Kiss se despide de Barcelona con apoteosis de pirotecnia, maquillaje y rock
Santa Coloma de Gramenet (Barcelona), 2 jul (EFE).- Entre explosiones pirotécnicas, vuelos inverosímiles por encima del público y toneladas de maquillaje y pasión por el hard rock, la legendaria banda neoyorquina Kiss ha dicho adiós para siempre a sus fans barceloneses, en el cierre del Barcelona Rock Fest, un día antes de despedirse de España desde el WiZink Center de Madrid.
Han sido dos horas encima de un escenario por el que ha ido desfilando un repertorio de más de veinte himnos, coreados a todo pulmón por una audiencia rendida ante una banda nacida en 1973, como una excéntrica exageración del glam rock, y que, casi 50 años después, ha decidido retirarse con su prestigio intacto.
Del melenudo cuarteto original siguen en activo Paul Stanley, vocalista y guitarra rítmica del grupo, que a sus 70 años conserva su carisma al mismo nivel que Gene Simmons, un «demonio» dos años mayor, que sigue sacando su lengua reptiliana mientras aporrea el bajo y que escupe sangre en la performance que todo el mundo espera.
La adicción a las drogas y el alcohol descabalgaron en su día a los otros dos fundadores, Peter Criss y Ace Frehley, reemplazados hoy por el batería Eric Singer y Tommy Thayer a la guitarra.
LLAMARADAS, ESTRIBILLOS Y TEATRO
Un concierto de Kiss es un cóctel de números circenses -el fuego, omnipresente-, rostros pintados -el maquillaje ha aguantado a duras penas los sudores-, menores a hombros de sus padres y una cabalgata de estribillos históricos que se adhieren al cerebro: «Detroit Rock City», «Shout it out loud», «Deuce», «I love it loud», «Lick it up»…
«Os vais a volver locos esta noche», ha avisado Stanley al inicio de la sexta y última visita visita de la banda a Barcelona.
No hay canción en la que no pase algo, algún estímulo efectista, algún truco ‘kitsch’, como el momento en que Thayer ha disparado fuegos artificiales con el mástil de su guitarra, o cuando Singer y su batería han sido propulsados hacia el cielo con una grúa.
Aún más arriba ha subido Simmons -ha quedado claro que no sufre vértigo-, sobre una plataforma móvil que lo ha elevado a diez metros del suelo mientras sonaba «God of Thunder».
Pero quien de verdad ha volado ha sido Stanley, que, agarrado a una tirolina, se ha deslizado por encima de miles de cabezas hasta un islote habilitado entre el público, para cantar «Love Gun» y «I was made for lovin’ you».
No hay concierto de metal sin que los riffs más rugosos dejen paso por unos minutos a una suave balada heavy: Kiss ha elegido su dulce «Beth» para poner la piel de gallina a los incondicionales, que ya se habían estremecido con «Tears are falling».
Y para cerrar el espectáculo, entre confeti, llamaradas y petardos ensordecedores, «Rock and roll all nite»: esa ha sido la última canción interpretada por Kiss en un escenario barcelonés.
Dicen que lo dejan definitivamente, que «End of the road» es su última gira, que quieren «retirarse a tiempo» antes de perder la chispa. Ojalá sea todo mentira.
JUDAS PRIEST: OTRO MILAGRO SIN CADUCIDAD
¿Stanley, Simmons y compañía, viejos? No parece un argumento suficiente para jubilarse: hoy en Barcelona han coincidido con un mito tan longevo como ellos, otro setentón, el inglés Rob Halford, la sagrada calva de Judas Priest.
Halford ha ido descorchando las mejores canciones de su interminable cosecha, desde un Gran Reserva como «Victim of changes» hasta su voz aguda como un cuchillo en «Painkiller», desde las pegadizas «You’ve got another thing comin'», «Turbo lover», «Breaking the law» y «Living after midnight» hasta la fulminante «Freewheel burning».
MEGADETH, UN APERITIVO DE LUJO
Justo antes de que Halford empezara a hinchar sus pulmones sobre uno de los tres escenarios del Barcelona Rock Fest, había rasgueado su guitarra Dave Mustaine, alma de Megadeth, que guarda un vínculo inolvidable con Judas Priest: cuando era adolescente, su cuñado -no muy amigo del rock- lo sorprendió escuchando un disco de la banda de Birmingham y le soltó un puñetazo en la cara.
A sus 60 años, Mustaine lleva ya miles de noches vengándose de su cuñado con un inagotable repertorio de clásicos del thrash y del heavy metal, como los que ha ofrecido este viernes, arrancando con «Hangar 18» y rematando su hora de actuación con una ráfaga de hits: «Symphony of Destruction», «Mechanix», «Peace Sells» y «Holy wars… The Punishment due».
Por cierto, el puñetazo que recibió de su cuñado probablemente le habría gustado darlo él a varios del equipo técnico de Judas Priest cuando, en el escenario adyacente, se han puesto a hacer pruebas de sonido y han obligado a Mustaine a interrumpir, entre blasfemias, su actuación.
Tras dejar atrás dos años de cancelaciones por la pandemia, el Barcelona Rock Fest desenchufa finalmente los altavoces después de tres días de culto al metal en el parque de Can Zam.
Roger Mateos
EFE