Índice de Pobreza Multidimensional

Margarita Cedeño

La medición de la pobreza es un tema que siempre suscita profundas discusiones, tanto en el ámbito académico como en el técnico. Sin embargo, cuando se aborda con los objetivos correctos, estas discusiones resultan esenciales y contribuyen a perfeccionar los instrumentos que sustentan las políticas públicas destinadas a combatir la pobreza. En línea con este propósito, en su momento nos dirigimos al Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo y al Oxford Poverty and Human Development Initiative para explorar en detalle el Índice de Pobreza Multidimensional.

Este enfoque representa un abordaje novedoso en la medición de la pobreza, una innovación que llegó en un momento oportuno, cuando nuestro país necesitaba fortalecer sus programas de transferencias monetarias condicionadas, tanto en términos de su institucionalidad como de su eficiencia. El modelo Alkire-Foster brinda una perspectiva concreta de esta herramienta, a la que pudimos aportar una perspectiva dominicana, al examinar factores vinculados al bienestar humano, la salud, la brecha digital, la seguridad ciudadana, el entorno y el medio ambiente, entre otros elementos que influyen directamente en la vida cotidiana de la población.

Recientemente, el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo anunció que durante el periodo 2007-2014, el país logró reducir a la mitad el valor de su Índice de Pobreza Multidimensional Global, convirtiéndose en uno de los 19 países que alcanzaron este hito. Además, de acuerdo a las estimaciones del último año disponible (2019), el índice descendió a 0.011, lo que se tradujo en una disminución porcentual de 21.4% entre 2014 y 2019. Conforme establece el PNUD, si evaluamos el período completo de 2007 a 2019, el IPM global del país experimentó una reducción del 63.3%.

Las actuales autoridades enfrentan el desafío de mantener el ritmo de disminución en las brechas medidas por el Índice de Pobreza Multidimensional. El IPM es una herramienta que arroja luz sobre la complejidad de la pobreza, y el traspaso del Sistema Único de Beneficiarios al Ministerio de Economía, Planificación y Desarrollo podría potenciar la atención estatal hacia el IPM como una herramienta de trabajo fundamental, no solo en el ámbito de las políticas sociales.

En anteriores ocasiones hemos planteado que convencer a la esfera de liderazgo público sobre la importancia del IPM puede ser complicado, ya que sus resultados se manifiestan con el tiempo, respaldando políticas públicas que, muy probablemente, demoran en mostrar resultados tangibles.

Por lo tanto, la implementación del IPM requiere la colaboración entre los niveles político y técnico para ser efectiva. Se necesita paciencia para comprender las posiciones de todos los interesados y encontrar un punto medio de consenso, con el fin de materializar el IPM y abrazar una metodología que transformará las políticas públicas en todo el mundo, tal cómo quedó demostrado en la evaluación cualitativa que la Universidad de Berkeley le hiciera al programa Progresando con Solidaridad (PROSOLI).

Solo a través de una perspectiva multidimensional de la pobreza podemos forjar una nueva generación de políticas públicas que contribuyan a la realización del objetivo de erradicar la pobreza y la desigualdad, lograr inclusión social a través de la capacitación, el emprendimiento y la inserción productiva de los grupos vulnerables e invisibles.

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