Fuego fatuo
Carmen Imbert Brugal
La reunión con los aspirantes a la sucesión presidencial fue indiciaria. El encuentro ocurrió en mayo del año pasado, recién reelecto el presidente y el motivo fue compartir “el protocolo de comportamiento” en la campaña interna.
El “no volveré a ser candidato” sirvió como pistoletazo de salida. El tránsito de “la fábrica de presidentes” a los “futuros líderes del país” fue tranquilo, discreto, parecido al estilo de uno de los presidenciables.
Cuando la vicepresidenta confirmó que su sueño pretende ser realidad y se sumó a la lista de contendientes el ritmo fue modificado. Y el tema de la sucesión poco a poco se adueña del espacio.
La competencia entre los aspirantes a la candidatura presidencial para las elecciones del año 2028 quieren convertirla en preocupación nacional. Semeja aquellos procesos del PRI mexicano, la lucha a la espera del “dedazo” para saber quién ocupará “la silla del águila”.
El tema obliga y hasta en LA Semanal algunos se atreven a importunar al presidente. Preguntan sobre la campaña interna en su partido a contrapelo de las ignoradas disposiciones contenidas en la Ley Orgánica del Régimen Electoral.
Ningún protagonista teme ocurrencia fatal. Las leyes electorales son meros artilugios que reivindican los partidos de oposición. Es un déjà vu para la veteranía y una oportunidad para que los bisoños se luzcan con reclamos de incierto destino.
La conveniencia dicta y siempre vale recordar a Lampedusa para que EL Cambio vuelva a lo mismo.
El viento sigue soplando a favor del oficialismo, aunque el aluvión se presienta nada conturba el orden. Los disimulos y espejismos propios del régimen sirven para amainar tormentas.
Solo ha faltado en el sainete la pugnacidad de aquella organización apartidista, cívica. Vigilante permanente y acuciosa del quehacer electoral.
Se percibe con nostalgia su ausencia para trazar pautas. Rectores de facto del proceso, temibles veedores del comportamiento de los órganos electorales y de la conducta de sus integrantes. Imponentes, con extraordinario respaldo mediático auspiciaron el descrédito de muchos funcionarios cuando intuían que sus órdenes no se cumplían. Para evitar desacuerdos y tener control vicario lograron sus cuotas en los sitiales de mando electoral.
Nada dicen porque el compromiso los ata. En las elecciones del 2020, para ratificar la lealtad con el Cambio, sacrificaron el prestigio de los esperados resultados del “conteo rápido” entregados a la medianoche. La hora coincidió con la celebración del triunfo y estuvieron presentes en la fiesta. Ya olisqueaban la firma de los decretos prometidos.
Si las confesiones de funcionarios competentes, hechas con la promesa de confidencialidad, se develaran, la inutilidad de la parafernalia electoral quedaría expuesta. Renuentes a las revelaciones, muchos prefieren llevar al ataúd los secretos de las miserias institucionales criollas. Un veteranísimo periodista forjado entre rotativas y cámaras fotográficas antes de dirigir importantes medios cuenta con estupor el motivo confesado de un fallo que decidió un crucial asunto electoral. Él prepara sus Memorias y el dato será omitido. Honorables los otros, él sería chismoso.
Ahora, cualquier augurio de crisis no es más que fuego fatuo. Sin inconvenientes, la carroza seguirá su ruta. La reprimenda será retórica.
Hoy