Felipe González y nuestro ingreso a la Convención de Lomé

 José A. Vega Imbert

El pasado sábado 31 de agosto del presente año, leí en el Listín Diario con nostálgica complacencia, un interesante e ilustrativo artículo del viejo amigo y distinguido diplomático Hugo Giuliani Cury con estupenda foto, titulado “Francia no puede ser árbitro en nuestras relaciones con Haití”, donde recordaba una cena de gala que, en noviembre de 1985, ofreció el canciller francés Claude Chayson junto a importantes ministros y personalidades francesas, en la sede del majestuoso Quai D´Orsay, a una delegación dominicana integrada por el canciller, quien entonces era este servidor, y otros altos funcionarios, señores Hugo Guiliani Cury, gobernador del Banco Central; Orlando Haza, inolvidable amigo, secretario técnico de la Presidencia; Milton Messina, asesor económico del Presidente; y nuestro gran Embajador en París, hoy presidente del Tribunal Constitucional, Milton Ray Guevara.

El Presidente Salvador Jorge Blanco nos había encomendado visitar oficialmente a París, Roma y Madrid, para tratar bilateralmente asuntos relacionados con nuestra deuda externa en el marco del denominado Consenso de Cartagena.

En ese momento, nuestro país ostentaba la condición de Secretaria Pro-Tempore del referido Consenso, que integraba a los trece países más endeudados de América Latina.

En el referido artículo, Hugo, por motivos plausibles de realidades actuales, destaca el asunto de nuestra posible integración a la Convención de Lomé de ese año 1985 y a la preferencia de Francia por su ex-colonia.

Ante estas expresiones, conviene aclarar con énfasis, que lo esencial y prioritario de nuestra presencia en París, era el asunto ya mencionado de la deuda externa. Igual sucedió en Roma y Madrid.

Por tal razón, considero procedente complementar, con respeto a la memoria histórica, lo dicho por Hugo con relación a España y Lomé III, en su artículo de marras. He aquí, a continuación, mi breve relato:

Hacia finales de 1984, me visitó en la cancillería el reconocido intelectual y apreciado pariente Bernardo Vega, recién nombrado por el Presidente Jorge Blanco como Embajador al servicio de nuestro ministerio, luego de terminada su función como Gobernador del Banco Central, quien me propuso que se dispusiera una visita suya a Bruselas para tantear la posibilidad de la integración de República Dominicana a una tercera versión de Lomé que se estaba discutiendo, explicándome los beneficios que eso podría traernos.

El presidente Jorge Blanco autorizó esa visita y Bernardo salió a cumplir su misión.

A su regreso, me informó, lo que ya presentía por otras informaciones obtenidas de varias fuentes, que las convenciones de Lomé estaban concebidas para las ex-colonias europeas que fueron parte del vasto proceso de descolonización que, bajo el amparo de la ONU, tuvo lugar después de la Segunda Guerra Mundial. Incluirnos, pues, junto a Haití, lucía muy improbable.

Ahora bien, poco después de nuestro regreso de Europa a fines de 1985 se produjeron cambios cualitativos importantes.

En efecto, en enero de 1986, cae de manera incruenta Jean Claude Duvalier, quien sale de Haití.

Este hecho, es decir, el fin de la dictadura haitiana, según informaciones recibidas por nuestra Cancillería, desató una comprensible e intensa gestión de Francia por incluir a su ex-colonia en la Convención de Lomé.

Nuestra respuesta fue rápida y evidente, pues habiendo sido nuestro país colonia de España, no de Francia, Felipe González, en el apogeo de su extraordinario mandato de 14 años, era nuestra mejor carta y el aporte del Dr. José Francisco Peña Gómez en tal sentido fue oportuno y vital.

Meses después, ya realizado en nuestro país el cambio de gobierno en agosto de 1986, me encontré con el doctor Peña Gómez en Madrid; él, en una reunión de la Internacional Socialista (IS) y yo, en una reunión del Instituto de Relaciones de Europa y Latinoamérica (IRELA) de cuya primera directiva formaba parte como ex-Canciller Dominicano.

Estando ambos hospedados en el mismo hotel, José Francisco tuvo la gentileza de invitarme a la sesión inaugural de la IS a la que asistimos juntos. Allí estaba Felipe y en el besamanos, nos dijo que hablaríamos al final del acto pues tenía buenas noticias para nosotros.

En esa posterior conversación, expresó con júbilo que había vencido todos los obstáculos, que entraríamos en Lomé junto con Haití y que prontamente se iniciarían los trámites para la adhesión de cuyo aceleramiento él se encargaría. Finalmente, Felipe nos dijo: “Fue una batalla dura, pero la ganamos” …

Un colofón curioso fue que al regresar de Madrid visité enseguida al nuevo Canciller Reid Cabral para darle la buena noticia.

Listín Diario

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