Haití: Una realidad caótica y 10 opciones realistas

Fernando I. Ferrán

Profesor-Investigador de la Unidad de Estudios de Haití, del Centro de Estudios P. Alemán, PUCMM

Haití es mucho más que los titulares que recibe en editoriales, noticias y artículos

y ensayos de opinión. Es eso y mucho más.

De modo que, en ese contexto y dependiendo de lo mismo que leemos y oímos

decir, trato de recapitular cuál es la realidad de Haití y algunas opciones factibles,

no ideales, de superar esa situación.

A. La realidad a la vista de todos

El titular del editorial del Washington Post del 1o de noviembre del año en curso

es el que mejor significa la realidad de Haití en el presente: “Haití se hunde en el

caos, pero el mundo sigue mirando hacia otro lado”.

Más que pesquisar en esta ocasión el por qué de ese descenso dantesco al infierno,

me limito por el momento a responder quién(es) -si acaso- puede(n) hacer qué

en favor del pueblo haitiano. Pero no sin antes ponerle una baderilla a dicho

titular: hay países como la República Dominicana, Panamá y Costa Rica, por solo

citar algunos limítrofes en el Gran Caribe, que no miran “hacia otro lado”.

B. Opciones realistas

1. Control del territorio. El asesinato de Jovenel Moïse ilustró crudamente la falta

de control del Estado haitiano sobre su territorio. Para recobrarlo la `conditio sine

qua non´ es una de tres: neutralizar las bandas -vandálicas- que ahora mismo lo

controlan a modo de feudos, negociar con los más conspicuos de esos líderes

zonales, o ambas estrategias con el firme propósito de reconquistar el control de

territorio de Haití.

2. Liderazgo nacional. Sobrellevar la inoperancia institucional del Estado

haitiano, debido a su infuncionalidad y falta de liderazgo en medio de una

sociedad fraccionada por razones múltiples de su dinámica y composición social,

implica al mismo tiempo identificar y promover de entre los pretendientes a

quien(es) cuente(n) con más dotes de concertación y talantes de estadista.

3. Evidencias. Dado que con ese tipo de liderazgo no necesariamente se nace, el

mismo ha de evidenciarse al gestionar eficazmente ante todo el funcionamiento

municipal y el nacional, encaminado al restablecimiento de los servicios públicos

y mitigar hasta superar la crisis humanitaria en el país.

4. Obstáculos adicionales. Los extranjeros han desempeñado un papel abusivo en

Haití desde su independencia, razón por la que los haitianos resienten una

desconfianza comprensible a propósito de cualquier intromisión de poderes

hegemónicos en su país. A pesar de todo lo cual, Haití necesita apoyo

urgentemente. De modo que, visto desde fuera del país, las opciones no son

desplegar tropas ni quedarse expectante de brazos cruzados; y, desde la

perspectiva haitiana del emergente liderazgo haitiano, las alternativas no deben

ser someterse al designio del extranjero ni desangrase en medio del

enfrentamiento entre pandillas y `autoridades´ tildadas de tales.

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De ahí que, a nombre de Haití su liderazgo ha de solicitar la ayuda internacional;

y, correlativamente, la tradicional comunidad internacional ha de vencer sus

actuales reticencias y escepticismo respecto a la viabilidad del pueblo, la sociedad

y el Estado haitiano de ser ayudados.

5. Respaldo internacional. Resulta fundamental que Haití gestione el apoyo

internacional, -no solo procurando el de amigos grandes y tradicionales, sino

acogiendo desde ya el de los pequeños y más cercanos a él. Y respaldo no solo

para propiciar el imprescindible orden social e investigar crímenes de alto

impacto, sino para por fin poner en marcha las reformas económicas, sociales,

administrativas y de seguridad de las que carece desde antaño.

6. Gobierno provisional. Los primeros pasos deben ser consolidar un gobierno

provisional, con un apoyo y una participación genuinamente amplia e incluyente,

e implementar medidas que aborden el clima de inversiones y la expansión del

mercado laboral, la inseguridad ciudadana, la impunidad judicial y las

necesidades humanitarias.

7. La cuestión previa. En adición a la reconquista del control territorio, y puesto

que por añadidura el país atraviesa su tercer año de recesión económica y trata de

reordenarse luego del magnicio del pasado mes de julio y del sismo de agosto,

sus líderes interinos y los donantes deben decidir en qué sectores y dónde

priorizar sus esfuerzos.

8. Modus operandi. La documentación disponible permite concluir que las

agencias de cooperación internacional no han sido capaces de trabajar de la mano

con los grupos locales. La ineficiencia, el derroche de recursos y la falta de

transparencias son tres de los principales males de los que se denuncian. Como

reverso de la medalla, tampoco ha sido más eficiente el Estado haitiano, que ni

siquiera hizo cumplir las regulaciones antisísmicas de las construccionesni

prevenir la corrupción en los programas de recuperación. Por eso, la decisión final

a propósito de cómo llegar a la población y así ganar en credibilidad y legitimidad

es la de articularse con grupos locales establecidos a nivel de territorio en

municipios estratégicos.

9. Pieza clave del rompe cabezas. Las relaciones entre pandillas tenidas por

criminales y la Policía Nacional de Haití es tan sórdida como complicada. No

importa el régimen de complicidad e inobservancia institucional y legal que

impera en el país, la capacitación y profesionalización del cuerpo del orden es

esencial para evitar que a corto, mediano o largo plazo haya que apelar a una

intervención militar de mano, tan poco diestra, como dura, en su estéril esfuerzo

de mantener la paz y el bienestar de la población haitiana.

10. Estado de derecho. Asumiendo que el resultado final en la práctica deba ser

un Estado de derecho funcional, y consciente de que el orden de los factores

sociales sí altera el resultado, procede primero una nueva constitución política

salida de una asamblea constituyente designada a ese tenor por el gobierno

provisional con la colaboración de las fuerzas vivas de la sociedad haitiana; y,

segundo, la celebración de los comicios que han sido pospuestos dado los desafíos

que implica sustentar un orden provisional con un relativo apoyo y capaz de

enfrentar eficientemente el real “caos” que lo desafía.

En resumen, Haití requiere de liderazgo propio y de respaldo a su propio

reordenamiento, tanto `societal´, como estatal. Una ínfima minoría de sus

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connacionales ha podido procurar el bienestar y la felicidad gozando de

oportunidades equitativas. El Estado haitiano, la sociedad civil y, en la medida en

que se les permita la colaboración, los donantes y la comunidad extranjera tienen,

en el corto plazo una doble tarea que cumplir: gestionar de manera eficiente la

ayuda humanitaria que llega para que solvente penurias y fortalezca el liderazgo

local gracias a un auxilio y recuperación gestionada de manera eficiente; y,

concomitantemente, despejar el camino para rescatar la indispensable

credibilidad popular en los estamentos de gobierno que avale el orden

restablecido previa celebración de unas elecciones exitosas idealmente

democráticas.

El reto es ingente pero, tras más de dos siglos de existencia, la resiliencia del

pueblo haitiano está a la medida de tan titánica odisea.

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