Haití cayó bajo el apabullante poder de las bandas de secuestradores

Santo Domingo, 22 oct – El estado general de inseguridad que reina en Haití tiene todas las instituciones colapsadas y la vida económica y social paralizada.

Solo las pandillas que viven del secuestro y la extorsión, demuestran poder para hacer de los haitianos y los extranjeros que visitan la nación, lo que deseen.

El último secuestro masivo fue el de 17 misioneros, 16 estadounidenses y uno canadiense, que cooperan como ayudantes en obras de bien social en los barrios pobres de Puerto Príncipe.

Desde hace una semana están en poder de la pandilla “400 Mawozo”, que reclama un millón de dólares por cabeza, encontrándose con la negativa de las autoridades norteamericanas para negociar y de la Iglesia Misionera afirma que no tiene ese dineral para pagar rescate.

Con la renuncia del jefe de Policía, León Charles, y su sustitución por Frantz Elbé, designado el jueves por el primer ministro Ariel Henry, se puede palpar el alto grado de descomposición a que ha llegado el orden público en Haití.

Es obvio que Charles, impotente ante las pandillas y temeroso de un curso de acción que ponga frente a frente a tropas de Estados Unidos con los bandidos, no quiere verse en medio de ese fuego cruzado.

Suficiente fue para Charles afrontar la investigación del asesinato del presidente Jovenel Moise, en el que participaron sus propios policías, políticos haitianos y una veintena de exoficiales del Ejército de Colombia contratados para ejecutar la operación.

La situación de Haití está mostrando ahora una coyuntura muy peligrosa que puede significar un giro drástico para esa nación en momentos en que cada vez más líderes de la región están clamando por poner el orden allí e incluso desarmar a esa nación,

Un despacho de la agencia Prensa Asociada, fechado ayer en Puerto Príncipe, Haití, hace un relato bien detallado de la situación y lo reproducimos a continuación como material de referencia que puede ser de interés para comprender mejor el tenso panorama que allí reina:

“El video muestra a una fila de más de 30 hombres pa­rados frente a las ruinas de un edificio, todos callados y cabizbajos. Un hombre ca­mina entre ellos mientras bebe de una pequeña bo­tella. Se escucha a alguien gritar: “¡Habrá lío en Puerto Príncipe!”

Cerca de allí se ven fusi­les de asalto apoyados con­tra una pared, frente a un montón de pistolas en el suelo. Hay dos barriles lle­nos de balas.

Los hombres parecen ser nuevos reclutas de una de las pandillas callejeras más infames de Haití, y el video parece ser su ceremonia de inducción al mundo del hampa que esta dominan­do hoy en día a la nación más pobre del Hemisferio Occidental.

El video tiene las leyendas “400 Mawozo” y “400 Inúti­les”, referencias de la pandi­lla que, según autoridades, es responsable de gran canti­dad de muertes y secuestros, incluyendo el secuestro de 17 misioneros extranjeros en días recientes.

El video parece ser una for­ma en que la pandilla se es­tá ufanando de su poder, en una época en que aumen­ta el poder y la impunidad de esas bandas en Haití. Es un plagio que amenaza con desgarrar a la sociedad y as­fixiar a la anémica econo­mía del país.

“La situación está fuera de control”, estimó James Boyard, profesor de cien­cias políticas de la Universi­dad Estatal de Haití quien, como otros expertos, atri­buye el fenómeno a empre­sarios y dirigentes políticos que financiaron las pandi­llas. “Les dieron demasiado poder, y ahora están aterra­dos. No sabían que las cosas se descontrolarían como lo han hecho”. Las pandillas controlan un 40% de Puer­to Príncipe, una ciudad de más de 2,8 millones de ha­bitantes donde las pandillas pelean por territorio todos los días. La calle que pertenecía a una pandilla un día, podría pertenecer a la otra al día si­guiente. Dos cabecillas que se atacan a tiros un día podrían crear una efímera alianza pa­ra luchar contra un tercero, hasta que renueven su ene­mistad.

Hay una enorme cantidad de nombres de pandillas — Kra­che Difé, Torcel, Baz Pilot, 5 Secondes — pero los exper­tos calculan que hay sólo 30 afianzadas en la capital y sus alrededores. Se estima que la más poderosa es “G9 Fami­lia y Aliados”, dirigida por Ji­mmy Cherizier, un expolicía.

La violencia pandillera sube y baja, dependiendo de la si­tuación, política o económi­ca o, en su momento, la pre­sencia de fuerzas de paz de la ONU. Actualmente, el país sigue estremecido por el ase­sinato del presidente Jovenel Moïse el 7 de julio y un sismo en agosto que mató a más de 2.200 personas.

Esos dos sucesos frenaron temporalmente la actividad pandillera, pero en semanas recientes han aumentado los secuestros. Un total de 328 secuestros fueron reportados a la Policía Nacional de Hai­tí en los primeros ocho me­ses del 2021, comparado con 234 para todo el 2020, según la Oficina de las Naciones Unidas para Haití.
El poder de las pandillas es más evidente en Martis­sant, el vecindario que vin­cula a Puerto Príncipe con el sur del país y donde tres ban­das se pelean por el poder. La violencia en esa localidad es tal que los habitantes toman desvíos de horas para evitar­la, según el periódico local Le Nouvelliste. En Martissant, el cuartel policial está cosido a balazos y hombres sin cami­sa y encapuchados montan guardia desde detrás de ca­rros chamuscados.

En julio, una pandilla dispa­ró contra una ambulancia, matando a una enfermera. El mes siguiente, la violen­cia obligó a la organización Médicos sin Fronteras a ce­rrar su clínica en Martissant. Un sábado reciente, la policía intentó entrar con vehículos blindados y pronto fue obje­to de disparos. Un civil muer­to estuvo tirado en el suelo el resto del día.

Hasta hace poco, las peleas eran entre pandillas y a ve­ces había civiles atrapados en el fuego cruzado. Pero en noviembre del 2018, más de 70 personas murieron en La Saline, un barrio paupé­rrimo de Puerto Príncipe ac­tualmente bajo dominio de la pandilla G9, cuyo líder fue implicado en la masacre.

“Hubo represalias y más re­presalias … hasta que em­pezaron a atacar a civiles y ahora no distinguen entre pandilleros y civiles”, relató un funcionario internacional que pidió permanecer en el anonimato.

Y lo mismo ocurre con los secuestros, que han tenido como víctimas a un vende­dor de salchichas, niños es­colares, curas y empresarios acaudalados.

Expertos estiman que en par­te, la delincuencia desenfre­nada se debe a la pobreza ex­trema que afecta al país. Un 60% de la población subsis­te con menos de 2 dólares al día, y millones de personas sufren hambre.

“Las pandillas para mucha gente ofrecen una salida a toda esta situación, quizás la única salida”, indicó Boyard.

El producto interno bruto de Haití bajó a -3.3% el año pa­sado, su mayor caída desde la de -5,7% tras el devasta­dor terremoto del 2010. La moneda nacional ha perdido el 50% de su valor y la infla­ción supera el 10%, señala el economista haitiano Enomy Germain.

La situación es comparable a la que siguió al golpe de Es­tado de 1991 que derrocó al presidente Jean-Bertrand Aristide, afirmó Germain.

Expertos dicen que parte de la culpa la tiene Aristide, quien al regresar al poder en 1994, dicen, disolvió al ejér­cito y armó a los barrios, don­de él tenía influencia como cura católico.

Muchos de los pandilleros nuevos no tienen más que 6 ó 7 años de edad y ya son capos cuando llegan a la adolescencia. Son pocos los que llegan a los 30 años de edad.

Comentarios
Difundelo
Permitir Notificaciones OK No gracias