El folclore y la otra Semana Santa

Por DAGOBERTO TEJEDA ORTIZ 

La iglesia católica, desde Constantino, ha sido parte integrante, a través del Estado, de la estructura dominante, de la élite del poder, razón por lo cual muchas de sus celebraciones se han convertido en actividades oficiales en la sociedad. En la  liturgia de la iglesia, la Semana Mayor se identifica como la “Semana Santa”, donde se conmemora simbólicamente la pasión, “muerte” y resurrección de Jesucristo, el hijo de Dios.

La liturgia asume particularidad, desde cubrir “los santos” con un manto, utilización del morado como luto y dolor, hasta silenciar las campanas y utilizar en su lugar a las matracas.  ¡Es humanizado Jesús y mostrada sus dimensiones  divinas como Dios!

De esta conmemoración el pueblo desarrolló su propia interpretación, sus conceptualizaciones en un folclore particular. Mientras la iglesia oficializa con la legitimización del Estado propuestas como la regularización del trabajo en las oficinas públicas, la determinación de colocar la música sacra, “la música clásica” en la emisoras de radio, por lo menos el Jueves y el Viernes Santo,  hasta hacer presente simbólicamente la aparición de “soldados romanos” en la procesión de La Dolorosa”, sectores seculares urbanos van redefiniendo una dimensión “pagana”, simbolizada en la violación de estas normas oficiales, en la recreación en las playas con la presencia y el consumo de alcohol, mientras una parte importante del pueblo elabora y participa de manifestaciones folclóricas, exponente de nuestra identidad, sobre las cuales se han elaborado interpretaciones prejuiciadas y deformadas de la verdad.

De tal manera que estamos viviendo una fase de transición, en espacios de cierta tolerancia donde van desapareciendo viejas  manifestaciones,  va surgiendo nuevas y son revalorizadas algunas que estaban segregadas las cuales  comienzan a ser legitimadas.

No bañarse en los ríos los viernes santo, no clavar ni hacer hoyos en la tierra, no tener ese día,  relaciones sexuales, pasarle dulces a los familiares y vecinos para ser aprovechados el Sábado de Resurrección, no cobrarle a nadie el pago de deudas económicas, la quema del Juda, son parte de las tradiciones que se van agrupando solo en el recuerdo, permaneciendo las de ingerir olímpicamente habichuelas y habas con dulces.

Todavía queden minorías recreativas de expresiones cimarronas, de herencia afro, que son la base de resistencia cultural y forjadores de la identidad en diversas comunidades del país, donde participan cientos y cientos de personas, que han sido ignoradas, clandestinizadas y deformadas por los medios de comunicación social.

Esa es la otra cara de una Semana Santa secuestrada,  que coincide con la llegada de la primavera, convirtiéndose en una festividad de trascendencia que es un atributo y una ofrenda ecológica, mágica-religiosa, a la naturaleza, por la llegada de la primavera.

La otra Semana Santa, desde el punto de vista folclórico, solo ocurre en algunas comunidades del país, privilegiadamente en la región Sur, donde étnicamente se dieron procesos de presencia afro.  Desde el Jueves Santo en la noche se llenan varias comunidades de manifestaciones del Gagá hasta el Domingo de Resurrección.  En este periodo, tendremos desde el jueves en la noche, el Gagá del Ingenio, en La Ceja, La Romana, San Luis, Boca Chica, Barahona, Mata Mamón etc., y su culminación en un encuentro de diversos Gagá el domingo en  Guaymate, La Romana. El Gagá del Ingenio.El Gagá del Ingenio.

El Domingo de Resurrección, en Polo, Barahona, cruzan los caminos el Gagá de “Dambalá”, modalidad única, cuyas simbolizaciones están en el arcoíris y en el machete.

El Domingo de Resurrección, en la comunidad de Los Negros y El Peje, en la Provincia de Monte Plata, encontraremos en horas de la mañana la salida de Los Negros, personajes ecológicos con disfraces con elementos naturales, los cuales se convierten en guardianes del comportamiento de los niños en la familia y la comunidad, tal como ocurre en el Cruce de Matayaya, en Elías Piña. Pueden aparecer reminiscencias afro como los tiznaos en Miches los Miércoles Santo o el Platanú en el Batey Chicharrón, entre Hato Mayor y San Pedro de Macorís.

En Elías Piña, se encuentra una muestra de una modalidad del Gagá diferente. Es un Gagá teatralizado, el más ritual del país, donde Cun-Cun, es la única mujer jefa de Gagá, donde la ceniza de la quema de las Máscaras del Diablo, son repartidas en los sembradíos para una mejor cosecha, como parte de un culto a la naturaleza y a la vida ante la llegada de la primavera. Máscara del Diablo de Elías Piña.Máscara del Diablo de Elías Piña.

En los alrededores de la ciudad de San Juan se encuentras el personaje de “Los Tifúas”, máscaras ecológicas,  elaboradas en base a plumas de gallina y biajacas, con un vestido de mujer, en honor de la primavera, que salen por las calles marginales de algunos barrios populares asustando con una vara a los niños.  Se pueden encontrar al personaje de “cocoriaco”, que tiene como máscara una cabeza de caballo, pintada de negro, encontrado por nosotros en Villa Altagracia y La Habana.

En Cabral Barahona, podemos acompañar durante tres días a Las Cachúas, cuando se adueñan del pueblo, imponiendo sus normas, que rompen con la cotidianidad.  Por ejemplo, “ninguna mujer puede en esos tres días salir a la calle sin estar disfrazada” o “que ellos son los dueños del pueblo, por lo tanto, pueden entrar a las cocinas y llevarse lo que quieran”.

Los tres días culminan el lunes con diversos “juegos”, que son parte de su protocolo de actividades.  Ese día, después de recorrer las calles y tener como centro al barrio símbolo de La Peñuela, van al cementerio a llevar a las Cachúas fallecidos que han estado presentes y repiques simbólicos en las tumbas en honor de Moro, jefe Cachúa fallecido hace años.

Luego, le pegan fuego a un Judas, arrastrándolo por el cementerio, para que desaparezca lo viejo y le de paso a la vida, al tiempo que se grita: “Júa, Júa  e, lo mataron por Calié”.

Esta es la otra Semana Santa, la del folclore, deformada, clandestinizadas y difamada, con importantes manifestaciones de un “carnaval cimarrón”, expresión afro, parte integrante como patrimonio de nuestra identidad, de nuestro folclore y nuestra cultura popular

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