El fin de la guerra se ve lejano en el frente de combate cerca de Járkov
Járkov (Ucrania), 29 may (EFE).- Después de más de tres meses de guerra, soldados ucranianos en el frente de combate cerca de Járkov temen que la invasión rusa va para largo, por lo que tendrán que seguir luchando en zonas como ésta en el este de Ucrania para que Rusia no recupere territorio que han liberado.
«Sí, eso creo», responde a Efe uno de ellos al preguntarle si piensa que durará mucho la guerra. El joven, de 24 años, prefiere ser identificado solamente con el seudónimo de Casper, comenta mientras sonríe.
No se pueden tomar fotos ni grabar vídeo más allá de la entrada de una trinchera donde cuenta con la cara medio cubierta sus sensaciones sobre la invasión que Rusa comenzó el pasado 24 de febrero. Cualquier dato sobre sus identidades o su posición próxima a la línea de combate compromete su seguridad.
VOLUNTARIO A LA GUERRA
Aunque no tenía experiencia militar no dudó alistarse voluntario en las Fuerzas Armadas ucranianas a poco de comenzar la guerra. Ahora no cree que «se tranquilice» el presidente ruso, Vladímir Putin, como para detener de pronto la invasión.
Los militares rusos «tienen muchas armas, misiles, municiones», con lo que podrán seguir combatiendo sin que para ellos sea «una cuenta atrás», sin fecha límite para lograr sus objetivos, apunta.
A unos metros de donde se encuentra un grupo de soldados ucranianos está una hilera de vehículos militares rusos calcinados, como algún tanque, camiones de transporte de armamento y pequeños autobuses para llevar combatientes, entre los restos de un sinfín de proyectiles e incluso algún mortero sin detonar.
«Creo que si – Putin- lo hubiera pensado hace tiempo, que Ucrania está unida, como una gran familia, que cada región tiene una conexión más fuerte» dentro del país, no se hubiera atrevido a iniciar la invasión, comenta.
El joven cuenta que en algunos momentos tuvo miedo, como cuando cayeron cerca bombas de racimo, que están prohibidas por un tratado internacional, del que ni Ucrania ni Rusia son firmantes, y cuyo uso en esta guerra ha sido denunciado por organizaciones como Naciones Unidas.
«Es imposible acostumbrarse a las explosiones, aunque es siempre lo mismo» en su día a día, asegura, mientras el lanzamiento de un misil ruso es respondido con otro de los ucranianos.
En esta zona casi desierta, pues la mayoría de los civiles fueron evacuados, hay un ir y venir de camiones de bomberos, tras los impactos de proyectiles rusos que provocan algunos incendios con columnas de hubo visibles en kilómetros. Los agujeros que dejan en carreteras y campos de cultivo parecen formar ya parte del paisaje.
«Una vez estuve cerca en la batalla, pero no puedo decir el lugar, aunque durante la mayor parte del tiempo son combates de artillería», señala.
LEJOS DE LA FAMILIA
Lleva una pequeña bandera azul y amarilla de su país pegada en el chaleco antibalas y una calavera sobre una de las mangas del uniforme que camuflaje. Cada poco pasan compañeros de las Fuerzas Armadas ucranianas en vehículos a gran velocidad.
Él vino a Járkov hace cuatro años pero es de Jersón, en el sur de Ucrania, de donde es su familia, en una zona ahora ocupada por los rusos.
Cuando comenzó la guerra decidieron que su pareja se fuera a Alemania. Estaban esperando un bebé, pero lo perdió, lamenta.
Járkov está cerca de la frontera con Rusia y es una de las ciudades ucranianas más castigadas por misiles rusos, con barrios enteros destruidos, de los que habían sido evacuados muchos de los cerca de dos millones de habitantes del área metropolitana de la ciudad, que es la segunda mayor de Ucrania tras la capital, Kiev.
Las tropas rusas no lograron tomar Járkov y ahora espera que los ucranianos recuperen el control de Jérson, donde afirma que su familia lo pasa mal, con miedo por los combares que sigue habiendo cerca y problemas para encontrar comida.
«Les digo que estén en refugios, que no se muevan, que vendré para reencontrarnos y todo estará bien», sentencia.
Por Luis Ángel Reglero