El desmejoramiento urbano

Juan Guiliani Cury

Fuera del agobiante tránsito capitalino que tiene en vilo a los conductores por el continuo embotellamiento de calles y avenidas, con enormes costos de tiempo y dinero para los ciudadanos, está el problema urbano que experimenta esta ciudad. Desde que se inició el auge de las construcciones por ahí en la mitad de la década de los 70s, el ritmo de construcciones no ha cesado en el país tanto de obras públicas como privadas. El tema del desbordamiento urbanístico se ha llevado de encuentro a otrora barrios familiares de esta capital, ejemplos en el pasado, de ser paraísos de comodidad y confort. Muchas zonas de abolengo como Gazcue, Naco, Piantini, Serrallés, Evaristo Morales, para solo mencionar algunas, y lo que una vez fueron lugares de sana convivencia, diversión y seguridad, con sus viviendas de uno y dos pisos y otros de tres pisos, con sus gramas en los portales y en las aceras frontales, ya son historia patria. En los últimos 20 años esta capital, otrora primada de América, era un oasis de tranquilidad, bellas residencias con arquitecturas tradicionales y góticas han desaparecido por completo. Ya en el ensanche Piantini, no cabe una torre más y se ha convertido no en un Nueva York chiquito, sino en grotescas moles de cemento. Si bien la modernidad produce transformaciones irreversibles, esto no quiere decir que no exista la planificación urbanística para controlar los espacios públicos. Pero el ritmo de construcciones es incesante y no se ven soluciones a la vista que traigan un aliento de esperanza de tener una ciudad confortable y vivible como muchos la conocimos. El caso de Gazcue, la aristocrática zona está ya más que arrabalizada y circular por sus vías es todo un infierno para quien osan transitar. A esto se le agrega, la contaminación ambiental, acumulación de basuras, y los males que acarrean en enfermedades e intoxicaciones. Un ejemplo donde existe una planificación controlada es San Juan, Puerto Rico. Allí todo está debidamente delimitado con sus áreas verdes bien protegidas; y por el otro lado, están las zonas dónde se permiten un urbanismo con  nuevas edificaciones con varios niveles de altura. El progreso alcanzado se desmorona cuando no existe organización y plena conciencia en cuanto a la preservación de la calidad de vida de los habitantes. Tiempo hay para ir corrigiendo este gravísimo problema urbano.

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