José Andrés: Dejen que la gente coma
Por José Andrés
The New York Times
José Andrés es el fundador de World Central Kitchen.
En las peores condiciones imaginables —tras huracanes, terremotos, bombas y disparos— aparece lo mejor de la humanidad. No una vez, ni dos, sino siempre.
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Las siete personas asesinadas en una misión de World Central Kitchen en Gaza el lunes eran lo mejor de la humanidad. No son anónimos: tienen rostro y nombre. No son trabajadores humanitarios genéricos ni daño colateral de la guerra.
Saifeddin Issam Ayad Abutaha, John Chapman, Jacob Flickinger, Zomi Frankcom, James Henderson, James Kirby y Damian Sobol arriesgaron todo en favor de la actividad más fundamentalmente humana: compartir nuestro alimento con los demás.
Junto a ellos serví en Ucrania, Turquía, Marruecos, las Bahamas, Indonesia, México, Gaza e Israel. Eran mucho más que héroes.
Su labor se basaba en la sencilla creencia de que el alimento es un derecho humano universal. No se condiciona a los buenos o malos, ricos o pobres, de izquierda o derecha. No preguntamos a qué religión perteneces. Simplemente queremos saber cuántas comidas necesitas.
Desde el día 1 hemos alimentado tanto a israelíes como a palestinos. Por todo Israel hemos servido más de 1,75 millones de comidas calientes. Hemos alimentado a familias desplazadas por los cohetes de Hizbulá en el norte. Hemos alimentado a familias en duelo del sur. Llevamos alimentos a los hospitales donde los rehenes se reunieron con sus familias. Hemos pedido consistente, repetida y encarecidamente la liberación de todos los rehenes.
En el proceso, nos hemos comunicado extensamente con el ejército israelí y las autoridades civiles. Al mismo tiempo, hemos colaborado de manera cercana con líderes comunitarios en Gaza así como con las naciones árabes de la región. No hay forma de llevar un buque lleno de alimentos a Gaza de otra forma.
Así es como hemos servido más de 43 millones de comidas en Gaza, preparando comidas calientes en 68 cocinas comunitarias donde los palestinos alimentan a los palestinos.
Conocemos a los israelíes. Los israelíes, en lo más profundo de sus corazones, saben que la comida no es un arma de guerra.
Israel es mejor que la forma en que se conduce esta guerra. Es mejor que el bloqueo de alimentos y medicinas para civiles. Es mejor que el asesinato de trabajadores de ayuda humanitaria que coordinaron sus movimientos con las Fuerzas de Defensa de Israel.
El gobierno de Israel necesita hoy abrir más rutas terrestres para alimentos y medicinas. Necesita hoy dejar de matar civiles y trabajadores de ayuda humanitaria. Necesita hoy emprender el largo trayecto a la paz.
En las peores condiciones, tras el peor ataque terrorista de su historia, es hora de que surja lo mejor de Israel. No se puede salvar a los rehenes bombardeando todos los edificios de Gaza. No se puede ganar esta guerra haciendo pasar hambre a todo el pueblo de Palestina.
Acogemos con agrado la promesa del gobierno de llevar a cabo una investigación sobre cómo y por qué fueron asesinados los miembros de nuestra familia World Central Kitchen. Se requiere que dicha investigación empiece desde arriba, no solo abajo.
El primer ministro de Israel, Benjamín Netanyahu, ha dicho de las muertes de nuestro equipo a manos israelíes es algo que “sucede en la guerra”. Fue un ataque directo a vehículos claramente identificados cuyos movimientos conocían las Fuerzas de Defensa israelíes.
También fue resultado directo de una política que ha exprimido la ayuda humanitaria a niveles desesperados. Nuestro equipo iba camino a entregar casi 400 toneladas de ayuda vía marítima, nuestro segundo cargamento, financiado por los Emiratos Árabes Unidos, apoyado por Chipre y con permiso de las Fuerzas de Defensa de Israel.
Los integrantes del equipo arriesgaron su vida precisamente porque esta ayuda alimentaria es tan inusual y se necesita con desesperación. Según la iniciativa global de la clasificación integrada de las fases de la seguridad alimentaria, la mitad de la población de Gaza —1,1 millones de personas—, enfrenta riesgo inminente de hambruna. El equipo no habría hecho el viaje si hubiera suficiente alimento viajando en camiones por tierra camino a alimentar a la gente de Gaza.
Los pueblos del Mediterráneo y el Medio Oriente, independientemente de su etnicidad y religión, comparten los valores de la comida como una expresión potente de humanidad y hospitalidad, de nuestra esperanza compartida de un mañana mejor.
Hay una razón por la que en este momento especial del año los cristianos preparan huevos de Pascua, los musulmanes comen un huevo en las cenas de iftar y un huevo aparece en el plato del séder. Este símbolo del renacer de la vida y la esperanza en la primavera abarca religiones y culturas.
He sido un forastero en las cenas de séder. He escuchado los relatos antiguos de la Pascua sobre ser un desconocido en la tierra de Egipto, el mandamiento a recordar —frente a un festín— que los hijos de Israel fueron esclavos.
Alimentar a los extraños no es un signo de debilidad, es signo de fuerza. El pueblo de Israel necesita recordar, en esta hora tan oscura, cómo luce realmente la fuerza.
José Andrés es cocinero y fundador de World Central Kitchen.
The New York Times