El fruto de un choque de intolerancia

Por Miguel Guerrero

El enojoso incidente protagonizado en Higüey por una joven fiscal y varios agentes de la Policía, que medio país ha presenciado en las redes con profunda consternación, es evidencia inequívoca de la crisis de autoridad que vivimos.

Lo lamentable es que en la discusión que culminó en el triste espectáculo de varios agentes, incluida una mujer, y la fiscal, tratando de forzar por medios violentos a la funcionaria a entregar la llave de un vehículo que había estacionado a la entrada de la Fiscalía, no hubiera llegado a ese extremo si hubiera accedido a entregarla para mover el vehículo. Después sobraba el tiempo para juzgar en un escenario de sosiego y sano juicio la responsabilidad o no de las partes y, por consiguiente, la justa sanción que el caso ameritara.

No pretendo de manera alguna culpar a la joven fiscal ni tampoco exonerar de responsabilidad a la patrulla por lo sucedido. Como tampoco juzgar la actitud soberbia de las partes, en un escenario nublado por la ira.

El incidente refuerza el convencimiento histórico de que las grandes tragedias, muchas veces comienzan con una pequeña discrepancia que la intolerancia de las partes se empeña en agigantar al insistir en culparse mutuamente. Incidentes de este tipo se dan a menudo en muchas esferas de la vida nacional y últimamente los hemos estado viendo con persistente frecuencia en nuestras escuelas, hasta con niñas que se golpean brutalmente por nada.

Lo que en síntesis quiero decir, es que en cualquier otro escenario parecido, es a quien más autoridad posea para prever las consecuencias de un incidente debido a sus niveles de educación y conocimiento, a quien le correspondería evitar un desenlace trágico, y ceder ante la insensatez o intolerancia, según sea el caso.

Fuente El Caribe

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