Erosión política y desgaste social sumen a Latinoamérica en la incertidumbre
Bogotá, 30 may (EFE).- América Latina vive un momento de gran incertidumbre política a causa de la erosión de sus instituciones y el desgaste económico y social que ha supuesto la pandemia, situación que se ve agravada por la zozobra que causa la guerra en Ucrania y el desinterés de EE.UU., más preocupado de sus problemas domésticos y del desafío de Rusia y China que de colaborar con la región.
América Latina y el Caribe ha sido la región más vulnerable a la pandemia. Aunque su población representa apenas el 8,4 % del total global, la región concentra el 32,1 % de las defunciones reportadas por covid-19, enfermedad que, según los datos más recientes de la Organización Mundial de la Salud (OMS), provocó de forma directa e indirecta 14,9 millones de muertes en todo el mundo.
Como consecuencia de la prolongada crisis sanitaria y social, la pobreza en la región ha alcanzado niveles sin precedentes y ha impactado fuertemente en la desigualdad y el empleo.
Se han destruido 20 millones de puestos de trabajo, un tercio de la población vive en la pobreza y la tasa de indigencia aumentó del 13,1 % de la población en 2020 al 13,8 % en 2021, lo cual representa un retroceso de 27 años, según la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (Cepal).
Pero la pandemia también ha servido de pretexto para que algunos gobernantes acaparen más poder y apliquen indebidamente el estado de excepción, régimen previsto constitucionalmente para situaciones especiales y que permite adoptar medidas excepcionales.
AUTORITARISMO, POLARIZACIÓN Y POPULISMO
«Nuevos autoritarismos emergieron en sociedades impacientes, desconfiadas y fuertemente golpeadas por la emergencia sanitaria», señala la edición 2022 del índice Riesgo Político en América Latina, que elabora el Centro de Estudios Internacionales de la Universidad Católica (CEIUC) de Chile.
América Latina se enfrenta a otro año complejo para la gobernanza, señala este documento. «Los niveles de incertidumbre, volatilidad, riesgo político y polarización se mantendrán altos» y, al mismo tiempo, seguirán presentes «el populismo, el sentimiento antiélite y el nativismo xenofóbico».
La mitad de los países de América Latina y el Caribe muestran señales de erosión democrática, apunta también el informe Estado de la Democracia en las Américas 2021, del Instituto Internacional para la Democracia y la Asistencia Electoral (IDEA).
En tanto, el Latinobarómetro advierte de que la mitad de los ciudadanos de la región están dispuestos a aceptar un Gobierno no democrático mientras sea capaz de resolver sus problemas.
«El panorama que presenta hoy en día América Latina desde el punto de vista de los valores democráticos y el respeto al Estado de derecho es muy precario. Yo me atrevería a decir, incluso, desolador», declara a Efe el abogado chileno defensor de derechos humanos José Miguel Vivanco.
TENDENCIAS DESESTABILIZADORAS
Tres grandes tendencias desestabilizadoras se están consolidando en la región, advierte Vivanco, exdirector para las Américas de Human Rights Watch (HRW).
«La primera de ellas es la noción de que basta ser elegido democráticamente para luego ejercer el poder y gobernar de un modo que puede ser perfectamente autoritario», explica.
Un segundo aspecto, aún más grave, según Vivanco, es el retroceso en la democracia electoral, con ejemplos como el del presidente brasileño, Jair Bolsonaro, quien buscará la reelección en octubre próximo «y que está denunciando abiertamente un fraude electoral si él no gana», y los ataques a los órganos electorales por parte del mandatario mexicano, Andrés Manuel López Obrador.
La mejor muestra de esta desestabilización institucional es lo ocurrido en Estados Unidos, «con un Donald Trump que hasta el día de hoy se niega a aceptar su derrota» electoral, con el argumento, «sin prueba alguna, de que fue víctima de un fraude».
«Y un tercer elemento que contribuye a este desolador panorama es la creciente presencia de los militares en actividades que son propias de las autoridades civiles. Nuevamente volvemos a los ejemplos de México y Brasil», señala José Miguel Vivanco.
«El populismo es un estilo de hacer campaña (electoral) e incluso de gobernar. Puede ser usado tanto por líderes de izquierda como de derecha. Se usa de forma distinta, pero no se puede hablar de populismo como una ideología de izquierda o de derecha», apunta a Efe el analista político Patricio Navia.
Por eso, «dependiendo de qué definición se use, habrá quien considere populistas a Andrés Manuel López Obrador o a Jair Bolsonaro, y quien no», agrega Navia, profesor titular de estudios liberales de la Universidad de Nueva York.
«Más allá de la participación en elecciones y el cumplimiento de los ritos democráticos clásicos en casi todos los países de la región, hay un común denominador que cruza a todas las sociedades: la pérdida de credibilidad en la democracia y cuestionamiento profundo al sistema económico imperante», opina el académico y diplomático chileno Fernando Reyes Matta.
DESENCANTADOS DE LA DEMOCRACIA
El desencanto democrático en la región involucra graves déficits de legitimidad gubernamental, bienestar y justicia distributiva y representatividad democrática.
«El reclamo ciudadano frente a la insuficiente o mala representación, la creciente polarización social y política y el fenómeno populista en sus diferentes manifestaciones son expresión de las profundas transformaciones que experimenta el ideal y la práctica democráticos» en América Latina, sostiene en conversación con Efe Reyes Matta, quien fue asesor internacional del presidente chileno Ricardo Lagos (2000-2006).
La decisión de la Casa Blanca de no invitar «bajo ningún concepto» a la IX Cumbre de las Américas al presidente venezolano, Nicolás Maduro, y al nicaragüense, Daniel Ortega, a pesar de las advertencias de boicot encabezadas por México si estos países y Cuba son excluidos, constituye, a juicio del diplomático en retiro, la «oportunidad perdida de Estados Unidos de haber colocado sobre la mesa una agenda con reales perspectivas de entendimiento hemisférico».
Según el índice del Centro de Estudios Internacionales de la Universidad Católica de Chile, en 2022 América Latina enfrenta una crisis de expectativas porque «los Gobiernos han sido incapaces de adaptarse al cambio social y cultural vivido por la región los últimos veinte años», a lo que se suman «mayores niveles de incertidumbre económicos y políticos debido a factores externos e internos que aumentan el riesgo» para la gobernanza.
Por eso, apunta Reyes Matta, Estados Unidos habría mostrado un «sentido diplomático de futuro» si, en vez de haber optado por la exclusión de Cuba, Nicaragua y Venezuela, «hubiera convocado a los países del hemisferio a trabajar colectivamente para alcanzar las metas de desarrollo económico, social y medioambiental; erradicar la pobreza, y reducir la desigualdad en la región».