Humildad y vigencia de Jesús 

Por Euri Cabral

Este lunes se inicia la llamada Semana Santa o Semana Mayor, espacio de tiempo donde el mundo cristiano recuerda la vida, el ejemplo y sacrificio en la cruz de Jesús, realizado por Él para garantizar que todos los seres humanos podamos alcanzar la salvación y la vida eterna.

Una de las grandes enseñanzas de Jesús en su paso por la vida terrenal, fue la de la humildad. Jésus, el mas grande e importante personaje de toda la historia de la humanidad fue un ser lleno de humildad. 

Si queremos recordar y emular a Jesús en estos tiempos tan complejos, difíciles y asfixiantes, debemos practicar la humildad de manera permanente. Estamos viviendo una época donde se han perdido o trastocados muchos de los valores que sirven de soporte para un buen accionar y ante eso, resulta necesario mirar el ejemplo de Jesús y conocer de cerca su humildad y su gran capacidad de entrega por los demás, para que podamos asumir a nuestras vidas ese modelo que Jesús nos legó.  

Jesús es el principal modelo de liderazgo de todos los tiempos. La relación con sus discípulos lo muestran como el verdadero modelo de líder que merece ser imitado por cada uno de nosotros. Hoy en día ser humilde es una de las características principales de un líder de cualquier área de la sociedad. Los ciudadanos han comprendido muy bien que quienes no son capaces de mirar a los demás con sentido de igualdad y no saben reconocer con humildad sus errores, les resulta muy difícil poder alcanzar la categoría de verdaderos líderes.

Una de las grandes muestras de humildad de Jesús se produjo cuando al reunirse para la última cena, el Maestro de repente tomó una toalla y un recipiente de agua y le lavó los pies a sus discípulos. Jesús, el Maestro y Guía, el Mesías, el hijo de Dios, el Rey de Reyes y Señor de Señores, se postró ante sus discípulos para, al lavarle los pies, dar una de las mayores lecciones de humildad de la historia de la humanidad.

Pedro, uno de los discípulos más destacados de Jesús, entendió profundamente esta enseñanza de su Maestro y en su primera epístola, en el capítulo 5 versículo 5, escribió lo siguiente: “Y todos sírvanse unos a otros con humildad, porque Dios se opone a los orgullosos pero muestra su favor a los humildes”. 

Esa humildad practicada por Jesús durante su vida en la tierra sigue teniendo mucha vigencia. Y es que la grandeza del valor Jesús como lider radica precisamente en la humildad de su accionar como hijo del Dios viviente, en haber sentado las bases de una doctrina que ha conquistado el mundo con un mensaje de amor, de perdón y de entrega por los demás. 

En todo el devenir histórico muchos analistas se han preguntado por qué  Jesús, un sencillo carpintero de Belén, se ha convertido en la persona más influyente de la historia de la humanidad.  Y se preguntan de manera cotidiana el por qué Jesús está hoy más presente y más actual que nunca. 

Lo que representa Jesús es algo sencillamente extraordinario. Jesús es conocido por todos los habitantes del planeta desde hace dos mil años. Es seguido de manera decidida por más de la mitad de la población del mundo, que lo reconoce como el hijo de Dios y quien hace dos mil años murió crucificado para librarnos del pecado y darnos la vida eterna. 

La influencia, penetración  e importancia de la figura de Jesús ha crecido con el tiempo y a través de los siglos. Todo los seres humanos que han nacido en los últimos dos mil anos han conocido o han tenido referencia de él. Con tan solo tres años de ejercicio de su tarea espiritual en la tierra, Jesús supera con creces  la influencia de  filósofos y pensadores de la categoría de Confucio, de Marx, de Nietzsche, de Sócrates, de Platón, de Aristóteles, en fin, no existe un personaje de la historia mundial que pueda equipararse con la magnitud y la grandeza de Jesús.

Y esa grandeza de Jesús se hace digna y trascendente por su gran sentido de humildad. Jesús es el hijo de Dios hecho hombre. Como tal debió ser un príncipe en la tierra que se paseara por los mejores lugares y a quien todo el mundo le rindiera pleitesía. Pero no, fue un humilde carpintero. Nació en un pesebre de Belén rodeado de animales. Luego fue un pescador de hombres que ensenó con su ejemplo y siempre lo entregó todo antes que recibir. Enseñó amar a los enemigos, orar por los que nos maltratan, perdonar sin importar la magnitud del daño que nos hagan. Y entregó lo más preciado de un ser humano, su vida, para pagar el pecado de todos nosotros. 

Amor, perdón y entrega por los demás fueron los puntos luminosos de una doctrina que Jesús sembró en nuestros corazones. Su grandeza es su humildad. Por eso, Jesús es el hijo de Dios y es el personaje más influyente de la historia de la humanidad. Ojalá que muchos líderes de este tiempo se miren en el espejo de Jesús y sean capaces de practicar la humildad, para que sean realmente grandes e importantes frente a los demás. 

Euri Cabral

Economista y Comunicador

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