El maltrato a los amigos

 Miguel Reyes Sánchez

El poder muchas veces obnubila el pensamiento de quienes lo ejercen. Pero no solo me refiero a quienes detentan las máximas dignidades sino a aquellos que reciben cuotas medianas y hasta pequeñas del mismo, cuya arrogancia se apodera de manera fútil de muchos de ellos.

Pero como expresó Marcos Tulio Cicerón; «Cuanto más alto estemos situados, más humildes debemos ser».

Una de las características más observadas es que en algunos casos patológicos a quienes más hieren es a los más cercanos, a colaboradores eficientes, y desde ahí se quieren llevar de frente a todo el resto de la humanidad.

El presidente Balaguer trató de captar muchos jóvenes intelectuales para tener a su alrededor un nutrido grupo de pensadores, logrando unir a su causa a algunos de ellos.

Pero en particular quería a quien hoy es un connotado historiador, con la certeza de que este como parte de su profesión y actividad escribiría su historia, y agenciarse su amistad era prioridad.

El famoso historiador recibió varios emisarios convocándolo a una entrevista con el presidente Balaguer, pero él a todos les comunicaba que no le interesaba conocerlo.

En esa actitud permaneció más de un año, desfilando por su casa los más encumbrados dirigentes reformistas, comunicadores y personas allegadas al poder. Incluso se le envió a decir que el jefe de Estado estaba dispuesto a ir al lugar que él le indicara. Y su negativa persistía.

A un comunicador de su estima le encomendaron la tarea de convencerlo sobre la entrevista, a la cual finalmente accedió, pero con la condición de que no fuera en el palacio nacional y que la entrevista fuera solo de una hora.

El presidente Balaguer lo recibiría en su residencia, para lo cual hicieron las coordinaciones necesarias, ya que otra de las exigencias era no sentarse a esperar, sino que al llegar fuera recibido de inmediato.

Así mismo sucedió, la tarde que fue a visitarlo inmediatamente fue introducido desde el parqueo al segundo piso donde se encontraba la biblioteca del gobernante que estaba aguardando su llegada.

Balaguer lo recibió con mucha alegría y entusiasmo, conversaron de diversos temas de índole nacional e internacional, ya que el jefe de Estado quería saber su opinión.

Todo iba bien hasta el momento que Balaguer le cuestionó la razón de por qué él no quería conocerlo. Y el historiador le respondió: “usted y yo nunca podríamos ser amigos, porque yo he visto como usted maltrata a sus amigos”. Balaguer, estupefacto por la respuesta, le dijo: “es que algunos se lo merecen”. Pero el catedrático le insistió: “No. Ese maltrato es a todos los que conozco que son sus amigos”. Quienes lo acompañaban, intermediarios para la entrevista, no salían del asombro.

A la hora, el historiador se levantó de su asiento dando por terminada la reunión y nunca fue amigo del presidente Balaguer, ya que no confiaba en él, aunque el gobernante continuó cortejándolo sin logro alguno.

Listin Diario 

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