El valor de las voces sobre todo no comprometidas

Teófilo Quico Tabar

Muchos medios de diferentes formas contribuyen a crear opinión pública. Periódicos impresos y digitales; programas de radio y TV; comunicadores comprometidos e independientes. Muchos de ellos casi a diario.

Porque esa es su tarea. Es su profesión e incluso para muchos su medio de vida. También existen voceros de grupos de diferentes actividades, políticas de oposición u oficialistas, Sociedad Civil, gremiales. Algunos tan a menudo e identificados con determinadas posiciones, que antes de que se manifiesten, de alguna manera la gente se forma una idea clara por donde se encaminarán sus comentarios.

Todas esas formas de opinión son importantes en sociedades con vocación democrática. Pero algunas veces, al ser tan reiterativas, aunque abarquen diferentes temas, no necesariamente causan el impacto que pudieran merecer. Porque repito, la mayoría de las personas de alguna manera conocen esos estilos. Identifican a cada expositor.

Igual ocurre con dirigentes partidarios de cualquier denominación. Pues como forma parte de su quehacer diario, dan declaraciones sobre casi todo lo que ocurre en el país. Y lo hacen por todas las vías disponibles. De forma tan cotidiana, que comúnmente no provocan, salvo ocasiones especiales, el impacto que ellos pudieran esperar en la población. Porque la mayor parte de las veces, se llueve sobre mojado. Carentes de creatividad.

Forman parte de lo que se podría denominar: las voces y opiniones de la cotidianidad. Los que hablan, analizan o escriben con frecuencia. Y la gente los categoriza o estigmatiza. Saben sin mucho esfuerzo, como si fueran lanzadores de pelota si lo que van a lanzar son curvas o rectas. También están los que en cierta forma, se diferencian de algunas de las voces y opiniones de la cotidianidad.

En tal sentido, la misma sociedad ha identificado algo así como dos flancos, dos columnas, dos sectores. Unos con posiciones tan definidas entre ellos, que no hay que hacer grandes esfuerzos para diferenciarlos. Y la otra que, aunque no lo hacen con tanta frecuencia, por la creatividad, provocan cierto impacto.

De todas maneras, en cualquier sociedad democrática, tienen mucho valor unas y otras. Pues en ambas puede haber cierto grado de sensatez. Tanto cuando se hacen sentir voces que emiten opiniones al margen de la cotidianidad como en las reiterativas. Porque con esas voces se crean esperanzas. Se refuerza la democracia. No importan los años, ni los esfuerzos que tengan que realizar. Se necesitan esas voces orientadoras. Viejas y nuevas. Sin importar las tendencias. Siempre coadyuvando a fortalecer nuestra institucionalidad y nuestra democracia.

Que no se callen las voces orientadoras. Con respeto y consideración. Pero orientando, exponiendo criterios, contribuyendo a que las generaciones más jóvenes no sufran las vicisitudes de sistemas que negaban o niegan el derecho a expresar ideas contrarias.

El mundo ha cambiado. Ya no son los mismos canales de transmisión de las informaciones ni de la misma forma. Pero la gente, sin importar los medios o las vías, no deja de ser un ser humano en procura de perfectibilidad. En búsqueda permanente de lo que considera su verdad y su bienestar.

Que no se callen las voces orientadoras. Con respeto y consideración

Pero orientando, exponiendo criterios

Ya no son los mismos canales de transmisión de las informaciones

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