Hablan los cadáveres

Sergio Sarita Valdez

Hablan los cadáveres. Como doctrina el antropocentrismo coloca a los seres humanos como medida y centro de todo lo que existe. Acorde con dicho planteamiento los reinos animal, vegetal y mineral quedarían supeditados a la cosmovisión del Homo sapiens. En el ámbito médico legal definimos la muerte como el cese definitivo de la función cerebral en una persona. Una vez se evidencia la pérdida irreversible y permanente de la vitalidad de la corteza encefálica declaramos a la persona jurídicamente fallecida. No todos los órganos, tejidos y células mueren simultáneamente; diversos sistemas tardan lo suficiente como para que puedan ser utilizados para trasplante.

El detenimiento de la circulación sanguínea en el individuo acarrea una secuencia de alteraciones orgánicas que permiten al experto médico forense establecer una cadena de cambios morfológicos de causa y efecto, conducentes al origen primario o raíz de la falla orgánica.

Mediante el procedimiento de la necropsia o autopsia podemos determinar el sitio anatómico en donde tuvo su inicio la serie de fallas orgánicas que llevaron a la muerte del individuo.

La velocidad de los cambios Post-Mortem varían dependiendo de la enfermedad primaria, la temperatura del sitio, la edad del sujeto, así como de si se aplican fijadores químicos o refrigeración. Otras variables importantes a tomar en consideración son cuando el fallecido ha sido enterrado, mantenido dentro del agua, o expuesto a la intemperie. La tradicional regla de Casper enuncia que el grado de descomposición observado en un cadáver expuesto al medio ambiente tarda dos semanas en producirse, si el fenecido permanece sumergido en el agua, y tres semanas en desarrollarse en caso de haber sido enterrado. Los infantes y niños tienden a descomponerse más rápido que los adultos.

La meticulosa observación y análisis cualitativo y cuantitativo de un fallecido le permiten al patólogo forense establecer científicamente la probable causa básica de una defunción, los mecanismos que operaron para que se produjera el deceso, el momento en que aconteció el hecho fatal, así como el modo judicial de la muerte. A mayor tiempo transcurrido entre la fecha del fallecimiento y el procedimiento de la autopsia, mayor el número de artefactos presentes en el fenecido. Solo un especialista ducho en lidiar con cadáveres es capaz de racionalmente distinguir las patologías establecidas en vida, de otras que resultan de modificaciones causadas por la fauna cadavérica. Un peritaje médico forense temprano, completo y certero, realizado con un protocolo científico consensuado y aprobado por la comunidad internacional, permite alcanzar unas conclusiones claras , precisas y sin ambigüedades.

Es cierto que los muertos hablan, pero estos ameritan de interlocutores capacitados y con vasta experiencia, imbuidos de profunda formación ética profesional, a quienes el oro corruptor, ni intereses particulares, los lleve a desviar la mirada de las evidencias que aporta el cuerpo sin vida.

Que hablen libremente los cadáveres y que transcriban responsablemente y con fidelidad los peritos designados por la Justicia, para bien de toda la sociedad.

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