La democracia en apuros

Pablo McKinney[email protected]

El presidente del Consejo Econó­mico y Social (CES), Rafael Tori­bio, advirtió recientemente que en ese órgano se discutirá la pro­puesta de modificación constitu­cional presentada por el Gobierno, pero que podrían surgir otros puntos fuera del proyec­to. En lo del “pero”, y en lo de “surgir” está la vaina.

¡Quién lo diría! Once años después de su promulgación, nuestros representantes le­gislativos que conforman la Asamblea Nacio­nal ni siquiera han sido capaces de aprobar las leyes adjetivas que darían valor objeti­vo a la Carta Magna, y ya estamos otra vez hablando de modificarla. ¡Ve qué vaina! Es cierto que en esta oportunidad no existe el “truqueo” de Hipólito Mejía, de Leonel Fer­nández o de Danilo Medina de modificar la Carta Magna para poder reelegirse, (en el caso de Fernández para poder volver a ser candidato eliminando el “nunca más”) pues nuestra actual Ley de Leyes permite la re­elección consecutiva, pero sí corre por los ca­minos el temor de que la intención final de esta modificación sea lo que en un arrebato de sinceridad que el país le agradece decla­ró doña Milagros Ortiz Bosch: El requisito constitucional del 50+1 para ganar las elec­ciones presidenciales en primera vuelta de­bería revisarse. ¡Toma ya!

Uno confía en la demostrada buena in­tención del presidente Abinader de realizar cambios a la Constitución para, por ejemplo, blindar la relativa independencia del Minis­terio Público, de manera que sea sumamente difícil -rozando lo imposible- que un próximo presidente de la República pueda echarlo atrás y retornarnos al pasado. Pero, el pro­blema radica en lo que acaba de reconocer el presidente del CES: Iniciados los trabajos de la Asamblea Revisora, todo puede ocurrir, nada está seguro ni garantizado. “Quién le pone puesta al monte”.

Que eso sea así en momentos donde exis­te una abismal desconfianza del ciudadano hacia la democracia, sus valores y sus acto­res, plantea un peligroso laberinto de incerti­dumbre, temor e inseguridad.

Con demasiada frecuencia nuestras éli­tes político-empresariales han actuado como aquellos amores desalmados, ay, que, sin co­razón para nada, son capaces de todo, por­que solo saben soñar cosas posibles, según don J.A. Buesa.

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