El fatal uso oficial del “contrapunto”

Miguel Guerrero

A mediados del siglo XIV, los grandes compositores europeos introdujeron en sus partituras el “contrapunto”, una técnica para hacer más variada y vivaz sus obras. La novedad muy pronto se hizo una práctica habitual que alcanzó su pleno desarrollo en el Renacimiento extendiéndose hasta nuestros días. Se la define como una técnica de improvisación y composición musical que trata la relación entre dos o más voces independientes, con el propósito de conseguir un apreciado nivel de equilibrio armónico. Desde entonces, son contadas las obras de compositores occidentales en las que no figure esa técnica.

Entre muchos ejemplos conocidos, tal vez los más famosos entre nosotros sean el cuarteto del acto final de Rigoletto, de Verdi, basado en un drama de Víctor Hugo, y la escena con que Puccini baja el telón para cerrar el primer acto de Turandot, obra que no alcanzó a terminar, según sus biógrafos.

En política, el “contrapunto” suele tener efectos contrarios del que se obtiene en la música y el gobierno del presidente Luis Abinader es un ejemplo dramático de ello. El uso de diferentes voces “independientes” a muy alto nivel de la Administración hablando sobre la propuesta aún no formulada de varias reformas, y otras iniciativas oficiales, dista de crear el nivel de equilibrio armónico aparentemente deseado. En cambio, desafina y crea ruidos innecesarios que rompen la estructura lógica y razonable sobre la partitura en la que el gobierno aspira a escribir su obra.

La ausencia total de armonía en la composición gubernamental, a causa del empleo errático del “contrapunto”, pudiera restarle al esfuerzo el apoyo indispensable para convertir en ley el conjunto de iniciativas en las que el presidente Abinader cimenta el futuro éxito del gobierno. Aunque la técnica es común en la cultura musical de Occidente, es obvio que el “contrapunto” es ajeno a la tradición que vino con el “cambio”.

Publicado en El Caribe

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