El fucú, otra vez
Por ROSARIO ESPINAL
Dicen que la tercera es la vencida, pero esta es la quinta: mucha mala suerte la del PRD-PRM. Veamos.
Con Juan Bosch de candidato, el PRD ganó las primeras elecciones democráticas posdictadura de Trujillo en diciembre de 1962. La región del Caribe era en ese entonces foco de la Guerra Fría. Cuba avanzaba su revolución apoyada por Rusia, mientras la República Dominicana estaba en la mirilla de Estados Unidos. Las élites locales hicieron el trabajo de debilitar el gobierno de Bosch, derrocado siete meses después, en septiembre de 1963. Fue una transición democrática muy efímera y al PRD le tomó 15 años volver al poder.
En 1978, el PRD ganó las elecciones y, paradójicamente, recibió el apoyo del gobierno de Estados Unidos para asegurar el triunfo frente al tramposo Balaguer. Digamos que tenía una deuda por pagar al PRD. Esas elecciones representaron el segundo intento de democratización en el país, que, a pesar de altos y bajos, se ha prolongado, ¡por suerte!, en el tiempo.
La esperanza de cambio marcó el inicio de ese segundo gobierno del PRD presidido por Antonio Guzmán, pero el fucú no se hizo esperar. En agosto de 1979 llegó el ciclón David y luego la caída de precios del azúcar y el aumento de los combustibles. Imposibilitado de repostularse por un impedimento partidario (no constitucional), Guzmán fue abatido por las circunstancias, incluida la ríspida lucha de tendencias en su partido. Terminó suicidándose poco antes de entregar el poder.
Salvador Jorge Blanco inició la tercera presidencia del PRD en agosto de 1982 bajo condiciones económicas internacionales adversas. Era el inicio de la llamada “década perdida”. La impagable deuda externa provocó fuertes devaluaciones que aumentó el costo de la vida en toda América Latina. Las protestas abundaron en la región y la República Dominicana no fue excepción: en abril de 1984 se alzaron los barrios dominicanos en medio del descontento y la desesperación económica.
En el 2000, Hipólito Mejía tuvo la suerte de encontrar una economía relativamente estable, pero el fucú tampoco se hizo esperar para desguañangar la cuarta presidencia del PRD: explotó la crisis bancaria en el 2003 que trajo inflación y devaluación. El descontento aumentó y se aguó la reelección de Hipólito en el 2004, después de haber cambiado la Constitución en 2002 para lograrlo.
La división del PRD en el 2013 llevó a la creación del PRM, donde se concentró la mayoría de la dirigencia y militancia perredeísta. Después de 16 años en la oposición ganaron las elecciones del 2020. El momento no era auspicioso. La pandemia de la COVID-19 hacía estragos y, cuando la vacunación y el ómicron combinados comenzaban a lograr la inmunidad de rebaño, llegó la incursión militar de Rusia en Ucrania. Esto genera gran incertidumbre mundial y una escalada de precios que se suma a la que ya había traído la pandemia.
Ante este historial, el Gobierno debe ser cauteloso con las decisiones que toma y no perder de vista ese fucú histórico que, siendo una externalidad, constriñe la acción gubernamental