El Código Laboral muere en la Cámara Baja: víctima del tiempo… y de los intereses

“No se trata de un descuido inocente. Esta es una lucha de intereses. Una batalla entre quienes creemos en el derecho al trabajo digno, y quienes insisten en mantener un sistema de privilegios económicos sustentado en la precariedad laboral”.

Por Edwin DeLaCruz

La historia vuelve a repetirse: el Congreso Nacional ha dejado vencer una oportunidad histórica de dignificar el trabajo en República Dominicana.

El proyecto de reforma al Código de Trabajo ha perimido, porque no fue aprobado a tiempo en la Cámara de Diputados durante la legislatura ordinaria que concluyó recientemente. Aunque fue aprobado en primera lectura, de forma exprés, no alcanzó la segunda votación requerida, y, por tanto, todo el proceso legislativo queda anulado. Vuelve a cero.

Este proyecto, depositado por el Poder Ejecutivo desde octubre de 2024, agotó dos legislaturas completas. En el Senado fue objeto de un análisis profundo durante nueve meses por parte de una comisión especial presidida por el senador Rafael Barón Duluc.

A pesar de las presiones de sectores empresariales que buscaban alterar o eliminar la cesantía laboral, y de la omisión de temas previamente consensuados, el Senado cumplió su parte y lo aprobó en segunda lectura.

Pero cuando el proyecto llegó a la Cámara de Diputados, el tiempo legislativo no alcanzó, y aunque se votó en primera lectura de urgencia, no se conoció en segunda lectura antes del cierre de la legislatura, lo que provocó su caída.

El artículo 19 del reglamento del Senado es claro: los proyectos tienen una vigencia de dos legislaturas ordinarias. Y el artículo 100 de la Constitución establece que una convocatoria extraordinaria —como la del decreto presidencial 409-25— no detiene la caducidad de un proyecto en trámite. Por eso, la reforma laboral murió en el Congreso, y ahora, todo vuelve a empezar.

Mientras tanto, el Congreso corre ahora con premura para aprobar el nuevo Código Penal, desplazando nuevamente las urgencias sociales y laborales de un país donde millones de trabajadores esperan mejores condiciones.

Y no se trata de un descuido inocente. Esta es una lucha de intereses. Una batalla entre quienes creemos en el derecho al trabajo digno, y quienes insisten en mantener un sistema de privilegios económicos sustentado en la precariedad laboral.

La patronal ha ejercido presión abierta y soterrada para frenar esta reforma, tal como lo hizo con las anteriores reformas constitucional y fiscal. No les interesa un nuevo Código de Trabajo. Les interesa seguir explotando un modelo desfasado, que no protege al trabajador ni responde a la realidad de este siglo.

Sin embargo, esta propuesta de reforma incluía avances clave: regulación del teletrabajo, reconocimiento del trabajo doméstico, fortalecimiento de mecanismos de conciliación laboral, modernización del régimen disciplinario, y lo más importante, preservación de la cesantía, una conquista irrenunciable del movimiento sindical.

Desde nuestra posición (como sindicalistas, abogados, ciudadanos y trabajadoresdenunciamos con claridad y sin ambigüedad que esta reforma no se cayó sola: fue empujada por el silencio, la dilación y los intereses de sectores que temen a un país más justo y equitativo.

Lo que ha ocurrido no es solo una pérdida legislativa, es una señal preocupante de las prioridades políticas y económicas de quienes gobiernan y legislan. Mientras se dejan vencer las reformas que benefician al pueblo, se acelera la agenda de las élites.

Por eso decimos basta. Basta de retrasos. Basta de excusas. Basta de convertir los derechos laborales en moneda de cambio.

El Código de Trabajo debe ser reintroducido con urgencia. Pero no solo eso: debe aprobarse con el mismo nivel de compromiso, estudio y valentía que se le ha dedicado a otras reformas. Y esta vez, con garantías de que no se volverá a sacrificar por presiones externas.

La dignidad del trabajo no puede seguir esperando. La historia está mirando. Y la clase trabajadora también.

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