El destape Elon-Usaid
Francisco S. Cruz
Se sabía -desde hace décadas- que la Agencia de los Estados Unidos para el Desarrollo Internacional (Usaid, por sus siglas en inglés), era, y sigue siendo, una suerte de ONG-estatal (que, desde otra óptica u otros casos, Moisés Naím llama “gongos”, para designar otras dedicadas a objetivos específicos), como la tiene China, Rusia y demás países desarrollados occidentales para expandir su influencia geopolítica-ideológica-cultural -también tecnológica-científica y comercial- en el mundo y, de paso, promover una serie de agendas supranacionales a través de programas de “ayuda” a ongs, medios, activistas variopintos y periodistas adoctrinados y pagados para tales fines u otros más estratégicos-ideológicos.
No obstante, se quiere vender la idea de que el presidente Donald Trump, a través de Elon Musk, quiere desaparecer la agencia cuando de lo que se trata es de auditar y reorientar los fines, objetivos, programas y recursos puesto en ejecución para la promoción, entre otras iniciativas educativas, humanitarias y socio-culturales, de política de género -no pocas veces desde una visión retorcida-, adoctrinamiento de periodistas en materia de relatos mediáticos y enfoque-condicionamiento sobre temáticas diversas, fusión étnica-cultural a través de la migración irregular, promoción del aborto “selectivo”, entre otros tema de la agenda 20-30, más que retorcidos…
Pero lo que más llama la atención es que todo eso venía ocurriendo por décadas -en gobiernos republicanos y demócratas (pero más en estos últimos)- y sólo ahora, con la vuelta de Donald Trump, se ha articulado toda una campaña mediática internacional para denunciar las “barbaridades“ de Elon Musk al descubrir falta de transparencia y exigir auditoría exhaustiva al respecto. Ahora, los ejecutores y beneficiarios -en todo el mundo-, están con el grito al pecho y la ética por el piso, entre ellos periodistas asalariados que no solo vendían sus servicios profesionales -en todo su derecho-, sino también servían a interés foráneos; y promovían, con ahínco y entusiasmo, “causas” espurias o de baja estofa deontológica. Incluso, algunos, hasta promovían y activaban para, a través de movimientos de demandas sociales, coadyuvar a “triunfos” políticos-electorales -los vimos aquí con la Marcha verde-. En fin, y como escribiera el extinto periodista Rafael Molina Morillo, eran “políticos de la secreta”.
De modo que no todo lo que está llevando a cabo el presidente Donald Trump es malo per se, como se quiere vender. Incluso, mucho hasta atacan lo que en el plano internacional Donald Trump enarbola-vocifera -entre ellos improbables o de efectos no muy favorable: Gaza, canal de Panamá, aranceles, Canadá, etcétera (en mi opinión, pura estrategia para reposicionar a los Estados Unidos en el escenario internacional, sin obviar riesgos-, a sabiendas de que otros gobiernos o regímenes, como China y Rusia, hacen lo mismo en su zona de influencia aunque bajo otro ropaje o estratagema).
Lo bueno, es que entre nosotros, como país pequeño y en vía de desarrollo, todo se sabe o se sabrá: en consecuencia, pronto sabremos sobre montos, para qué y quiénes disfrutaban de ese festín… (en fin, ¡nada queda oculto bajo el sol!, como reza el refrán). Para entonces o ya, algunos de nuestros más conspicuos y otrora “hacedores de opinión pública” y una retahíla de ongs serán menos que fósiles anti-éticos tirados al zafacón de la historia del periodismo nacional y del registro de organizaciones cívico-ciudadanas respetables.
El Caribe