La derrama económica del turismo

Por Juan Llado

Hoy día existe una auspiciosa conjunción para que la política turística responda mejor a los intereses colectivos de la nación. A saber: mientras lograr una mayor derrama económica de la actividad turística es un objetivo nacional de desarrollo, los turoperadores internacionales hace tiempo que abogan por una diversificación de nuestro producto turístico. Ambas realidades reclaman que la máxima prioridad sea la atención al fortalecimiento del producto turístico. Atrás debe quedar la promoción, especialmente ahora que se espera una temporada récord en el verano.

El Banco Central ha resaltado los benéficos efectos de la “derrama económica” del turismo. Además de su importante aporte de divisas, “la evolución de la industria de hoteles, bares y restaurantes ha tenido un rol sumamente importante en la transformación del aparato productivo nacional, con un crecimiento promedio del valor agregado real de esta actividad de 5.9 % en las últimas tres décadas, especialmente por su efecto multiplicador en la demanda de bienes y servicios locales y en la generación de empleos, así como por su alta incidencia dentro de las exportaciones totales del país.” Sin embargo, no se cuenta con datos fidedignos o análisis formales sobre como ese impacto economico se distribuye en el territorio y percola entre la poblacion.

Técnicamente, la derrama económica del turismo se mide a través de una estimación periódica de los precios de una canasta básica de consumo durante la estadía del turista en el destino. Esta canasta incluye las principales erogaciones, incluyendo “transportación terrestre dentro del destino, hospedaje, alimentación, tours, vida nocturna y otros gastos (entre los que se incluyen entradas a museos, compra de artesanías, etc.).” “En 2018, los turistas extranjeros sin residencia en el país gastaron en promedio US$1,142.3 durante su estadía, concentrando más del 70% de su consumo en alojamiento, comidas y bebidas. La media que gastaron en transportación local ocupa el segundo lugar, con US$140 por viaje.”

De cara al desarrollo futuro, sin embargo, la derrama económica que prioritariamente persiga la política turística se refiere a los beneficios económicos que genera la actividad turística fuera del hotel de pernoctación. Lo que se busca es que el consumo del visitante en “rubros multisectoriales” se distribuya más entre la poblacion y el territorio. Eso implica la multiplicación de los proveedores de los bienes y servicios, especialmente de aquellos nacionales que no concentran sus inversiones en los hoteles de resorts. Los reclamos al Estado que provienen de la planta hotelera ya existente deben ser atendidos, pero solo en la medida en que deban mejorarse los servicios públicos que la atienden.

Es bien aceptado que del total de los ingresos que capta el país por turismo un 40-50% se destina a las importaciones del mismo sector, es decir, a su “componente importado”. De lo restante hay una proporción –difícil de determinar—que engrosa las utilidades de los operadores e inversionistas turísticos. El resto es consumo de bienes y servicios nacionales, entre los cuales se incluyen los bienes agropecuarios y la mano de obra local. Lo prioritario entonces es que ese “resto” se incremente y se distribuya más ampliamente penetrando en todos los rincones del territorio nacional. Esa “derrama” es lo que debe perseguir la política turística prioritariamente.

De tal giro se deriva que debamos incentivar la evolución del “todo incluido” para que incorpore las “experiencias auténticas” que el mercado internacional actualmente demanda. Es decir, los atractivos y servicios del producto en el interior del país deben actuar como un imán para que los turoperadores y las cadenas hoteleras incluyan excursiones fuera del hotel en sus paquetes turísticos.  Aunque ya existe una gran variedad de excursiones que logran eso parcialmente, las opciones se pueden ampliar significativamente si la política estatal impone un sesgo que las favorezca. Sorprendentemente, los cruceristas son una demanda importante de estas excursiones a pesar de su corta estadía. Ellos seleccionan online las excursiones antes de atracar en el puerto.

Diversificar el producto turístico implicaría, por ejemplo, acrecentar y diversificar los eslabonamientos intersectoriales, los atractivos y excursiones y el turismo comunitario y/o ecoturístico. Existen tambien oportunidades en los sectores de la construcción, el transporte terrestre y ciertos servicios básicos de infraestructura (donde se podrían imponer tasas de uso, como en el agua). Naturalmente, un factor importante de derrama económica lo constituyen las recaudaciones tributarias y el país tiene pendiente algunas importantes decisiones respecto a la eliminación de los incentivos existentes –el llamado gasto tributario–que ha sido recomendada por las agencias multilaterales.

Respecto a los eslabonamientos intersectoriales hace falta un análisis profundo de posibilidades. El reto no solo abarca la radiografía del actual patrón de consumo de los hoteles sino tambien una proyección de la posible evolución de ese consumo. (De nuestro sector agrícola solamente el turismo consume más de RD$30,000 millones anualmente.) Al confrontarlo con nuestro actual aparato productivo deberán identificarse los nichos de oportunidad para que la política turística se ocupe de estimular su desarrollo. El influyente portal TripAdvisor podrá haber nombrado a nuestro país como el Mejor Destino del Mundo (2020), pero todavía hay mucho por hacer y aprovechar en materia de atractivos, servicios y mipymes de turismo comunitario y/o ecoturístico.

La meta de lograr una mayor derrama económica es un reto mayúsculo de carácter político. La poblacion reclama que sus intereses colectivos se impongan. Ella es dueña de una poderosa herramienta política a través del voto, pero los intereses creados son y serán renuentes a arrimar el hombro en la tarea. Las cadenas hoteleras verán ese empeño como perjudicial a su interés de retener en sus hoteles a los turistas para beneficiarse de todo su consumo durante la estadía. Los turoperadores y las líneas aéreas y de cruceros no sentirían esa necesidad (porque el consumo de su clientela se hace fuera del país). Las autoridades del sector tendrían que percatarse que sus posibilidades electorales son mayores si colocan a los intereses de los hoteleros en un segundo plano de prioridad.

El MITUR está retado a combatir los dos principales obstáculos que entorpecen el logro de una mayor derrama económica que beneficie a la poblacion. Estos son 1) el ocultamiento de la visión turística sobre las prioridades de la política turística favorecedora de los intereses colectivos, y 2) el modelo actual de negocios del “todo incluido”. Un reciente estudio de Wyndham Hoteles reporta que este modelo de negocios tiene actualmente una demanda creciente. Pero a eso se contrapone las preferencias creciente de los viajeros por las “experiencias auténticas” en los destinos que visitan. La clave de conjugar una cosa con la otra entonces es no solo la diversificación del producto sino tambien la creación de incentivos estatales para que los turoperadores y hoteleros incorporen excursiones en sus paquetes turísticos.

De lo anterior se colige que los sesgos de la política turística no deben seguir siendo dictados por los empresarios del sector. Se necesita una visión desarrollista de las autoridades que favorezca los intereses colectivos. De ahí que el ministro de Turismo deba, por ejemplo, salir más en fotos con los pequeños y medianos empresarios nacionales que han invertido o desean invertir en las facilidades y servicios del interior del país. Es imperativo que su gestión de muestras claras de favorecer el fortalecimiento del producto turístico (más allá de las inversiones populistas del CEIZTUR). Eso provocara mayores simpatías políticas que las que pudieran redituar las fotos con los grandes empresarios de los resorts de Bávaro-Punta Cana y con los inversionistas en nuevos establecimientos hoteleros. “¡Zapatero a tus zapatos!”

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