Importando miseria y violencia de Haití

Ramón Núñez Ramírez 

La barbarie, materializada por los hombres del líder bandolero Micanor Altés, se ensañó contra la empobrecida comuna de Wharf Jérémie, en Cité Soleil, asesinando a más de 200 personas mayores bajo el argumento de que sus ritos vudús habían enfermado y muerto al hijo del criminal. Ese episodio es un reflejo de la carnicería humana y la indolencia, pues durante los tres días de la matanza no apareció la autoridad y aquí, en nuestra patria, estamos comenzando a experimentar la violencia de los ilegales como presagio de un futuro nefasto que estamos permitiendo se haga realidad.

La palabra genocidio es definida por organismos internacionales como el exterminio sistemático de un grupo humano por razones de raza, etnia, religión, política o nacionalidad, ese no es el caso de Haití donde bandas muy bien armadas y financiadas están asesinando a su propia raza.

En el ADN de una parte de los haitianos están los genes de la violencia, el crimen, la barbarie y el odio, heredado de sus ancestros africanos, alimentado por la brutal esclavitud a que fueron sometidos por los colonos franceses.

Estamos permitiendo, lo hago plural porque es una responsabilidad de todos, aunque algunos no nos cansemos de martillar sobre el tema, que esa violencia se instale en nuestro territorio, y basten tres ejemplos recientes: la niña de once años en San Francisco de Macorís violada por varios haitianos quienes llegaron a grabar y regodearse en el brutal crimen sexual, el hacendado de San José de Ocoa (otro más de una serie de crímenes similares) decapitado por un obrero haitiano.

Y el caso de los obreros de una construcción en el elegante Piantini que desarmaron e hirieron en una pierna a un agente de Migración y no le mataron por la intervención militar. ¿Incapacidad ofensiva de las autoridades, o miedo de actuar contra los haitianos beligerantes?

La inmigración descontrolada esta despojando a las dominicanas de las maternidades, a los niños de los pupitres en las escuelas, están en la construcción, la agropecuaria, el motoconcho(doblemente ilegal), actividades informales y delictivas.

Es cierto que han aumentado las deportaciones, pero mientras una mujer haitiana atraviese la frontera y llegue a una maternidad revela el gran negocio fronterizo de traficantes y militares dejando ingresar cientos o miles cada semana.

Estamos comenzando a perder el país y la responsabilidad histórica y sus consecuencias pesarán sobre el legado del presidente Luis Abinader si este no se arma de la valentía política para tomar las acciones necesarias para detener el flujo y revertirlo con las deportaciones.

Afortunadamente, a partir del 20 de enero cesarán las presiones de los gobiernos del Partido Demócrata y los organismos títeres internacionales en vista de que una política masiva de deportaciones por parte de la administración Trump daría mayor grado de libertad al gobierno dominicano para aplicar nuestras leyes migratorias.

El presidente Luis Abinader, en su condición de comandante en jefe de las Fuerzas Armadas, puede ordenar los operativos, las medidas y sanciones para preservar las esencias de nuestra nacionalidad, nuestra condición de país habitado por personas pacíficas, trabajadoras, creyentes en la fe cristiana, hermanados por el mismo idioma, el crisol de colores, nuestra bandera tricolor y la voluntad de construir una sociedad próspera y más equitativa, y eso no será posible con una haitianizacion del país.

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