El trágico balance de la inequidad
Por JUAN LLADO
La pobreza es culpable de muchas horrendas realidades. Entre ellas figura una sombría cuota de responsabilidad en que se tronchen y pierdan cientos de vidas humanas anualmente. Ella provee el trasfondo y macabro caldo de cultivo a la delincuencia, los feminicidios, los suicidios, una parte de los embarazos de adolescentes y los naufragios de los migrantes ilegales. Desconociendo las causas que engendran estos odiosos fenómenos, la clase media y la elite económica no deben seguir impertérritas. La paz social no se logra con una vergonzosa indiferencia.
A pesar de su rol de padre irresponsable, Marx nos legó el soberbio dictamen de que el factor econÓmico determina las conductas sociales. Por su lado, los científicos sociales apuntan a la multicausalidad de la pobreza, siendo la desigualdad social un determinante clave. Pero la definición más moderna de la pobreza la ofrece el célebre economista Amartya Sen: “La falta de capacidad de producir o de realizar el potencial productivo” de cada ser humano. Ser pobre es la “imposibilidad de alcanzar un mínimo de realización vital por verse privado de las capacidades, posibilidades y derechos básicos para lograrlo.” No hay que emplear la teoría marxista para intuir que el estatus socioeconómico de los hogares pobres incuba las conductas de sus integrantes.
Un observador imparcial intuirá que es un injusto reparto de la renta y la riqueza lo que genera desigualdad social y pobreza. Y la frustración del individuo pobre, al verse imposibilitado de realizar su potencial, con frecuencia genera conductas aberrantes que desembocan en tragedia. Puede que en muchos casos el libre albedrio juegue un papel determinante, pero los hogares rotos y los monoparentales tienden a exhibir débiles valores morales y los jóvenes son especialmente vulnerables a las estrecheces económicas. Es lógico suponer que los fenómenos mencionados más arriba tienen una siniestra imbricación con las condiciones de pobreza en que se han desarrollado sus protagonistas.
El tétrico resultado de la delincuencia se trasluce por el número de “ejecuciones extrajudiciales”. Según la Embajada de los Estados Unidos, “entre 2010 y 2021 más de 4,000 personas murieron durante enfrentamientos con la policía o las fuerzas de seguridad”. La Procuraduría reportó que el pasado año fueron 41, pero se cree que ese número esta subestimado. Además, este es un número corto cuando se compara con las cifras de años previos. Negar a los sospechosos de crímenes de sus medios de defensa es bochornoso, pero peor es que en más de un 80% de las muertes las víctimas fueron jóvenes menores de 30 años provenientes de barrios marginados.
En general la sociedad da la espalda a esa sórdida realidad y la inserción del joven en el mercado laboral se dificulta. En una reciente encuesta de hogares a nivel nacional se encontró que “en el 76.5% se considera que el motivo de la delincuencia es el desempleo, mientras que el 30% cree que se debe a la pobreza, y un 15.8% apunta a la falta de oportunidades para estudiar”.
De cada 100 atracos 80 se cometen en motores.
Tanto la Comisión Nacional de los Derechos Humanos, el Departamento de Estado de EEUU y la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH) frecuentemente condenan estos hechos. En un reciente reporte la CIDH sentencio: “La Comisión urge al Estado dominicano adoptar medidas urgentes para investigar en forma exhaustiva estas violaciones al derecho a la vida, a fin de que los responsables sean juzgados y sancionados por la justicia ordinaria. La Comisión reitera que el Estado es responsable de las violaciones a los derechos humanos, perpetradas o no por agentes del Estado, que no son investigadas adecuadamente, ni sus autores sancionados y sus consecuencias reparadas satisfactoriamente.”
Los feminicidios fueron 152 el pasado año. Según Naciones Unidas, “la eliminación de la violencia contra las mujeres y las niñas sigue siendo la cuestión de derechos humanos más urgente para la República Dominicana. Según el Observatorio de Igualdad de Género de América Latina y el Caribe de la CEPAL, República Dominicana fue en 2020 el segundo país de la región con la tasa más alta de feminicidios, con 2.4 mujeres asesinadas por cada 100,000 mujeres.” Estos hechos se repiten y multiplican a pesar de la cobertura recurrente de la prensa.
La inclinación natural es a presumir que los feminicidios son producto de situaciones pasionales únicamente. Pero los analistas identifican un sinnúmero de variables. “Dentro de las principales causas de los feminicidios podemos citar: baja autoestima, trastornos psicoemocionales, poca tolerancia, machismo, dependencia emocional, pobreza extrema y trastornos de personalidad.” “La mayoría de los feminicidios son cometidos por una pareja actual o anterior de la víctima e incluyen maltrato repetido en el hogar, amenazas o intimidación, violencia sexual o situaciones en las que las mujeres tienen menos poder o menos recursos que su pareja”.
Sin embargo, una consulta informal de quien escribe con residentes en los barrios de Santo Domingo sugiere que en la raíz del problema predomina el factor económico. Las precariedades de muchas parejas impulsan a la mujer, con frecuencia de una edad muy temprana, a diversificar sus fuentes de ingresos a través de los servicios sexuales. Cuando la pareja se percata de tal infidelidad el ultraje al honor de su hombría desemboca en el asesinato, el cual con frecuencia va acompañado del suicidio del victimario. La infidelidad del macho alfa, por supuesto, no genera una situación similar.
En el paÍs hubo 900 suicidios entre enero del 2020 y agosto del 2021. Para el 2020 el Observatorio de Seguridad Ciudadana reportó 597 y 670 en el 2021; cada 13 horas ocurre un suicidio en el paÍs. Sin embargo, por cada suicidio consumado hay por lo menos 20 intentos que fracasan. “En los grupos de 10 a 19 años el suicidio está creciendo mucho en el paÍs. Pero el suicidio predomina entre las personas mayores de 55 años, siendo los hombres los más afectados con un 85%. “Las estadísticas establecen que las causas más comunes de suicidio son asuntos pasionales con 16 por ciento, dificultades de salud un 7 por ciento, problemas económicos un 6 por ciento, salud mental un 5 por ciento y un 22 por ciento se registró como causas desconocidas». Los ahorcamientos son el método más usado, seguido de envenenamiento y el uso de armas de fuego.
El factor econÓmico parecería no ser tan importante en los suicidios como pinta serlo en la delincuencia. Sin embargo, de ese 22% cuya causa no ha sido posible determinar puede haber una proporción que este ligada a lo econÓmico. Además, la situación intrafamiliar es presumible de tener alguna conexión económica. De todos modos, un 6% de 900 suicidios implica que 54 personas se quitaron la vida por ese motivo durante el periodo apuntado más arriba. Los psicólogos advierten que la pérdida de empleo producida por la pandemia ha aumentado las muertes, siendo esto un factor economico. De manera que la pobreza asoma su cabeza de medusa hasta en esto.
Por otro lado, datos de Salud Pública del 2019 “muestran que el 20,5 por ciento de las niñas y mujeres jóvenes de 15 a 19 años en la República Dominicana quedan embarazadas en la adolescencia. La mayoría de estos embarazos no son planeados ni deseados.”
“Independientemente del lugar de residencia, estrato económico, nivel educativo y religión, la maternidad adolescente, en la gran mayoría de los casos, es resultado de un embarazo no intencional. Al margen de la edad, por cada madre adolescente que declaró la intencionalidad del embarazo, hay entre dos y tres que no lo buscaron.” “Las autoridades han postergado el lanzamiento de un programa de educación en sexualidad largamente esperado, dejando a cientos de miles de niñas y niños adolescentes sin información científica precisa sobre su salud. El país tiene la tasa más alta de embarazos adolescentes en América Latina y el Caribe, según la OPS.” Huelga señalar los estragos que sobre la vida de la madre y de su vástago implica ser madre a tan temprana edad.
El vínculo entre los embarazos adolescentes y la pobreza ha sido establecido por diversos estudios. Las evidencias son de que “en los grupos más pobres existe una mayor incidencia de este fenómeno. En algunas ocasiones se plantea que la pobreza es causa del embarazo y en otras su consecuencia.” Para la OPS/OMS, “el embarazo adolescente está vinculado a determinantes sociales, económicos y ambientales que requieren intervención multisectoriales, por lo que exhortó a aplicar enfoques diferentes en el abordaje del embarazo, para llegar eficazmente a las adolescentes e incidir con programas gubernamentales en la pobreza y la falta de educación.”
Finalmente, no se requiere mucha argumentación para deducir la vinculación con la pobreza de las muertes provocadas por la migración ilegal. Solo en lo que va de año en el Canal de la Mona se han registrado 71 muertes. “Nueve de los fallecidos fueron niños haitianos, quienes murieron durante el viaje y sus cuerpos fueron arrojados a las aguas, según los reportes de la prensa de Puerto Rico. Otra tragedia en la misma franja marítima fue el fallecimiento de 11 mujeres de nacionalidad haitiana luego de un naufragio cerca de la isla de Desecheo, en la costa occidental de Puerto Rico.” Algunos analistas afirman que la brecha salarial entre RD y PR es una causa fundamental de la migración ilegal, quienes emigran provienen de los sectores más carenciados.
Queda claro que, en los casos de muertes por delincuencia, feminicidios, suicidios, embarazos de adolescentes y la migración ilegal la pobreza ejerce una influencia transversal y actúa como caldo de cultivo. Una razón más para combatirla vigorosamente y resarcir a la cuarta parte de la poblaciÓn que la sufre de ese yugo maligno que ensombrece su supervivencia. Solo una mejor distribución de los ingresos y la riqueza puede lograr la justicia social que evite tantas víctimas de la iniquidad.