El té de Patria

Josefina Almanzar

El pasado sábado 26 de febrero tuve la oportunidad de asistir a una actividad que tenía mucho tiempo pendiente en mi agenda. Hace años en cada febrero vi en las redes sociales esa invitación que me llenó de curiosidad y de cierto asombro, pues el título de la misma me pareció un tanto extraño, ya que lo desconocido, lo que ignoramos periódicamente lo tratamos a la distancia.  

Igualmente, mi curiosidad y asombro tenía sus raíces en que lo que conocía de ella a través de los textos y relatos históricos no me lograron conectar con la actividad. Pero este sábado 26 desafiando la lluvia que con mucha intensidad bañaba la zona de la región norte, junto a mi amiga Ingrid Tavárez, nos fuimos rumbo a Conuco en la provincia Hermanas Mirabal para encontrarnos con el Té de Patria.  

El camino entre grandes patios, jardines, casitas de madera pintada de bellos colores y la naturaleza viva era simplemente hermoso. Cada mirada en el horizonte que se abría ante nosotras era alucinante. Parecía que entrábamos al túnel del tiempo, un túnel que abría caminos de esperanzas, sueños y anhelos de aquellos y de estos tiempos.  

Fue fácil transitar los caminos y llegar a ese lugar majestuoso, impresionante que fue el hogar donde Patria Mirabal Reyes vivió junto a su esposo Pedro González y donde llevó a la vida a sus hijos Nelson, Raúl ya su hija Noris.  

Llegar a ese jardín impresionante que abría sus puertas para invitarnos a conocer otras facetas de Patria, otras virtudes más allá de la heroína. Nos abría sus puertas para que recorriéramos sus trillos, oliéramos sus hierbas, admiráramos sus trinitarias de múltiples colores, pero sobre todo sintiéramos las presencias de Patria, de Pedro, de esos seres que navegaron por esta existencia para dejarnos los claros mensajes del trabajo tesonero, del servicio, entrega y amor a una nación sin tiempo.  

Patria nos recibió para que pudiéramos mirar a la mujer, a la humana, a esa Mariposa de carne y hueso que entregó su vida por la dignidad, la libertad y la justicia social pero que también combinó su existencia terrenal con el amor al hogar familiar, con los detalles que iluminan la vida en sus cotidianidades.  

Caminar por ese jardín, sentarme en las ruinas de una casa que fue construida con el amor de dos seres fuera de su tiempo y destruida por los esbirros de la oscuridad de todos los tiempos, los cuales no le bastó asesinar el alma de esa familia, sino que también robaron, ultrajaron su patrimonio para borrarlo de la faz de la tierra, me hizo entender el arraigo, la raíz profunda de Patria.  

Patria era una mujer que pertenecía a la tierra, sostenida en la siembra, arraigada en la vida, nutrida en la fuente de la abundancia divina. Ese día descubrimos como coleccionaba tazas de té, como sembraba sus hierbas de diferentes especies para hacer el té que nunca faltaba en su hogar.  

En la voz apasionada de la ilustre educadora, filósofa, escritora, Emelda Ramos seguimos descubriendo mucho más de la Mariposa Patria, nos relató con una emoción estremecedora sobre como en su ser quizás inconsciente todavía catorce años antes de su asesinato, estaba la rebeldía, la a vivir bajo el yugo opresor del tirano al comprar una camioneta Chevrolet para transportar productos y luego pasajeros que pintó de verde olivo con un letrero de resistencia que llevaba como título: Patria Libre.  

Definitivamente este sábado 26 de febrero marcó otro comienzo para mí y mi amiga Ingrid. Otro mirar hacia Patria Mirabal Reyes. Ella nos invitó a caminar junto a sus pasos en su jardín. Nos abrió las puertas de su interior divino para a través de un sorbo en una taza de té recordarnos que a pesar de los pesares siempre valdrá la pena luchar, soñar, amar y volar hasta alcanzar lo que queremos y merecemos.  

Hasta nuestra próxima cita Patria para compartir y saborear nuestra taza de té.  

La autora es abogada y docente universitaria.  

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