Kiev se desangra con un éxodo masivo al oeste

Kiev, 5 mar (EFE).- Kiev se está desangrando incluso antes de que comience el esperado asedio ruso. Decenas de miles de habitantes de la capital ucraniana han decidido coger sus bártulos e iniciar un largo éxodo con destino al oeste del país y, si es posible, al extranjero.

«La ciudad se está vaciando. Nosotras nos vamos, pero mi marido y mi padre se quedan a combatir», comentó a Efe Nastia al borde del andén de la Estación Central de Kiev.

Leópolis, la capital del oeste de Ucrania y que está cerca de la frontera polaca, es el destino de casi todos los desplazados que huyen de la guerra y del inminente bombardeo ruso de la ciudad, que ven como algo inevitable.

UN VIAJE A NINGUNA PARTE

Coches, autobuses e incluso camiones dejan a familias enteras frente a la estación. En sus miradas perdidas se puede leer el sufrimiento de diez días de invasión rusa.

Muchos dejan atrás sus vidas, sus casas y todas sus pertenencias. La grúa no da abasto para retirar tantos automóviles abandonados en la plazoleta.

La estación es un hervidero. En sus pasillos miles de personas esperan que la megafonía anuncie su tren para abalanzarse al andén. El problema es que ni hay horario ni billete, por lo que hay que correr para no viajar de pie.

«¿A dónde voy? No lo sé. Adonde sea», comenta Bogdana, una mujer residente en la capital.

La sala de espera está tan atestada de gente, que las cunas tienen muchas dificultades para abrirse paso.

Una mujer corre con un bebé a cuestas, pero el tren está casi lleno. Los pasajeros rebosan el vagón. En el último momento, un hombre se apiada de ella y le ayuda a subir.

«¡Viajeros al tren!», grita un empleado ferroviario.

MUJERES Y NIÑOS AL TREN

Los chillidos de algunos niños al subir al vagón es ensordecedor. Otros lloran desconsoladamente por las ventanillas. No quieren viajar sin sus padres, pero estos se quedan a defender la ciudad del enemigo ruso.

«Tenemos que enviar a la familia a un lugar seguro. De lo contrario, no podría estar tranquilo», comentó Yaroslav, un corpulento soldado que sostiene en su regazo a su hijo pequeño, que está abrazado a su cuello.

Está convencido de que la capital resistirá la embestida rusa, ya que todos sus amigos están decididos a «hacer pagar muy cara» a los rusos su osadía.

Son escasos los hombres que se suben al tren. Sólo los mayores de 60 años. Como un georgiano casado con una ucraniana.

«Dudamos mucho, pero finalmente decidimos abandonar la ciudad. Tenemos que pensar en los niños», señaló su esposa, Sveta, mirando a sus dos vástagos.

Eso sí, pocos saben si volverán. Algunos tienen familiares en Lviv. Otros, confían en la ayuda de las organizaciones internacionales.

Dos amigas, Yulia y Tatiana, viajan juntas con sus tres hijos. Lo hacen sin sus maridos, que se encuentran ya en primera línea de frente.

La madre de Nastia también ha decidido quedarse, ya que Kiev es «todo» para ella, sus «raíces» y, lo que es más importante, la abuela se niega a abandonar la ciudad.

EL INFIERNO DE IRPEN

La ciudad de Irpen, considerada la puerta hacia Kiev, ha sido víctima del ensañamiento de la artillería rusa en los últimos días. Curiosamente, es una de las localidades designadas por ambos bandos en conflicto para ser evacuada tras el acuerdo de ceses del fuego alcanzado en Bielorrusia.

«Nos hemos librado por los pelos. Los rusos no han dejado de disparar ni un solo minuto», comentó a Efe una mujer mayor al descender de un camión al descubierto.

Una de las imágenes del día son los cientos de personas escondidos bajo el puente volado en dicha localidad por el Ejército ucraniano para impedir el avance ruso.

«En las ciudades pequeñas en torno a Kiev la situación es dramática. La gente vive en los sótanos. Los mujeres dan a luz bajo tierra. Las ambulancias no pueden llegar a tiempo», explica Alina escandalizada.

Ella misma llegó de la región de Kiev, donde la gente se siente «abandonada», ya que no hay «ni comida ni medicinas».

«La situación es insostenible. Por eso me voy a Polonia. Las explosiones me han provocado un ataque de nervios», señala, resignada a una larga espera.

Y es que Ilona, una ucraniana de origen iraní, lleva siete horas esperando en el corredor.

«Esperaré lo que haga falta. Hay que llegar a Lviv como sea», subraya.

NOS VAMOS A ESPAÑA

Alexandr es un risueño pensionista nacido en la capital. El motivo de su huida ha sido la negativa de la OTAN a crear «una zona de exclusión aérea» que impida los bombardeos de la aviación rusa.

«Un proyectil cayó el otro día cerca de casa. Yo creo que los rusos nos van a bombardear de un momento a otro», señaló, ante lo que su mujer enseguida asiente indignada.

Su destino es «Valencia», donde vive desde hace una año una de sus hijas.

«Sólo será provisional», añade, antes de proclamar en castellano: «¡Gloria a Ucrania! y ¡Viva España!».

Su otra hija y su nieta Nastia se quedarán en Polonia, donde han encontrado trabajo.

España también es el objetivo de Nicoleta, una rumana afincada en Kiev, y su pareja, de origen camerunés, a los que acompañan dos revoltosos niños.

«Hemos elegido España como destino, pero no sabemos cómo llegar. ¿Nos puede aconsejar?», señala Nicoleta con una sonrisa nerviosa.

Ignacio Ortega

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