Escuálido respeto por la carcasa patria
Cambiar el nombre de la Puerta del Conde para que refleje su rol en el grito de Independencia.
Por JUAN LLADO
Hace años que ICOMOS ha venido reclamando una atención oficial a la conservación de los monumentos y sitios que conforman nuestro patrimonio histórico y cultural. Muchos candidatos languidecen adocenados a la sombra de la desidia gubernamental, aunque su puesta en valor los convertiría en sendos atractivos, insumos deseables para nuestra competitividad como destino turístico. Dentro del Centro Histórico de Santo Domingo (CHSD) en particular hay una retahíla de reliquias republicanas que, por su importancia para nuestro perfil identitario, merecen más atención que los monumentos coloniales que serán restaurados por el programa BID/MITUR.
El “Programa Integral de Desarrollo Turístico y Urbano de la Ciudad Colonial de Santo Domingo” (CCSD) fue refrendado en agosto del 2919 y promete una mayúscula transformación del recinto mediante un financiamiento del BID ascendente a US$90 millones. Su objetivo es “revitalizar la CCSD en sus aspectos urbanos, económicos y de turismo cultural, a través de: (i) la recuperación de espacios públicos y monumentos históricos; y (ii) el mejoramiento de condiciones de habitabilidad para los residentes”. Para evitar su éxodo, los habitantes de la parte norte de la CCSD recibirán los mayores beneficios económicos del Programa. Aunque el presidente Abinader inauguró su ejecución en febrero del 2021 todavía las intervenciones no se han tornado visibles.
Los detalles del Programa que se recogen en su primera visualización ––concebida para ser ejecutada entre 2017 y 2022— revelan un alcance bien ambicioso. En materia de restauración, esa primera versión anticipaba una intervención de las Ruinas de San Francisco y sus calles aledañas. Otros proyectos afines incluían, además de emblemáticos espacios públicos, intervenciones en los fuertes de San Anton, San Miguel, Santa Bárbara, Puerta de la Atarazana y la Puerta Don Diego. También se incluyó un proyecto de recuperación de los museos de las Casas Reales y del Alcázar de Colón.
Sin embargo, ahora se reporta que el diseño del Programa irá evolucionando a medida que sus propuestos componentes sean consensuados con los actores relevantes. Eso da margen a que se pueda introducir nuevos injertos que compaginen con sus propósitos. Por ejemplo, en diciembre pasado el BID anunció una donación de la Unión Europea de US$3.37 millones para implementar “un proyecto piloto de electromovilidad y permitirá aumentar el número de viviendas incorporando nuevos aspectos a las actividades de mejoramiento de vivienda en el marco del préstamo, incluyendo aquellos relacionados a cambio climático, género y diversidad”. Ahora, por tanto, estamos a tiempo para reconsiderar componentes e incorporar elementos nuevos.
A juzgar por la información disponible online, el sesgo del Programa favorece a la cosmovisión hispánica/religiosa y turística y sus componentes están enredados en su dogma. En tal concepción se hace caso omiso a las reliquias históricas que se relacionan con los albores de nuestra nacionalidad, soslayando las implicaciones que tal desliz comporta en materia de la conciencia histórica que es deseable desarrollar en nuestros ciudadanos. Para muestra basta un botón: en una relación de los “lugares históricos de la Ciudad Colonial” que ofrece Wikipedia no se incluyen aquellos ligados a la gesta de la independencia y los primeros gobiernos dominicanos. Pero su rescate y remozamiento deben ser parte del Programa porque dieron origen a nuestra nacionalidad.
La primera prioridad sería, por contener la única estatua del insigne patricio, el Parque Duarte y su entorno. En una entrega anterior se hizo la sugerencia de que el Instituto Duartiano y la Academia Dominicana de la Historia hicieran la petición correspondiente al MITUR y la sugerencia fue acogida. Los titulares de esas instituciones ya se dirigieron al ministro de Turismo en tal sentido. Todavía se espera su respuesta, pero conviene que se le presenten otros candidatos como los que siguen.
Sería deseable que, como resultado de la intervención propuesta para el Parque Duarte, el actual Museo de Duarte y su contigua biblioteca se muden a su entorno. Alternativamente, la casa de los Duarte podría convertirse en un Panteón de la Familia Duarte para albergar los restos de sus hermanos, principalmente los de Vicente Celestino y Rosa, los cuales están hoy enterrados en la Iglesia de Santa Bárbara. Si algún día aparecieran los de Juan José y Doña Manuela, o los de cualquier otro hermano, también se incorporarían. Los Duarte merecen un panteón para ellos solos.
En un segundo plano deberá atenderse a los lugares relacionados con la Declaración de Independencia: Puerta de la Misericordia, Puerta del Conde, Altar de la Patria, Parque Independencia. En las dos puertas, por ejemplo, no existe ningún rasgo físico que las identifique con esa gesta heroica y una reconceptualización deberá proyectar adecuadamente el rol que jugaron en ella. (No se descartaría cambiar el nombre de la Puerta del Conde para que refleje su rol en el grito de independencia.) Respecto al Altar de la Patria existe una encendida controversia sobre su diseño y concepción y deberá decidirse si en ese lugar deben descansar los restos de los Padres de la Patria (o si deben estar en el Panteón Nacional). Lo que es abominable es la anodina palizada del Parque Independencia que impide su disfrute por los parroquianos y visitantes.
Las tres sedes de los diferentes gobiernos dominicanos existentes en el Centro Histórico ameritan también una intervención para su realce y proyección. Estas son el Palacio de Borgella, el Palacio de las Capitanías Generales (actualmente Museo de las Casas Reales) y el Edificio Copello, este último asiento del gobierno constitucionalista del 1965. Su remozamiento debe hacer énfasis en el rol que jugaron y exhibir tarjas en su fachadas que expliquen su papel en el devenir de la República.
Asimismo, merece una destacada atención la casa de Juan Isidro Pérez, ubicada frente a la Iglesia del Carmen, donde se firmó el Juramento Trinitario el 16 de julio de 1838. Para engrandecer el sitio posiblemente sería necesario comprar alguna edificación cercana donde puedan exhibirse las estatuas monumentales de los nueve trinitarios que firmaron ese ilustre documento. De especial dimensión serian las correspondientes a los dos más fieles discípulos de Duarte: Juan Isidro Pérez y Pedro Alejandrino Piña. Ellos merecen una distinción especial porque profesaron una inquebrantable lealtad a su líder y nunca se desviaron en contubernio con los afrancesados. De hecho, los lugares patrios pueden ser engalanados con estatuas de los personajes respectivos similares a las del Barrio Chino, tal y como lo propuso el artista argentino Daniel Pezzi.
Como complemento a lo anterior, deben revestirse con rasgos de solemnidad apropiados las casas donde residieron los próceres Mella y Sánchez, aunque esta última es propiedad privada y, según se reporta, albergará un museo alrededor de la figura del prócer. Lo mismo debe hacerse con la casa de Concepción Bona, quien hilvanó nuestra primera bandera. Otras casas para engalanar y solemnizar serían las de Emilio Prud’Homme (donde se alega que se compuso nuestro himno) y la de José Gabriel García, nuestro más insigne historiador. Y si pudiera identificarse algún inmueble con María Trinidad Sánchez también deberá recibir el mismo enaltecimiento.
En la parte trasera de la Iglesia de Regina, por otro lado, se reunían los trinitarios a tomar lecciones de filosofía e historia de parte del presbítero Gaspar Hernández. Aunque hoy el inmueble sirva a propósitos sacerdotales, ahí debe erigirse algún tipo de tarja o monumento que cumpla con el enaltecimiento del rol que jugaron esas charlas como alimento de las ínfulas patrióticas.
Enaltecer nuestra carcasa patria es de rigor en el marco del Programa BID/MITUR. Para evaluar las sugerencias anteriores deberá admitirse que el recinto nombrado Ciudad Colonial, al tener su perímetro delineado por las murallas coloniales y el mar, no es solo colonial. También acoge reliquias históricas seminales relativas a la creación de nuestra nacionalidad. En términos relativos, esas reliquias son más importantes para consolidar nuestra conciencia histórica que los vestigios coloniales. Procede entonces que el MITUR incorpore un componente adicional al Programa y llame a concursos de diseño para cada uno de los inmuebles y sitios aquí identificados.