El Presidente y las bondades de la transparencia

Pablo McKinney

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Como mi dilecto Facundo Ca­bral, que murió convencido de que “si los malos supieran qué buen negocio es ser bue­no, serían buenos aunque sea por negocio”, de igual modo, si nuestros políticos imaginaran cuán conveniente es ser transparentes y accesibles, serían acce­sibles y transparentes aunque solo sea por conveniencia. Lo anterior viene a cuen­to por el almuerzo ofrecido por presidente Luis Abinader a directores de medios de co­municación y líderes de opinión, el pasado martes, donde luego de una muy breve in­troducción el mandatario pasó a responder todas las preguntas sobre todos los demás y, además, con un estilo de comunicación basado en la transparencia y el respeto, que bien debería imitar más de un miembro de su gabinete. Fue un buen encuentro donde, incluso las contradicciones que en más de una preguntas/respuesta surgieron, fueron manejadas con absoluto respeto y especial atención por el Presidente aunque, como el hombre es el estilo, el mandatario no perdió la oportunidad de soltar un par de prendas desde la ironía inteligente de su discurso. Por ejemplo, cuando hablamos de los paros en comunidades del Cibao, el mandatario lamentó que de 106 demandas hechas por los huelguistas, ninguna exigía profundizar la lucha contra la corrupción y sobre todo contra la impunidad. ¡Toma ya! Periodísti­camente hablando, el almuerzo fue un com­pleto repaso de todos los temas de la agen­da nacional, -(desde los paros de protesta en municipios del Cibao, hasta la posible modi­ficación constitucional)-, en el que un fan­tasma recorrió cada metro del Salón Verde palaciego: el del grave desafío que el adver­so panorama económico mundial represen­ta para nuestro país. Fue un buen encuentro que debería repetirse próximamente -acom­pañado el mandatario de su gabinete eco­nómico- para explicar con detalles la magni­tud del desafío que nos acecha, las medidas tomadas para enfrentarlo, y enviar al país la señal de que, si bien, por un asunto de op­timismo que el liderazgo impone, para un presidente la copa siempre estará medio lle­na y nunca medio vacía, es el tiempo de to­dos andarnos vivos y atentos, recordando el consejo de Benjamín Franklin: “Cuidad de los pequeños gastos; un pequeño agujero hunde un barco”. Fue un buen almuerzo sin vino, dulce banilejo ni aguacate, es cierto, pero transparente, abierto, cordial y respe­tuoso, como debe ser, y es importante.

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