Guerra Israel-Hamás: División entre religión, política y territorio

Por Manuel Jiménez

El conflicto entre Israel y Palestina se origina a raíz de la resolución de las Naciones Unidas en 1947, que propuso la partición de Palestina en dos estados independientes: uno árabe y otro judío. En 1948, tras la proclamación del Estado de Israel, estalló una guerra entre los países árabes y el recién creado Estado israelí. Este conflicto marcó el inicio de un prolongado enfrentamiento.

Las consecuencias de este conflicto han sido devastadoras para ambas partes. Ha habido enfrentamientos armados continuos, tensiones políticas y territoriales, así como violaciones a los derechos humanos. El territorio disputado, incluyendo Jerusalén Este, Cisjordania y la Franja de Gaza, ha sido escenario de constantes disputas y conflictos, causando sufrimiento a la población civil, desplazamientos masivos y la pérdida de vidas humanas.

La falta de una solución pacífica y duradera ha generado ciclos repetidos de violencia, desconfianza y una situación de inestabilidad en la región. A pesar de los esfuerzos internacionales por mediar y negociar acuerdos de paz, la resolución definitiva del conflicto aún no se ha alcanzado, manteniendo la tensión y el sufrimiento en la región.

El conflicto entre Israel y Palestina tiene componentes tanto religiosos como geopolíticos, y su complejidad se debe a una combinación de factores. Históricamente, la región ha sido de importancia religiosa significativa para el judaísmo, el islam y el cristianismo, con reclamaciones de vínculos históricos y religiosos con Jerusalén y otras áreas disputadas.

Desde una perspectiva religiosa, la tierra es considerada sagrada por judíos, musulmanes y cristianos, lo que ha llevado a reclamos y disputas por el control de lugares de importancia religiosa en la región, como la Explanada de las Mezquitas y el Muro de las Lamentaciones.

Sin embargo, el conflicto también tiene profundas raíces geopolíticas. La lucha por el control territorial, los recursos naturales, los derechos nacionales y la autodeterminación han sido factores cruciales. Las disputas por tierras, las fronteras, la seguridad y el poder político han alimentado la confrontación entre ambas partes.

Aunque la dimensión religiosa es significativa y ha influido en la identidad y los reclamos territoriales, el conflicto es intrínsecamente geopolítico en su naturaleza, ya que implica cuestiones de territorio, soberanía, recursos y poder político, entre otros aspectos. Esta combinación de elementos ha contribuido a la prolongación y complejidad del conflicto entre Israel y Palestina.

Hamas, una organización islámica palestina, surgió en la década de 1980 como un ala del movimiento de los Hermanos Musulmanes. Ganó prominencia en la década de 1990, principalmente en la Franja de Gaza y Cisjordania, desafiando a la Organización para la Liberación de Palestina (OLP) liderada por Fatah.

Las tensiones entre Hamas y la OLP/Fatah aumentaron debido a discrepancias ideológicas, políticas y tácticas. En 2006, Hamas ganó las elecciones legislativas palestinas, lo que llevó a una división política en la Autoridad Palestina. A raíz de esta victoria, Hamas estableció su control en la Franja de Gaza en 2007, mientras que la OLP/Fatah mantuvo su influencia en Cisjordania.

La disputa entre Hamas y la OLP/Fatah ha llevado a una división política y territorial dentro de Palestina, con Hamas gobernando la Franja de Gaza de forma independiente y la OLP/Fatah manteniendo su control en partes de Cisjordania. Esta división ha obstaculizado los esfuerzos de unidad palestina y ha complicado las negociaciones para una solución política al conflicto con Israel.

No hay justificación para la pérdida de vidas humanas en ningún lado del conflicto. Si bien la reacción de Israel ante los ataques de Hamás del 7 de noviembre es comprensible en términos de defensa propia, la magnitud de la respuesta militar judía plantea preocupaciones éticas y de proporcionalidad. El número de muertes en Gaza es alarmante, lo que sugiere una respuesta desmedida por parte de Israel.

La comunidad internacional debe desempeñar un papel fundamental para poner fin a este ciclo de violencia. Es esencial un llamado a mantener un alto el fuego, seguido de negociaciones diplomáticas  entre ambas partes. La mediación internacional, el apoyo a soluciones de paz basadas en el respeto mutuo y la creación de un diálogo constructivo son pasos determinantes para detener este conflicto prolongado y encontrar una solución duradera que garantice la seguridad y la estabilidad para ambos pueblos.

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