El exterminio nazi de las «botellas”

Melvin Matthews

La sociedad civil ha creado el criollismo “botella” para describir a la persona pobre e iletrada, utilizada entre las legiones electorales por los partidos mayoritarios y que luego, tras la victoria de la organización, logran insertarse en la nómina pública debido al trabajo político realizado, pero adolecen de formación técnico-profesional para desempeñarse en la burocracia estatal.

Las “botellas”, despectivamente personas que cobran sin trabajar, se diferencian del desempleado, término socioeconómico aplicado al profesional o técnico que no ha logrado emplearse en el mercado laboral público o privado; en una palabra: aquel titulado que no trabaja.

Las botellas forman la base del “clientelismo político”; este concepto legado de la antigua Roma, abarcaba la relación económico-política entre una persona rica y altamente situada en el escalafón social, a la que se denominaba “patronus”, y otras de menor rango, llamadas clientes, a las que este protegía, ayudaba y otorgaba tierra para que la trabajaran o ganado para que lo criaran, y que devolvían los favores de su patrono ofreciéndole obediencia y sumisión, defendiéndolo con las armas, testificando en su favor ante los tribunales y, en general, sometiéndose a las órdenes de él.

Con el tiempo la palabra pasó a la política, lo que ocurrió en la propia antigüedad romana, donde el vocablo clientela designaba a los plebeyos que depositaban sus intereses y esperanzas en un político y se ponían bajo su protección a cambio de darle el voto. Ese fue el origen de la palabra, que, desde Europa, pasó al Medio Oriente y a América Latina como parte de las relaciones políticas interpersonales.

Hoy se habla de “clientelas electorales”, aludiendo a grupos que respaldan a un político a cambio de ciertas obras o favores que este les otorga o les ofrece otorgar desde el poder. El clientelismo es una relación diádica que suele darse a través de la acción gubernativa, dirigida a entregar bienes o servicios a grupos políticamente cautivos de la población.

Pero hoy la sociedad civil procura la extinción de las botellas y el clientelismo, política radical semejante al exterminio nazi contra los judíos, porque al igual que los empleados y desempleados, las “botellas” son hombres y mujeres pobres acogidos a los derechos fundamentales de nuestra Constitución, empezando por el derecho a vivir.

Esta persecución subyace en la supuesta denuncia anticorrupción desatada por Miguel Cesara Hatton, el ministro de Medio Ambiente y Recursos Naturales, contra su malogrado predecesor Orlando Jorge Mera.

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