Estrellas para un mundo mejor

Felipe Ciprián

El 22 de noviembre de 1972 fue un día inolvidable. Cincuenta años después, recuerdo aquel despliegue de talento, generosidad y amor por los más necesitados.

Todo ocurrió en San José de Ocoa, bajo el liderazgo del padre Luis Quinn.

Felipe Ciprian

Desde mediados de octubre de ese año, en las calles del poblado colocaron pequeños letreros que anunciaban, simplemente, “El 22 de noviembre, será inolvidable”.

Y obviamente, lo fue.

Una semana antes de la fecha, el entusiasmo subió entre jóvenes y adultos y la información fluyó: El padre Luis y un grupo de jóvenes artistas harán un concierto en el cine Rhand para recaudar fondos para contribuir a la construcción de un canal de regadío en Rincón del Pino, pocos kilómetros al norte, donde pequeños productores solo producían cuando llovía.

Desde las primeras horas de la noche, cientos de personas estaban frente al cine para entrar a ver el concierto.

Simultáneamente, llegaban equipos de sonido, instrumentos musicales y finalmente los artistas: el padre Luis, Osvaldo Tejeda, Ramón Matos Santana (Ramoncito), Alberto y Pascual Estrella, Ramón Núñez (Momón), Alejandro Monsanto, y sin dudas, otros que ahora –con perdón- no recuerdo.

Eran las “Estrellas para un mundo mejor”, no solo una exitosa agrupación musical, sino un formidable equipo humano lleno de virtudes, amor, generosidad, entrega, gratitud, perseverancia, fraternidad, empatía y megavatios de energía positiva para los más necesitados.

Sentado en el público siendo un adolescente, pero amigo, compañero de deportes, ideas e incluso aulas en el liceo José Núñez de Cáceres de los artistas que allí actuaban, y un admirador del padre Luis, disfruté con gran adrenalina las canciones rebeldes y románticas que, por horas, soltaron con armonía y elegancia.

El público en general, deliraba y vivía un momento inolvidable.

Pero la actuación del 22 de noviembre de 1972 no fue la única. “Estrellas para un mundo mejor” invadió escenarios exclusivos como Bellas Artes, San Juan, Bonao, Baní y otros.

En todos, los exclusivos artistas ocoeños tenían el mismo objetivo: Recaudar fondos para construir el canal de regadío y contribuir a que los agricultores tuviesen una mejor vida.

El canal se construyó y agricultores –y hasta oligarcas- se están beneficiando de las aguas canalizadas que contribuyen a producir más y a dignificar la vida del productor agropecuario.

Pascual Estrella y el padre Luis fallecieron, dejando una medalla de honor flotando en el ambiente de aquel noviembre floreciente, cincuentenario, heroico y trascendente, que la gente comprometida con Ocoa, nunca olvida.

Hace poco vi a Momón Núñez en Ocoa, vivo en contacto virtual con Osvaldo que está en su adoptiva La Romana después de pasar un tiempo en San Cristóbal, supe que Ramoncito Matos Santana –mi eterno compañero Corecato- regresa a Ocoa por temporadas, aunque no lo veo hace 40 años. ¡Venga, hermano, a mi reino, donde se le quiere con el mismo amor!

A Alberto Estrella no lo he visto en años, muchos, y tampoco a Alejandro Monsanto, que si bien no era ocoeño de nacimiento, llegó en los años setenta de la mano de su padre –gerente del Banco Agrícola- y se ganó el gentilicio.

Alejandro y yo compartimos aula en el liceo, pero perdí su rastro hace décadas, contra su voluntad y la mía.

“Estrellas para un mundo mejor” fue una experiencia inolvidable, como la concibieron sus organizadores y para disfrute de un pueblo que nunca dejará de echar a menos a sus héroes, presentes o idos a destiempo.

El 22 de noviembre, hace 50 años, fue, sencillamente inolvidable y los agradecidos del alma, lo recordamos, con los acordes y cánticos vibrantes, como si fuera hoy.

Gracias padre Luis, Osvaldo, Alberto, Pascual, Alejandro, Momón y Ramoncito por aquel derroche de elegancia artística y genuina entrega a los más necesitados.

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