Hacia una nueva realidad geopolítica

Juan Temistocles Montas

El próximo 21 de febrero se cumplirán 50 años de la histórica visita del presidente Richard Nixon a China para reunirse con el presidente del Partido Comunista de China, Mao Zedong, y el primer ministro chino, Zhou Enlai, iniciándose así el rompimiento del distanciamiento y la hostilidad entre China y los Estados Unidos, que se habían producido luego de la proclamación de la República Popular China en 1949.

¿Que era lo que animaba a los líderes de ambos países, a pesar de sus marcadas deferencias ideológicas, a buscar un acercamiento en ese momento? La razón pura y simple era que compartían un enemigo común: la Unión Soviética.

Con todo y que la República Popular China y la Unión Soviética eran abanderados del comunismo, a finales de la década de 1950 se había iniciado un distanciamiento entre ambos países que dividió al movimiento comunista internacional. Expresiones concretas de esa división fue la condena de China a la invasión soviética de Checoslovaquia en 1968 y los enfrentamiento militares que ese mismo año se produjeron entre Moscú y Pekín por problemas fronterizos, que ocasionaron varios muertos y que pudieron haber desembocado en una guerra. A partir de esos hechos,  China comenzó a ver a la Unión Soviética como su mayor amenaza.

La visita de Nixon a Pekín hay que verla principalmente como un mecanismo para abrir más la brecha en la confrontación entre China y la Unión Soviética y así aislar a esta última, lo que sin lugar a duda fue un factor muy importante en el apresuramiento del final de la Guerra Fría. Además, permitió cambiar el enfoque chino sobre el desarrollo económico abriéndose así al desarrollo del capitalismo, lo que permitió una expansión nunca vista de la globalización en todo el mundo.

El nuevo enfoque del desarrollo económico llevó a China concentrar sus esfuerzos en abrir mercados, atraer inversiones extranjeras y lograr transferencia de tecnología para modernizar la economía. Todo eso se hizo, durante los primeros años, con el visto bueno de los Estados Unidos, que facilitó la incorporación de China a las instituciones económicas fundamentales del sistema capitalista, que habían surgido bajo patrocinio estadounidense después de la Segunda Guerra Mundial, tales como el Fondo Monetario Internacional, el Banco Mundial y la Organización Mundial del Comercio.

En 1989 se produce la caída del muro de Berlín y tres años después colapsa la Unión Soviética. Estados Unidos emerge como potencia hegemónica lo que lleva a muchos a hablar de un mundo unipolar. El liberalismo es presentado como la ideología dominante. Se habla de pensamiento único. Sin embargo, ya entrado el siglo XXI, esa situación comienza a cambiar.

Con el pasar de los años, China avanzó en su proceso de integración al sistema capitalista y logró  resultados impresionantes. En 1980, China era la onceava economía del mundo, medido el Producto Interno Bruto (PIB) en paridad de poder del compra, pero en 2020 había pasado a ocupar el primer lugar, desplazando a los Estados Unidos como primera economía del mundo. Durante esos 40 años, China se convirtió en una potencia manufacturera y su enorme mercado interno ha sido y sigue siendo un gran atractivo para las empresas internacionales. De igual manera, China se convirtió en el mayor exportador del mundo. En ese contexto, comienza a producir preocupaciones en los Estados Unidos.

Aparte de lograr el arrinconamiento de la Unión Soviética, conseguir la apertura de China al capitalismo, por un lado, fue vista por los Estados Unidos como una vía para que las grandes empresas multinacionales accedieran al inmenso mercado domestico chino y para aprovechar sus bajos costos laborales, lo que permitió construir industrias para la exportación. Por otro lado, en los centros de poder de Estados Unidos y en muchos de sus intelectuales se esperaba que el desarrollo de un sector empresarial y una clase media en China promoviera la emergencia de demandas de libertad que condujera al establecimiento de un estado liberal y la desplazamiento del poder del Partido Comunista.

China se ha convertido en una potencia emergente, con importantes inversiones en desarrollo humano, con el desarrollo de una importante y numerosa clase media, con la puesta en marcha del programa estratégico  “China Manufacturing 2025” que asigna importantes ayudas del gobierno al desarrollo de diez sectores tecnológicos de punta (telecomunicaciones, informática, inteligencia artificial, robótica, energía renovables, etc.). China busca una rápida modernización tecnológica para convertirse en el líder mundial en inteligencia artificial para 2030. Se ha vuelto un gran competidor de los Estados Unidos.

En cuanto a la evolución política que se esperaba, esta no se ha producido. El país sigue bajo el control Partido Comunista lo que se ha afianzado desde la llegada al poder de Xi Jinping en 2012. El progreso económico y el nacionalismo promovido desde el Estado le ha dado legitimidad al Partido Comunista.

China representa hoy una seria preocupación para los Estados Unidos. A finales de 2017, la administración encabezada por Donald Trump calificó oficialmente a China de competidor estratégico. Desde la óptica norteamericana hay que parar a China y expresiones de este enfoque es la guerra comercial que se ha puesto en marcha y las medidas que se han adoptado para detener el desarrollo tecnológico del país. La situación no ha cambiado con el nuevo gobierno de Joe Biden que ve a China como un peligro para la hegemonía de los Estados Unidos. La mayoría de los demócratas y de los republicanos ven a China como la mayor amenaza para la seguridad que enfrenta Estados Unidos.

La consecuencia inmediata de la posición norteamericana ha sido el deterioro de las relaciones con China.

Por otra parte, el descalabro de la Unión Soviética en 1992 representó una gran catástrofe para Rusia. Las radicales reformas que se pusieron en marcha para convertir la economía rusa en una economía de mercado provocaron severas crisis y caída del nivel de vida de los rusos. La economía descendió un promedio de 5% cada año durante la década de los 90. Se cayó la producción industrial y las inversiones, se experimentó una gran inflación, aumentó el desempleo y se generó un importante déficit presupuestario.

Con la llegada de Putin al poder en 1999 se trabaja en la recuperación económica del país y el propósito era devolverle a Rusia el estatus de superpotencia, que goce de una zona de influencia. Se apela al patriotismo ruso, a la confianza en la grandeza de Rusia, se promueve la solidaridad social y se impulsa un mayor papel de Estado. Se reacciona a las pretensiones de la OTAN de incrementar su zona de influencia y acción a los países que formaron parte de la antigua Unión Soviética y que se encuentran al lado de Rusia, de manera especial Ucrania; Crimea y Sebastopol se adhieren a la Federación Rusa; se interviene en Siria intentando poner freno a la injerencia de los Estados Unidos, etc.

La política internacional de Rusia ha generado serias confrontaciones con los Estados Unidos, destacándose el actual conflicto en torno a Ucrania. De manera, que en el plano internacional, Estados Unidos hoy se encuentra enfrascado en serias disputas con China y con Rusia, lo que ha propiciado el acercamiento entre ambos países.

Así, transcurridos 50 años del inicio del acercamiento entre Estados Unidos y China, hoy estamos frente a un nuevo acercamiento de China y Rusia. Habrá que ver a donde nos conducirá esta nueva realidad geopolítica.

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