El triunfo de Xiomara
Margarita Cedeño
@Margaritacdf
Honduras ha tenido una década muy turbulenta desde que en el 2009 se propinara un golpe de estado que sigue siendo un antecedente funesto para la estabilidad de Centroamérica y el Caribe.
Desde entonces, los procesos políticos y electorales no se habían librado de cuestionamientos, la clase política perdía credibilidad y legitimidad ante la ciudadanía y la infiltración del narcotráfico y el crimen organizado ponía en entredicho las acciones públicas.
Lo que sucedió en el último año y medio en Honduras ha desembocado en lo que debería ser un cambio de rumbo para ese país.
A pesar de muchos escollos, el órgano electoral pudo organizar unos comicios revestidos de legitimidad y legalidad, al que acudieron en masa los votantes, sin verse coaccionados por los poderes fácticos.
Además, la presentación de resultados preliminares en el plazo establecido por la Ley, y en consonancia con las aspiraciones de los ciudadanos, llevaron tranquilidad y sosiego a una sociedad que estaba preparada para un estallido social, si se intentaba desconocer la voluntad popular.
Como parte de la misión de observadores de la Conferencia Permanente de Partidos Políticos de América Latina (COPPPAL), la cual coordinamos, pudimos observar la organización del proceso, la participación activa de militantes y simpatizantes, y sobre todo, el compromiso cívico de los ciudadanos que llenaron las urnas desde tempranas horas de la mañana.
El triunfo de Xiomara Castro tiene varias lecturas importantes.
Constituye un momento importante para la mujer en la política y, al mismo tiempo, para los partidos progresistas en América Latina, lo cual requerirá de la nueva Presidenta el temple necesario para enfrentar el doble estigma con el que se ha querido desmeritar la participación de la mujer y de la izquierda en la política.
A la vez, la presidencia de Xiomara y su liderazgo regional ayudarán a la estabilización en Centroamérica y a un cambio fundamental en la forma de abordaje de la frágil situación económica que trae como resultado la crisis de migrantes que hemos observado en los últimos años.
El respaldo a Xiomara también está revestido de la esperanza de la mujer hondureña, que aspira al empoderamiento económico, al fin de la violencia contra la mujer y a la mejora de los indicadores sociales de la familia hondureña, especialmente de los más vulnerables en un país donde casi el 60% de la población se encuentra en situación de pobreza.
También tiene que recuperar la confianza de los hondureños en las instituciones democráticas, recuperar el sendero del crecimiento económico y abordar la deuda social del Estado con sus ciudadanos.
El camino que tiene por delante mi amiga y nueva presidenta no será fácil, pero demostrará que el cerebro femenino es capaz de afrontar situaciones complejas y convertir disonancias en armonía y conflictos en acuerdos.
Podrá demostrar, de ahora en adelante, que Honduras puede encaminarse en el sendero de la democracia, la estabilidad macroeconómica, la justicia social y la innovación, dando muestras claras de lo que debe ser un Gobierno cercano a las personas, con mucha eficiencia y capacidad de gerencia.