¿Hombre del pueblo? Para contrarrestar un motín, Putin se da baños de multitudes
Este verano se percibe un cambio en el líder ruso, que durante la pandemia se aisló al extremo y suele desdeñar las interacciones con el pueblo como una forma de buscar apoyo.
Saludó a una multitud de seguidores que gritaban en Daguestán. Alzó a una niña y la cargó contra su cadera en Kronstadt. Posó hombro con hombro con siete hermanos pequeños, estrechando la mano del padre de los niños después de un desfile naval.
Vladimir Putin, el presidente de Rusia, acaba de salir al ruedo a estrechar las manos del pueblo ruso, en un intento por demostrar que sus años de aislamiento inducido por la pandemia han terminado y que su apoyo público sigue sólido a pesar de la guerra en Ucrania y un motín fallido contra su gobierno.
Su comportamiento es un cambio importante para el presidente ruso, quien cultivó el aislamiento extremo durante la pandemia, obligaba a los líderes que lo visitaban a sentarse en el extremo opuesto de mesas oblongas gigantes y exigía que las personas se sometieran a cuarentena hasta por dos semanas antes de reunirse con él.
El aislamiento continuó hasta mucho después de que los políticos de otros lugares prescindieron de tales precauciones ante el retroceso de los temores por la COVID-19. Y una vez que Rusia invadió Ucrania, la lejanía de Putin contrastó con la cercanía que proyectó el presidente Volodímir Zelenski de Ucrania, quien visitaba periódicamente posiciones del frente de batalla, asistía a ceremonias llenas de gente y habitaciones de hospital abarrotadas.
Aunque se mantienen muchas precauciones, y Putin difícilmente rivaliza con el presidente Joe Biden en sus encuentros con partidarios en Iowa, el líder ruso está interactuando notablemente con las multitudes en apariciones orquestadas, presentándose a sí mismo como alguien cercano y al mando después de que la rebelión de la milicia privada de Wagner insinuó que Putin no era ni lo uno ni lo otro.
En la pandemia, las interacciones de Putin se caracterizaron por el distanciamiento extremo, como en la reunión celebrada en Moscú con el presidente Emmanuel Macron de Francia a principios de 2022. La imagen fue difundida por los medios estatales rusos.Credit…Sputnik, vía Agence France-Presse — Getty Images
“¿Qué pasó con la cuarentena?”, dijo un periodista que interpeló a Putin el mes pasado, cuando el líder ruso recorría una multitud en Kronstadt.
“El pueblo es más importante que la cuarentena”, replicó Putin.
Putin ha rechazado por largo tiempo la política de multitudes, ridiculizando la práctica de besar bebés, que considera frívola y vulgar, y que es requisito entre los políticos estadounidenses que hacen campaña para un cargo.
Sus intentos de interacción improvisada con la población rusa a lo largo de los años a menudo han resultado rígidos o peculiares, como cuando levantó la camisa de un niño y besó su vientre en una aparición en el Kremlin en 2006. (Putin dijo más tarde que había querido abrazarlo como a un gatito, una imagen discordante para un ex teniente coronel de la KGB).
El líder ruso ha preferido eventos más controlados, como inspeccionar instalaciones de producción y reunirse con colectivos de trabajadores, rodearse de funcionarios subordinados, presidir ceremonias militares o dar la imagen de un rudo amante de la naturaleza en escenas publicitarias cuidadosamente orquestadas, a veces con animales.
Gran parte de esa imagen activa se vino abajo con la pandemia, cuando Putin comenzó a parecer más un autócrata retraído que transmitía su imagen detrás de un escritorio a una pantalla plana desde donde dio inicio, en un momento dado, a una guerra mal planificada.
Pero un motín —abortado el 24 de junio— por Yevgeny Prigozhin, el magnate mercenario, parece haber cambiado la estrategia del líder ruso.
Integrantes del grupo mercenario privado Wagner cerca de la sede de la sede del distrito militar del sur en Rostov del Don, en junioCredit…Reuters
Días después del levantamiento de Prigozhin, Putin viajó a Derbent, una ciudad en la región sureña de Daguestán en Rusia, y apareció ante una multitud que gritaba de alegría, un encuentro bullicioso con su líder del tipo que Rusia no había visto en años.
Su portavoz, Dmitry Peskov, dijo más tarde que Putin se había opuesto a las “fuertes recomendaciones de los expertos” y había tomado la “firme decisión” de interactuar con la multitud, porque “no podía rechazar a estas personas y no saludarlas”.
Tatiana Stanovaya, miembro sénior del Carnegie Russia Eurasia Center, dijo que la decisión de interactuar con la multitud fue casi con certeza una elección personal de Putin, diseñada en parte para enviar el mensaje a la élite rusa de que él aún es dueño de la adoración del público ruso.
“La rebelión de Prigozhin: ese fue el golpe más fuerte a la legitimidad del liderazgo”, dijo Stanovaya. “¿Y de dónde viene la legitimidad?, del pueblo. Por lo tanto, el deseo de arrojarse al pueblo y sentirse apoyado, es el tipo de necesidad que surge en el contexto de una rebelión”.
Las apariciones de Putin con multitudes han continuado en los días posteriores.
El 23 de julio, llevó al presidente de Bielorrusia, Alexander Lukashenko, a Kronstadt, una ciudad en una isla a las afueras de San Petersburgo conocida por su historia de motines a principios del siglo XX. Los dos líderes se mezclaron con una multitud afuera de una catedral, donde Putin se ubicó entre unos novios. Cargó a una niña sonriente que llevaba lentes de sol de marco color rosa.
Días después, Putin recibió a los principales líderes africanos en San Petersburgo, su ciudad natal.
Si la cumbre, con su lista limitada de jefes de Estado africanos, no pudo resolver el aislamiento geopolítico de Rusia, sí abordó las imágenes perdurables del aislamiento físico de Putin. En un maratón de sesiones fotográficas, reuniones y excursiones, quizás tuvo el contacto personal más sostenido que en cualquier otro momento desde antes de la pandemia, por lo menos con autoridades internacionales.
Putin agasajó a los líderes africanos de todos los niveles, así como a sus cónyuges, organizó una cena de gala y fue anfitrión de algunos funcionarios que se quedaron para el tradicional desfile de buques de guerra del Día de la Marina de Rusia en el río Nevá. Regresó a Kronstadt flanqueado por oficiales de defensa rusos y líderes africanos en un barco lleno de gente.
En las gradas del desfile militar saludó a la familia Gorelov de Magadán, en el extremo oriental de Rusia. Un día antes, los padres habían recibido la Orden de la Gloria Parental por criar a 10 hijos, lo cual forma parte de un añejo intento del Estado para combatir el declive demográfico que consiste en promover las “familias con varios hijos”.
Putin se ubicó entre los siete hijos que los Gorelov habían llevado para la fotografía.
En días recientes, Putin ha alternado entre los actos sobre la guerra y las interacciones con multitudes que parecen estar diseñadas a transmitir un sentido de normalidad y demostrar que cuenta ampliamente con la lealtad de la gente, incluso cuando la guerra sigue causando penurias que tienen inconformes a muchos rusos.
El miércoles, apareció ante viudas cuyos esposos habían muerto en la guerra, rozó con la mano la cabeza de la hija pequeña de un soldado caído en combate y palmeó el hombro del niño que estaba junto a ella.
Integrantes del público saludaron cuando Putin y el ministro de Defensa de Rusia, Serguéi Shoigu, pasaron revista desde un bote a un desfile naval en los festejos del mes pasado en San Petersburgo. Credit…Anatoly Maltsev/EPA, vía Shutterstock
Los encuentros de Putin con las multitudes siguen siendo limitados si se le comparan con los de casi todos los líderes mundiales. Zelenski cumple un calendario repleto de interacciones públicas. Un candidato presidencial estadounidense ocupado podría interactuar con más multitudes públicas en una semana que lo hecho por Putin en el último año.
Pero para los estándares recientes del líder ruso, el cambio es notable.
Sam Greene, director de resiliencia democrática en el Centro de Análisis de Política Europea en Washington, dijo que Putin podría estar aumentando sus actividades públicas en preparación a las elecciones presidenciales de marzo. Serán los quintos comicios del mandatario ruso, aunque aún no anuncia oficialmente su candidatura.
Sin duda, en un sistema que ha neutralizado a los competidores durante años, Putin ganará, pero el Kremlin tomará nota de la participación y los márgenes de victoria, al igual que las élites rusas de las que se tiene que rodear Putin.
“Hay todos estos oligarcas y gente en el sistema que son adinerados y poderosos y no le rinden cuentas a nadie, y todo eso es posible porque hay alguien en el escenario que hace que el espectáculo continúe”, dijo Greene. “Necesita transmitirle a las élites que no solo es bueno para hacerlo, sino que por mucho”.
Paul Sonne es un corresponsal extranjero del Times que se enfoca en Rusia y Ucrania. Más de Paul Sonne
The New York Times