El PRM ante su espejo y espejismo

Por CÉSAR PÉREZ 

El Partido Revolucionario Moderno, PRM, tiene ante sí una compleja coyuntura nacional e internacional, la cual debe enfrentar con los incuestionables hándicaps derivados de la manera en que surgió, su relativamente rápido y complicado ascenso al poder; a los que se les agregan serios extravíos de nuestro sistema político y de partidos en particular, nuestra sociedad en general y el contexto de crisis de los partidos del mundo occidental. Esa circunstancia, la demanda de empleos de una franja de su militancia y la oposición de un sector a la decisión de celebrar la próxima convención con representación de delegados y no universal constituyen serios problemas para su gobierno.

Recordemos, el PRM nace de una escisión de un partido estigmatizado como caótico e ineficiente, el antiguo PRD. Poco después, se sumergió en un proceso electoral en condiciones muy desfavorables. Consciente e inconscientemente, algunos dirigentes y nuevos llegados del PRM se han planteado la construcción de la identidad de este partido en oposición/negación del PRD. A falta de ideas explícitamente claras sobre el partido que desean, esa identidad no se ha logrado. Pero es evidente la voluntad de construir una colectividad completamente alejada de aquella impronta esencialmente popular, de inclusión social y de “primero la gente” de los tiempos de Peña Gómez, algo que se manifiesta en algunas de las opciones políticas de este gobierno.

El PRM, al igual que los otros partidos del sistema, y de la generalidad de esas organizaciones en Occidente, ha devenido una maquinaria que se organiza para participar en eventos electorales con el estrecho objetivo de establecer un proyecto de poder, no de sociedad. En ese sentido, como casi todos, ha caído en la trampa de “organizarse” a través de un padrón de electores que, en su generalidad, exigen derechos, sin asumir deber alguno. Manejar esa masa, esencialmente inorgánica, dificulta el manejo institucional y democrático de ese colectivo. Como dice Robert Michel:” al crecer la organización disminuye la democracia”, es el precio que pagan las instituciones, sobre todo los partidos, cuando crecen exponencialmente.

En su momento, Bosch quiso un partido relativamente pequeño con una identidad distinta y opuesta al PRD de cuyas entrañas nació el PLD. Terminó construyendo una organización básicamente de capas medias, a la que sus discípulos convirtieron en pivote/madriguera de los sectores más conservadores del país. Es el espejo que tiene ante sí el PRM. Este se considera, y lo presentan, como social demócrata, pero la sistematización del rechazo a su significativa franja/memoria popular, que fue clave en la construcción de la mayoría que lo llevó al poder, dice lo contrario. Un espejismo que conduce a ninguna parte.

La historia recoge muchos hechos que constituyen una verdadera ironía o expresiones distorsionadas del resultado esperado. En sus inicios, el PRM se sentía angustiado por su limitada presencia en unas capas medias que constituían un bastión del PLD. Se propuso conquistarlas y lo logró, pero en esencia, esto fue posible debido al hastió generalizado en la sociedad dominicana contra los gobiernos de ese partido. De débil en las capas medias, el PRM tiende a convertirse en el partido de esos sectores y de importantes grupos de altos ingresos. Pensar o desear un partido de ese perfil, es ir contra la tendencia predominante en la región: la formación de alianzas o agrupamientos que demandan inclusión social, fortalecimiento del Estado y defensa de lo público.

Es la tendencia que despunta en Colombia, Chile, Brasil, Bolivia y que es algo consustancial a Costa Rica, que son las experiencias más salientes. Por consiguiente, la apuesta de muchos dirigentes del PRM de borrar lo que queda de la memoria histórica de ese partido, presente en sus bases y que es el sector más activo de su militancia y en algunos de sus dirigentes, constituye un sin sentido que, de consumarse, castraría las potencialidades de las medidas profilácticas en algunos ministerios, la Procuraduría y otros organismos descentralizados, circunstancia ésta que justifica la expulsión del poder de las peligrosas estructuras de corrupción e impunidad que operaban y daban su contenido al anterior gobierno peledeista.

Persisten muchas taras del pasado y despuntan nuevas en el presente, y eso no se supera con un partido pensado para las capas medias y altas de esta sociedad, eso tiene pocas posibilidades de ser sostenible a mediano y largo plazo. Las protestas que van en aumento, conforme el país sale de la pesadilla Covid, son claros indicadores de que la apuesta al capital privado no es la respuesta adecuada a los ancestrales problemas de exclusión social, de la incertidumbre y deterioro moral que se observa en casi todo el tejido social de esta sociedad. Ese deterioro podría ser potenciado por la presente coyuntura de carácter mundial caracterizada por la crisis generalizada en las esferas de la economía y de la política.

Pero, en definitiva, una cosa es clara: a pesar de su relativa importancia, la suerte de este país no descansa en lo suceda o no en el PRM, sino en la capacidad de que aquí produzcamos ideas que conduzcan al diseño de un proyecto de sociedad que colme el viejo sueño surgido en el proceso de nacimiento de los partidos: el “triunfo del pluralismo social frente a un orden estatal simplemente constrictivo y conservador” …de cualquier color.  Lo demás es espejismo puro y duro

Comentarios
Difundelo
Permitir Notificaciones OK No gracias