya un agresivo programa de descarbonización del sector energético a fin de lograr que a 2050 tengamos cero emisiones netas de dióxido de carbono que es el punto en el que los gases de efecto invernadero se eliminan de la atmosfera con la misma rapidez con la que se añaden.
Eso implicará apostar por fuentes renovables de energía, por la transformación del sector transporte hacia vehículos eléctricos, etc.
Juan Temístocles Montás
Desde el domingo, 31 de octubre del presente año, se está celebrando en Glasgow, Escocia, la llamada COP26, la cumbre internacional sobre el cambio climático, que durará hasta el12 de noviembre
COP son las siglas en ingles de Conferencia de las Partes, que constituye una reunión, por lo general anual, de los países que forman parte de la Convención Marco de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático, CMNUCC. Esta convención fue adoptada en 1992 y bajo su amparo se aprobó en 1997 el Protocolo de Kioto y, en 2015, se adoptó el Acuerdo de Paris mediante el cual todos los países que se sumen a dicho pacto se comprometen a reducir sus emisiones de gases de efecto invernadero con el propósito de que el aumento de la temperatura media del planeta no supere los dos grados centígrados respecto a los niveles preindustriales y, en la medida de lo posible, que no rebase los 1.5 grados. De acuerdo con la NASA, en 2020 la temperatura global ya se había incrementado en 1.18 grados centígrados con relación al año 1880.
La COP26 es considerada como la ultima oportunidad para conservar el objetivo de mantener el calentamiento global en no más de 1.5 grados centígrados por encima de los niveles preindustriales. Esto representa posiblemente el desafío más grande a que tiene que hacer frente la humanidad en los próximos años porque para lograr ese objetivo será necesario transformar la matriz del actual sistema energético que ha sido el sustento del desarrollo económico logrado durante todo el siglo XX y lo que va del siglo XXI.
La principal fuente de emisión de gases de efecto invernadero es la combustión de combustibles fósiles (petróleo, carbón y gas natural), ampliamente utilizados en la generación de electricidad, en el transporte y en las actividades industriales. A partir de ahí se genera el dióxido de carbono, principal componente de los gases de efecto invernadero, cuya concentración en la atmosfera ha venido creciendo de manera importante. Mientras en 1880, la concentración de dióxido de carbono fue de 285 parte por millón, en 2020 ascendió a 414 parte por millón, en correspondencia con el incremento de la demanda de energía que en los últimos 50 años se ha multiplicado casi por 3.
Cuando expresamos que el desafío climático es posiblemente el mas grande que la humanidad tiene por delante, partimos del siguiente hecho. A pesar de que durante los últimos años se ha planteado la urgencia de hacer frente al problema del calentamiento global, a fin de evitar daños ambientales irreversibles e incrementos de la intensidad y frecuencia de los fenómenos meteorológicos extremos, no se han producido avances, por el contrario, la situación ha empeorado y esto tiene que ver con el hecho de que la matriz energética mundial se ha mantenido prácticamente inalterada en los últimos años. Al observar el gráfico que se muestra a continuación se aprecia que el petróleo, el carbón y el gas natural, que son los principales responsables de las emisiones de dióxido de carbono a la atmosfera, representaron en 2019 el 80% de la demanda total de energía primaria, y que esa proporción era prácticamente la misma 10 años atrás (un punto porcentual menos en 2019.
El gran desafío que tiene la humanidad de cara a los próximos 30 años es como reducir a su mínima expresión esa proporción de combustibles fósiles en la matriz energética global. Esto no será fácil ya que muchos países y sectores económicos dependen del petróleo, el carbón y el gas natural para su desarrollo económico. Solo el reconocimiento de que persistir en esa situación nos está conduciendo al desastre climático, obliga a poner en marcha desde ya un agresivo programa de descarbonización del sector energético a fin de lograr que a 2050 tengamos cero emisiones netas de dióxido de carbono que es el punto en el que los gases de efecto invernadero se eliminan de la atmosfera con la misma rapidez con la que se añaden.
Eso implicará apostar por fuentes renovables de energía, por la transformación del sector transporte hacia vehículos eléctricos, etc.