Kiko la Quema y el mundo al revés

 Edgar Lantigua

Condenados a vivir rodeados del delito, en barrios en donde la muerte acecha ante cualquier descuido, donde ser matón no es cosa de películas, ni de novelitas de Marcial Lafuente Estefanía, la gente va viendo normal, las cosas que no lo son.

El prisma es cosa del tiempo y no de España, que aquel vende sustancias, dicen, que este se dedica a arreglar los asuntos del don, y, por arreglar quieren decir matar, que el muchacho de atrás se la busca atracando, que aquel se lleva muchachitas en flor, las muda en una pieza, ante la mirada indiferente, temerosa o cómplice de la familia.

Y así, un patrón aquí y otro allá, nos recuerda las recetas de don Pablo, en el Medellín, que ahora está de moda como destino, gracias dos o tres alcaldes que han recuperado el encanto que siempre tuvo esa ciudad, a una Colombia más pacífica ahora y una moneda que le hace acequible, pero esas son otras quinientas.

Y noventa años después, hay que regresar a Discépolo, en un tango que más que retrato de su tiempo, resultó premonición de lo que habría de venir, un cambalache,

“Hoy resulta que es lo mismo ser derecho que traidor

Ignorante, sabio o chorro, pretencioso estafador

Todo es igual, nada es mejor

Lo mismo un burro que un gran profesor”.

Como si fuera escrita hoy, la canción de 1934.

Y si hago memoria, es solo para que se entienda, que no viene de ahora ese deterioro, que no es cosa nueva, que muy probablemente escuchamos a nuestros padres, sin duda a algún maestro, a algún sacerdote o un pastor, hablarnos de la pérdida de valores, de familia y cosas así, que tal vez sentimos en esos momentos como cantaletas de viejos y que hoy vemos como realidad que espanta, que nos hace darles la razón en silencio.

El mundo al revés, el planeta patas arriba, en un afán de relativizarlo todo, despojando cada día más a la gente de todo aquello que antes era pecado y que ahora es mero ejercicio de la libertad individual.

Hasta las iglesias buscan aligerar penas de cosas que antes eran malas y ahora no lo son tanto.

Parece, sin embargo, que no todo está perdido porque muchos reaccionaron alarmados ante la noticia de que en el sepelio de Kiko la Quema, cantaron, nada más y nada menos que, ese hermoso himno, que dice, entre otras cosas: “Cuando allá se pase lista a mi nombre yo feliz responderé”.

Como nos recordó el Listín, ese himno fue escrito por James M. Black, maestro de la escuela dominical, en Williamsport, Pensilvania, en 1893, ante la ausencia de una jovencita en su clase, exclamó, “Bueno confio en que cuando el rollo se habra allá arriba y se pase lista, ella esté allá”. Luego se enteró que Bessie tenía neumonía y compuso la canción.

En esencia se refiere a cuando en el juicio final se pase lista, se supone que estarán los nombres de quienes han llevado una vida conforme a las enseñanzas cristianas.

Con al menos 20 muertes en su haber, distribución de drogas, lavado de activos, extorsion y abuso de menores, ¿Puede el señor Kiko estar, cuando allá se pase lista?

No soy quien, para juzgar a este varón, casi idolatrado por una parte de su barrio, pero la canción que le cantaron y los testimonios de gente de su barrio, nos hace pensar, que el mundo anda al revés, con los valores patas arriba. Y que algo habrá que hacer.

Listin Diario

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