Enjaulados y comiéndonos el estiércol
Samuel Luna
Yo me pregunto qué es lo que nos limita como dominicanos a generar una real transformación. No sólo me pregunto, también me desespero, siento una sensación de impotencia, de rechazo y enojo por todas las acciones que nos mantienen sin agua, sin acueducto, sin energía, sin empleos. Con una clase media muy débil y casi extraña. Mirando basura por donde quiera, celebramos la corrupción y creemos que esto no lo cambia nadie. Al final, es como caer en un conformismo hiperbólico.
Yo tengo una teoría y una creencia. Estoy convencido que debemos cambiar las creencias que venimos arrastrando desde la fundación de la isla. No me refiero a creencias políticas; es algo más complejo, hablo de la percepción que poseemos de Dios o para algunos los dioses. No sabemos porqué somos dominicanos, nos sabemos nuestro plan de vida, permitimos que otros marquen y dibujen con manos putrefactas el destino de nuestro pueblo. Es que yo no entiendo por más que leo, a que se debe que el pueblo dominicano se siente cómodo sin los servicios básicos, con clases sociales que reflejan un sistema “casi”de casta”.
Cómo es posible que la mayoría de nuestros políticos llegan al poder comprando de forma descarada la voluntad de la mayoría. No seguimos un discurso, no nos importa que nos compren. Actuamos como locos y como personas sin juicio, porque nos comemos el estiércol que es liberado por una minoría que no les importa el bien colectivo. ¡Y Dios mío! Por no decir otra palabra, por eso creo que existe algo más que nos mantiene atrapados en la pobreza, siendo nosotros un país que posee de todo. Ese algo tiene que ver con fuerzas infernales que no quieren ver a la sociedad dominicana viviendo una vida en abundancia.
No estoy exagerando, pero lo que nos pasa a nosotros solo tiene una explicación y la puedo defender y sostener, el mismo diablo y sus demonios nos han hecho creer que las cosas deben ser como ahora están. Cómo es posible que los sectores de influencia prefieren vivir cerrados como si fuéramos animales de zoológicos, rodeados de cámaras, y no nos atrevemos a salir de noche por el temor que nos atraquen. Preferimos vivir inseguros y sin ley, por no enfrentar el mal y así generar una Perestroika que reestructure el comportamiento político y social. Por muchas décadas no hemos logrado generar cambios neurálgicos. No nos esforzamos en ver un glásnost que traiga luz y transparencia en cada familia dominicana. Simplemente, no hemos podido hacer un corte transversal que duela, pero que cambie lo que has sido dominado por el mundo oscuro y de la maldad.
Hacemos un llamado a los que leen el periódico. Me refiero a las personas de clase media, a los intelectuales, a los empresarios y a algunos universitarios; a esos críticos y políticos, porque es todo ese sector que está llamado a generar cambios, pero cambios que duelan. Tenemos un caos, y lo digo con autoridad, pero todo caos puede ser cambiado a un orden. Miren a Nayib A. Bukele, presidente de la República de El Salvador; Bukele convirtió el país más inseguro de América en el país más seguro de toda Iberoamérica. Seamos honestos, las teorías sociológicas, los intelectuales, todos los programas radiales e inclusive la marcha verde que yo siempre apoyé y creo en esos esfuerzos, no han podido construir el sueño de Duarte, Sánchez y Mella.
Volviendo a Bukele, escuché de él que lo primero que se hizo fue orar a Dios, darle la prioridad a Dios y perder el temor; luego todo fue transformado. Aquí necesitamos un líder, sea del partido que sea, que implemente una agenda con principios y valores que representen el carácter de Dios -Justicia, orden, libertad- que sea humilde y que use la fuerza y el peso de la ley para parar la corrupción. Pero ese líder, necesita el apoyo empresarial y de todos los sectores que deciden. De lo contrario, sigamos enjaulados y comiéndonos el estiércol liberarado por el el mundo de la oscuridad.
Hoy