La ADP y los dos PLD

Pablo McKinney

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 Uno de los mayores daños que nuestros partidos políticos le han hecho a nuestra demo­cracia ha sido convertir a los sindicatos y algunos Colegios de Profesionales en vulgares instrumentos para sus maquinaciones.

La expresión más reciente de este com­portamiento lo encontramos en el caso de la ADP, actualmente bajo el control del PLD en versión morada.

Hablo de un partido, que con el minis­terio público en plan acoso y derribo con­tra algunos de sus posibles corruptos; más la parte verde de la organización (LFP) cir­cunstancialmente aliada al gobierno, atra­viesa actualmente la vía Apia de todos sus tormentos, y no es para menos. No debe ser fácil enfrentarse a un gobierno asesora­do por “sangre de su sangre”, compañeros de toda una vida que conocen las luces de las cinco administraciones del PLD, pero sa­ben también dónde están las alfombras que guardan los cadáveres éticos de 20 años de gobierno.

Todo lo anterior viene a demostrar una vez más la certeza del refranero popular cuando reza: “No hay peor cuña que la del mismo palo”. O como escuché decir a un amigo termocefálico años setenta, sentados en El Bomba de aquel lado: “A veces los pa­rientes son los peores, por ejemplo, el Tío Sam”.

El comportamiento de la ADP (que agru­pa a los empleados públicos que mayores aumentos y estímulos han recibido en los últimos 25) exigiendo al gobierno otro au­mento salarial del 25% en un momento en que los dominicanos tenemos una economía sobre endeudada e inevitablemente obliga­da a endeudarse más, es el ejemplo más vul­gar y fehaciente de la traición de nuestros partidos a la infancia y la juventud domini­canas.

Hasta llegar a afectar la formación de nuestros muchachos no debieron llegar nun­ca esas sociedades poco anónimas y nada santas que van y vienen administrando el Estado y creando a través de la corrupción y la impunidad los nuevos ricos cuyos hijos o yernos, dentro de cincuenta años serán la oligarquía intocable de entonces. Hagan me­moria desde 1930 hasta ayer.

Mañana viernes, como el pasado miérco­les y el viernes pasado, el sindicato volverá a paralizar la docencia en una acción que será legal, pero es vandálica, salvaje, inmoral, im­púdica y pornográfica.

El refranero popular se pregunta, “¿a dón­de va el buey que no ara?” y ahora pregunto yo, ¿a dónde va el país que no educa a sus hijos?

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