Gorbachov, un amigo y un alivio para el olimpismo

Madrid, 31 ago (EFE).- La apertura propiciada por Mijail Gorbachov, expresidente de la URSS fallecido este martes, tuvo también su deriva deportiva y contribuyó decisivamente a poner fin a la etapa de los boicots olímpicos y a que los Juegos de Seúl’88 se disputasen de nuevo con una participación universal.

Tras el boicot de Estados Unidos a los Juegos de Moscú’80 y el de la URSS y sus aliados a Los Ángeles’84, los contactos entre Gorbachov y el presidente estadounidense Ronald Reagan propiciaron la vuelta a la normalidad y la reunión bajo el paraguas de los cinco aros de los mejores atletas del mundo.

Juan Antonio Samaranch, presidente del COI, fue testigo esperanzado y discreto animador de aquel acercamiento entre las dos grandes potencias mundiales, también en la esfera deportiva.

«Siempre estoy preocupado, pero también estoy convencido de que Seul’88 será un éxito, al que contribuirá el ambiente político que respira el mundo hoy tras los contactos entre el presidente Reagan y el líder soviético Gorbachov, que han ayudado mucho a crear un clima de paz favorable a la celebración de la mayor fiesta mundial», aseguró Samaranch en enero de 1988, a ocho meses de los Juegos.

Los dos dirigentes políticos mantuvieron en mayo de 1988 una cumbre en Moscú que el presidente del COI jaleó con entusiasmo: «El mundo entero desea que vuestro encuentro histórico haga avanzar la causa de la paz mundial. Es con esta gran esperanza con la que los centenares de millones de adeptos al movimiento olímpico en nuestro planeta siguen desde hace años los esfuerzos que realizáis para lograr este objetivo y os envían sus más calurosos y cordiales ánimos», señaló Samaranch en una declaración pública.

Sus deseos se vieron cumplidos: el comunicado conjunto emitido por la URSS y EE.UU. tras la cumbre afirmaba en uno de sus puntos que los dos países intensificarían sus relaciones deportivas y darían «su apoyo al movimiento olímpico, que es un movimiento de paz entre los pueblos».

El camino para los Juegos de Seúl quedaba definitivamente despejado: la familia olímpica volvería a reunirse por primera vez desde Montreal’76.

Solo Corea del Norte se negó a participar, posición que fue secundada por sus aliados Albania, Cuba y Etiopía.

La Unión Soviética tuvo un regreso triunfal al escenario olímpico al imponerse en el medallero con 132 metales, 55 de ellos de oro, por delante de Alemania Oriental (102 medallas) y de Estados Unidos (94).

Lo que entonces nadie podía imaginar es que aquellos serían los últimos Juegos en los que participaría la URSS: tras su desmembración, los países bálticos ya participaron en Barcelona’92 como equipos independientes y el resto de repúblicas exsoviéticas se agrupó provisionalmente bajo la denominación de Equipo Unificado.

Aquellas doce repúblicas -Armenia, Azerbaiyán, Bielorrusia, Georgia, Kazajistán, Kirguizistán, Moldavia, Rusia, Tayikistán,Turkmenistán, Ucrania y Uzbekistán- dominaron el medallero en Barcelona y a partir de Atlanta’96 compitieron ya por separado.

Gorbachov y el COI mantuvieron siempre excelentes relaciones. El organismo deportivo fue uno de los principales contribuyentes tras el terremoto de diciembre de 1988 en Armenia, uno de los más graves de la historia, con una cifra de fallecidos superior a las 25.000 personas.

El COI creó zonas deportivas y de entrenamiento en la región devastada por el terremoto, envió cuantioso material deportivo y sufragó los gastos de entrenamiento, desplazamiento y educación a los huérfanos de la tragedia.

La ‘perestroika’ llegó también a un deporte tan profesionalizado como el tenis y en octubre de 1989 la URSS acogió por primera vez un torneo profesional, el WTA de Moscú, con 100.000 dólares en premios y con un cuadro que era todo un símbolo de la nueva situación: la estadounidense Pam Shriver y la soviética Natalia Zvereva fueron las dos primeras cabezas de serie.

Hasta entonces el tenis solo había estado presente en la URSS en torneos de exhibición o de carácter aficionado, en los que se premiaba al vencedor con un trofeo de cristal.

Durante una visita a España en 1990, Gorbachov y su esposa Raisa acudieron al Anillo Olímpico de Montjuic para conocer las instalaciones que albergarían dos años después los Juegos de Barcelona. El presidente se presentó en la Ciudad Condal luciendo un Cobi, la mascota de los Juegos, en la solapa.

En 1993 Gorbachov y Reagan se implicaron activamente en el apoyo a la candidatura de Berlín a organizar los Juegos Olímpicos del año 2000, pero su respaldo no fue suficiente: la ciudad alemana fue derrotada por la australiana Sídney, que se hizo cargo de la sede.

Natalia Arriaga

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